domingo, 8 de junio de 2014

El triunfo de un obrero: El fundador de Haceb

Revista Cromos- El fundador de Haceb

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Ejemplo que deberían seguir y aplicar los políticos y empresarios colombianos.

El dueño y fundador de Industrias Haceb tiene 94 años, vive en Medellín y recorre todos los días la planta de su empresa en un Renault 4.

A las once de la mañana el sonido mecánico y perfectamente calculado de la planta de Industrias Haceb, ubicada en el municipio de Copacabana (Antioquia), se ve interrumpido por el rugir tímido del motor de un Renault 4. El carro parece un juguete. Parece el invento de un niño que decidió quitarle las puertas, ponerle techo removible para recibir el sol de las mañanas antioqueñas, y prescindir de las ventanas para recibir sin filtros el saludo de sus empleados.

El auto fue bautizado por su dueño como “El pichirilo” y sirve para que José María Acevedo –el fundador de Industrias Haceb,empresa que produce electrodomésticos en tres líneas: cocción, lavado y refrigeración– se movilice por los 290.000 metros de su empresa. Lo hace todos los días, después de leer los periódicos nacionales y ponerse al día con las noticias radiales mientras desayuna.

Ha recorrido 17 veces ciudades europeas pero ningún paseo le parece más atractivo que el que realiza todos los días desde su casa en Conquistadores hasta la planta. Treinta minutos que le sirven para pensar en nuevos productos que solucionen las necesidades de sus consumidores, porque esa misma necesidad se convirtió en el origen de su compañía que este año, estima, tendrá una producción de 630.000 millones de pesos. “En la década de los cuarenta no se podía importar nada por la guerra que se vivía en Europa y acá muchos seguíamos cocinando con leña, por eso decidí fabricar una parrilla eléctrica sencilla, que solucionara el problema en la cocina” dice José María Acevedo.

Su primera creación la llamó Jacev, por las iniciales de su nombre. A las pocas semanas de llevarla al local donde las vendía, el negociante le sugirió un cambio de nombre, un par de letras que lo hicieran ver más internacional, más llamativo. “Le agregamos la H porque el vendedor decía que todos los nombres en inglés empezaban por H. Le cambiamos la V por B porque a él le parecía más estético y así quedó”.

Haceb empezó a llamarse su marca. Una empresa que creció con afán pero sin codicia, porque como él mismo afirma “trabajar honradamente también es rentable”.José María Acevedo nunca anheló tener la empresa que hoy tiene. Es una persona práctica, sencilla, “un obrero capacitado”, como a él le gusta que le digan. Detesta los adjetivos que muchos usan para referirse a él, “patrón, líder, rico, millonario”. No se identifica con ninguno de ellos.

Este amante de la ópera, que descubrió muy joven que la música que realmente disfrutaba era la que no tenía letra, no ingresó a la universidad ni estudió electricidad. Pasó por el colegio y repitió quinto de primaria, pero no porque sus calificaciones no fueran sobresalientes sino porque no había más cursos, así que para no quedarse vagando hizo quinto grado dos veces.

Siendo un adolescente empezó a trabajar como mandadero. Llevaba de un lado a otro los electrodomésticos que necesitaban reparación, hasta que un día descubrió que él mismo podía arreglarlos. Creó su primera parrilla, abrió un modesto local en el barrio Carabobo, en Medellín, y llamó a sus hermanos para que hicieran parte de su empresa. En eso ya lleva 72 años. “Cuando me preguntan si he tenido momentos difíciles en toda esta historia contesto: simplemente no he tenido ningún momento fácil”. La mayoría de sus palabras parecen frases célebres, máximas que guardó en su mente para recitar en momentos muy puntuales, en escasas entrevistas, pues José María Acevedo le huye a las cámaras, a los compromisos sociales e incluso a las grabadoras de voz.

A lo que no le huye es al trabajo. A llegar todos los días a su oficina, encontrarse con Rodrigo Zuleta , su mano derecha, y empezar una jornada como todos, como los más de 3.400 empleados que trabajan en Haceb. “Moriría de tristeza si ya no tuviera trabajo”. José María Acevedo tiene una riqueza que no se calcula en metros ni en millones, su fortuna es la de no sentirse importante.

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