Con su agudo humor, el premio nobel Niels Bohr afirmó: “predecir es muy difícil, sobre todo si se trata del futuro”. Por eso es aventurado augurar que se firmará el anhelado acuerdo de paz y que este permitirá a las grandes mayorías de los colombianos vivir con dignidad en los lustros venideros.
En casos como este, la prudencia aconseja obrar de tal manera que ante cualquier resultado la nación se beneficie. Un sendero con ese propósito es la construcción de confianza, componente básico del capital social.
Indudablemente, la crisis que vive nuestro país tiene mucho que ver con la pérdida de confianza del pueblo en las instituciones fundamentales de la democracia: las ramas del poder público y los partidos políticos. La confianza pública parte de la confiabilidad que trasmiten a la gente los que gobiernan cuando dicen lo que piensan y hacen lo que dicen. La confianza, como el respeto, no se exige ni emana del poder, se construye en las interacciones entre los actores sociales.
Robert Solomon y Fernando Flores enuncian algunos principios que podrían ayudar en la utilización de la confianza como medio para alcanzar una paz estable y verdadera:
* La confianza es una precondición esencial para el buen éxito.
*<TB>En una sociedad libre y una incluyente economía de mercado, la confianza –no el poder ni el temor– es el elemento esencial para nuestro bienestar y la posibilidad de ‘un nuevo orden mundial’.
* La confianza y el control son incompatibles porque en el núcleo de la confianza está la libertad. Confiar en las personas es apostar a que su sentido de responsabilidad e integridad los llevará a actuar honestamente, sin desconocer la posibilidad de que nos puedan engañar.
* La clave de la confianza es la acción, y en particular los compromisos; los compromisos efectuados y los compromisos cumplidos.
* Construir confianza requiere conversar y pensar acerca de ella. Empieza con su valoración y entendimiento, pero también requiere que se le practique. Una sociedad no desarrolla espontáneamente la confianza. Es el resultado de una acción colectiva y consciente.
* Aún entre grupos en conflicto, hablar de confianza, y creer que esta es posible ante la desconfianza más vehemente, es un paso inicial y fundamental.
Estos brochazos sugieren que, si se firma un acuerdo, la tarea más crítica que enfrentarán el Gobierno Nacional y los integrantes de las Farc es la de reconstruir la confianza del pueblo colombiano. Las inquietudes abundan: ¿seguirán confiando los combatientes de esta organización en sus cabecillas una vez estas reciban prebendas (curules en el Parlamento) y aquellos deban contentarse con un trabajo informal? ¿Confia- rán los habitantes de las regiones más afectadas por la violencia guerrillera en que las Farc representen sus genuinos intereses?
Si no se firma el mencionado acuerdo, el desafío se mantiene, pues será difícil, por ejemplo, que la gente vuelva a confiar en la voluntad de la dirigencia política para reformar la justicia, cuya corrupción poco tiene que ver con la violencia guerrillera, y mucho con el afán de lucro y el fanatismo político de algunos jueces y magistrados, y de los que traicionan el interés general en el Congreso.
Eduardo Aldana Valdés
Profesor universitario
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