domingo, 22 de diciembre de 2019

Luces y sombras de la reforma tributaria (2 artículos)


elespectador.com/Economía21 Dic 2019 
Redacción Economía - Mario Alejandro Valencia* Director de Cedetrabajo

 
Alberto Carrasquilla, ministro de Hacienda (centro), durante la aprobación del proyecto en el Congreso. / Gustavo Torrijos

Presentamos las bondades o peligros del proyecto que fue aprobado este viernes: la versión oficial habla de expansión de la economía y creación de empleo, las críticas van por el lado de más desigualdad en favor de los más adinerados.

Un impulso al crecimiento económico (1° articulo)
Por: Redacción Economía

Para el Gobierno, la Ley de Financiamiento (tumbada por la Corte Constitucional por vicios de forma en su paso por el Congreso) ha sido uno de los motores del buen desempeño de la economía en momentos en que la región no registra buenos indicadores. En las más recientes mediciones del DANE, el PIB se expandió 3,3 %. Y de acuerdo con Alberto Carrasquilla, ministro de Hacienda, 2019 cerraría con un crecimiento cercano al 3,6 %.

Esta cifra es interesante, porque para algunos analistas y gremios representa el umbral bajo el cual comenzará a verse un descenso en la tasa de desempleo, que se ha convertido en el gran lunar del desempeño macroeconómico en el país (con un indicador que en buena parte del año ha estado en dos dígitos).
Ante la caída de la Ley de Financiamiento en la Corte Constitucional, el Gobierno tomó la decisión de presentar una iniciativa que, en principio, contenía el mismo articulado que ya había sido aprobado por el Congreso. La razón de este proceder fue, justamente, que el proyecto ya había recibido el visto bueno del Legislativo (lo que a ojos de algunos analistas era una jugada políticamente sensata). Por otro lado, la iniciativa (en la visión del Gobierno) ya había comenzado a dar frutos en materia macroeconómica.

El Gobierno ha repetido a lo largo de estos meses que su estrategia fiscal ha impulsado una serie de renglones de la economía que, a la larga, traerán crecimiento y más empleo.
Algunos de los puntos que más ha recalcado la administración Duque tienen que ver con la entrada de inversión a Colombia, que creció 25 % en el primer semestre del año. De acuerdo con José Manuel Restrepo, ministro de Comercio, Industria y Turismo, este indicador se seguirá expandiendo: “Y lo digo simplemente por el ambiente que percibo en los viajes internacionales que he realizado y lo que se habla respecto a las posibilidades de invertir en Colombia. Claro, esto sobre la base de que haya una competitividad tributaria”.
También hay un mensaje importante en materia de eficiencia tributaria, si se quiere. En las cifras del Gobierno, la pasada Ley de Financiamiento (cuya labor debe ser continuada por la reforma tributaria aprobada el viernes) ha impulsado el recaudo: la DIAN calculaba, a principios de este mes, que se habían percibido $16 billones más que el año pasado y proyectaba cumplir su meta de 2019, de $157 billones.

La entrada en vigencia del régimen simple de tributación, en palabras del Gobierno, ha permitido crecer en formalización, con más de 8.000 nuevos contribuyentes registrados (poco más de 5.000 empresas y algo menos de 3.000 personas naturales). En su momento, Carrasquilla aseguró que “de esos (contribuyentes), 11 % no tenía RUT y 37 % no había siquiera declarado el ICA”. 
Antes del paro nacional, la reforma tributaria no tenía tres de las propuestas más sonadas ahora que fue aprobada: la devolución del IVA para casi tres millones de los colombianos de más bajos ingresos, la baja en cotización a salud para los pensionados de hasta dos salarios mínimos y la posibilidad de tener tres días al año sin IVA. Estas medidas, en la visión del Gobierno, impulsan la inversión social y ayudan a generar más equidad (en especial la primera).
Las dos primeras propuestas han sido aplaudidas por casi todos los sectores (aunque algunos analistas miran con temor el costo de su implementación). La devolución del IVA para los más pobres, especialmente, ha sido celebrada como un buen paso en la dirección de corregir la regresividad natural de un impuesto como el IVA. 

Desconectada de los reclamos sociales (2° articulo)
Por: Mario Alejandro Valencia*

Durante 2019, América Latina fue escenario del despertar de la juventud, que exige a los gobiernos no arrebatarles sus sueños de educación, trabajo y bienestar. Al mismo tiempo el gobierno de Iván Duque, y sus mayorías en el Congreso de la República, aprobó una reforma tributaria que, según las cifras del propio Ministerio de Hacienda, tendrá un recaudo adicional negativo a partir de 2021 en $7,6 billones.
Esto significa que se avanza en la tarea planteada por el Gobierno para que hacia 2030 los ingresos totales del Estado se reduzcan en un punto porcentual sobre el PIB y los gastos totales en más de dos puntos. La lógica consiste en que con menos Estado habrá más mercado, bajo la ilusión de que los menores impuestos que paguen las grandes empresas se traduzca en inversión, crecimiento y empleo. No obstante, la evidencia demuestra que no existe tal correlación y que esos recursos que no reciben las arcas públicas terminan en gastos suntuosos y compras de bienes en el extranjero. Para la muestra un botón: la reforma tributaria aprobada en 2018 trajo como consecuencia la destrucción de 226.000 puestos de trabajo entre enero y octubre de 2019. Asimismo, el tan alabado crecimiento está soportado en un mayor incremento de los créditos de consumo y de las remesas.
El aspecto central de la reforma que se aprobó son los beneficios tributarios. Se supone que los impuestos son un mecanismo de distribución de la riqueza, una necesidad del capitalismo en la búsqueda de mayor capacidad de consumo. Pero en el caso colombiano, según datos del Banco Mundial, el índice de Gini antes de impuestos es de 0,54 y después de impuestos es de 0,53. Es decir, la política fiscal colombiana no cumple ningún papel en corregir la desigualdad, porque el sistema está armado no para establecer quiénes pagan impuestos, sino para definir políticamente, a dedo, quiénes no los pagan. Así, la renuncia del Estado cuesta todos los años $17 billones que se requieren para la inversión, y para 2021 costará $12,6 billones adicionales. 
Estas exenciones están soportadas en la idea de que las empresas deberían pagar menos impuestos para usar esos recursos en el crecimiento. Algunos dirigentes gremiales afirman que las empresas en Colombia pagan el 70 % de sus ganancias en impuestos. Este dato induce al engaño por dos razones: primero, porque incluye los recursos que se pagan en el bienestar social de la mano de obra, el cual es un costo ineludible de sostenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo, no un impuesto. Segundo, porque se calcula con la tarifa nominal de impuestos, no con la tarifa efectiva que, según Garay y Espitia (Desde Abajo, 2019), es de 4,5 % para el 0,1 % de las empresas que concentran el 75 % del patrimonio bruto. Así se demuestra que los beneficios son para los megarricos. 
El precio de la civilización son los impuestos, como lo dijo Oliver Wendell Holmes. Mientras en Estados Unidos Warren Buffett y Bill Gates han pedido al gobierno que les cobren más impuestos, porque sí entendieron el capitalismo, en Colombia un grupito de especuladores hacen lobby para no pagar. Sin Estado fuerte y con recursos se condena al país a la falta de recursos que se necesitan para la infraestructura con la cual enfrentarse a sus socios comerciales. 
Esta reforma tributaria es el resultado político de la decisión de mantener a Colombia en el atraso productivo y en la desigualdad social. La buena noticia es que la juventud ya se dio cuenta y es hoy protagonista de las transformaciones que se requieren. 
*Director de Cedetrabajo.

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