lunes, 28 de agosto de 2017

Ratones cuidando el queso


Los partidos mayoritarios quieren reelegir la corrupción. Están a punto de cometer un suicidio. 


Los partidos políticos quieren seguir reeligiendo la corrupción. Esa es la conclusión que surge de la actual discusión en la Cámara. Con ello están jugando peligrosamente a la ruleta rusa: ¿no recuerdan que la percepción ciudadana de que los partidos políticos venezolanos estaban dedicados a la corrupción condujo al triunfo arrollador de Chávez en su primera elección? Además, le estarían poniendo conejo al acuerdo de paz, donde se pactó que habría una reforma electoral para hacer transparente el proceso y facilitar el surgimiento de agrupaciones políticas nuevas.

Es bien sabido que buena parte de la corrupción colombiana se origina en nuestro viciado proceso electoral: grandes contratistas financian campañas individuales y los elegidos les ‘retribuyen’ adjudicándoles contratos. Este círculo vicioso ha adquirido magnitudes enormes porque no se reportan los aportes, violando los topes establecidos. Y el Consejo Nacional Electoral (CNE) no tiene la voluntad de investigar y sancionar estos delitos, porque sus integrantes son escogidos por los mismos partidos que violan la ley.


En el acuerdo de paz, con buen criterio en este caso, se convino conformar una misión de expertos que presentara propuestas para resolver la falta de transparencia y los problemas de representación que padece el proceso electoral, discutir sus recomendaciones con los partidos, buscar consensos y presentar un proyecto de acto legislativo al Congreso. Este proceso se surtió, pero en las discusiones previas y en las de la semana pasada en la Cámara los partidos de la Unidad Nacional castraron las propuestas de la misión. “Que todo cambie para que todo siga igual” (del ‘Gatopardo’).

La misión propuso un nuevo proceso para la designación de los miembros de la autoridad electoral que garantizara su independencia de los partidos. Pero la ponencia y las diversas proposiciones dejarían su nombramiento en manos del Congreso. Es decir, los ratones seguirán cuidando el queso y haciendo de las suyas impunemente.

La misión inicialmente planteó que la autoridad electoral tuviera una unidad especializada de investigación financiera, al estilo de la unidad del Ministerio de Hacienda que persigue el lavado de dinero a través del sistema financiero. El propio Gobierno se opuso. Así, aun si la autoridad electoral quisiera hacer investigaciones serias sobre el financiamiento de las campañas, no tendría la capacidad de llevarlas a buen puerto.

La misión y el Gobierno propusieron establecer penas para los partidos, candidatos y funcionarios que avalen y permitan la violación de topes y las prácticas corruptas de financiación. Los partidos de la Unidad Nacional se opusieron.

La misión propuso listas cerradas para acabar con las ‘microempresas electorales’ que incurren en esas prácticas y centrar así la responsabilidad en los partidos y movimientos. Esto sí lo han aceptado los partidos mayoritarios, pero al insistir en sus posiciones sobre los puntos anteriores se perdería la efectividad de esta medida.

En adición, los partidos mayoritarios quieren debilitar los procesos de pérdida de investidura y prohibir las candidaturas inscritas por firmas. Con esto último se dificultaría la emergencia de nuevas agrupaciones políticas.

Por todo lo anterior, Humberto de la Calle y otros muchos que quieren mejorar nuestra democracia han dicho que, como van las cosas, es mejor que se hunda el proyecto. El ministro del Interior, un político serio como pocos, está haciendo esfuerzos enormes para corregir el rumbo. Pero, si no lo logra, es mejor que lo retire.

Jamás pensé que los partidos mayoritarios tuvieran semejante vocación suicida. Uno diría ‘allá ellos’, si no fuera porque su autoinmolación puede causar la muerte de la democracia en Colombia. Así sucedió en Venezuela, y por las mismas razones.


GUILLERMO PERRY


Reflexiones al tema pensiones


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