En tiempos de campaña política las ideas se simplifican de un modo tan grotesco que no parecen siquiera ideas: son consignas o gritos de combate, son frases efectistas, espantajos para asustar electores, pero no verdaderos argumentos.
Sin embargo, cuando es un expresidente quien habla, y cuando concede entrevistas a dos importantes medios de comunicación extranjeros, creo que es deber del analista tratar de desmenuzar lo que allí se afirma. El expresidente Uribe concedió esta semana dos entrevistas a los diarios ABC y La Razón de Madrid. Como Uribe es sin duda un importante protagonista de la historia reciente de Colombia, vale la pena analizar sus declaraciones a la prensa española.
Lo primero que dice en La Razón es lo siguiente: “La reelección de Santos sería un paso al castrochavismo, porque él firma a cualquier precio acuerdos con el terrorismo. (…) Santos pavimenta el camino del castrochavismo”. En la otra entrevista, al diario ABC, define lo que ocurre con este movimiento político: “El castrochavismo en Venezuela primero incitó al odio de clases, después quebró la economía, como consecuencia arruinó a los trabajadores. El año pasado la inflación fue del 56% y el incremento del salario del 10%. Finalmente tiene las tiendas vacías por el desabastecimiento y las cárceles llenas de disidentes. La evolución ha sido de la incitación al odio de clases a la consolidación de la tiranía que finalmente aplasta la democracia”. Creo que la manera en que Uribe caracteriza lo ocurrido con el régimen venezolano, si bien con cifras imprecisas, es bastante acertado. Esto no es extraño: uno observa con más serenidad lo que ocurre con los vecinos, y lo ve más claro.
En cambio la comparación con el gobierno colombiano actual, hace agua por todos lados. La idea de que Santos es un presidente castrochavista, o por lo menos que está conduciendo a Colombia al castrochavismo, es un puro eslogan de campaña, no una afirmación seria. Si el castrochavismo es lo que Uribe dice, Santos no es eso: Santos no ha incitado al odio de clases, Santos no ha quebrado la economía, la inflación es mucho más baja que la que había en tiempos de Uribe, y el salario mínimo ha subido por encima de la inflación. Tampoco aquí hay desabastecimiento ni se ha consolidado ninguna tiranía. De hecho el partido de Uribe pudo participar con garantías en el pasado proceso electoral y sacó muchos senadores. En cuanto a los partidos que podrían considerarse cercanos al castrochavismo, en cambio, sacaron votaciones irrisorias. El político más afín a las ideas de Chávez, Petro, es mucho más cercano a Uribe que a Santos en este momento.
Pero consideremos ahora la acusación más precisa de Uribe: no que Santos sea un típico castrochavista, sino que esté pavimentando el camino al castrochavismo, por insistir en llevar adelante un proceso de paz con la guerrilla en el que sin duda, si llegara a firmarse, habría una alta dosis de impunidad. También esta afirmación es discutible. Pensar que la única forma de mantener lejos del poder al castrochavismo es obstinarse en que la guerrilla permanezca en el monte, es una idea no solamente torpe, sino cruel, por los muertos y el dolor que no se evitan. El mismo proceso de paz que Uribe adelantó con los paramilitares demostró que sacar a miles de hombres de la lucha armada disminuye las tasas de violencia a pesar de la gran impunidad; la violencia disminuyó en su gobierno y ha seguido disminuyendo durante el gobierno Santos.
No creo que sea sensato de parte de Uribe presentar a Colombia en el exterior como un país con un gobierno volcado hacia el proyecto bolivariano. Esta es una gran mentira. A la guerrilla, si realmente se desmovilizara, se la derrotará en las urnas, porque los colombianos no son ciegos, precisamente porque ven los resultados nefastos que la política chavista ha traído al país vecino. No hay que temerle a la democracia, sino a los métodos violentos para llegar al poder o para conservarlo.
Héctor Abad | Elespectador.com
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