Por: Gustavo Páez
Escobar
La leyenda de La
espada de Damocles, que las sociedades olvidan con tanta facilidad, vino a
revivirla el actual procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, quien a
través de acciones ejemplarizantes ha demostrado que la corrupción y la desidia
en el cumplimiento de las funciones públicas deben reprimirse con mano dura y
sin miramiento alguno. Donde hay benignidad de la conducta habrá deterioro del
bien público.
Desde que en enero
del 2009 se posesionó del cargo e inició su campaña depuradora, comenzaron a
sentirse voces de protesta contra sus actos, las cuales venían, por supuesto,
de personas y sectores acostumbrados a delinquir o ser negligentes en sus
deberes, para luego ampararse en la rampante impunidad que tiene traumatizada
la vida del país.
La gran mayoría de la opinión pública vio que
había llegado un verdadero Procurador, en el amplio sentido que le da la
Constitución (artículo 277): “Vigilar el cumplimiento de la Constitución, las
leyes, las decisiones judiciales y los actos administrativos; proteger los
derechos humanos y asegurar su efectividad; defender los intereses de la
sociedad; velar por el cumplimiento diligente y eficiente de las funciones
administrativas; ejercer vigilancia superior de la conducta oficial de quienes
desempeñan funciones públicas, inclusive las de elección popular”, entre otros
objetivos de absoluta precisión.
Eso es lo que ha
hecho el Procurador. Así lo definió él mismo como respuesta a sus detractores:
“Yo garantizo lo que está en la Constitución y en la ley, no puedo hacer lo que
quiera, sino lo que el ordenamiento jurídico me indica”. Fiel a ese mandato, y
procediendo con el temple que le imprime su carácter decidido y moralizador,
durante los dos años y cuatro meses que lleva en la posición ha impuesto 800
sanciones a alcaldes, cifra alarmante en un país que tiene alrededor de 1.100
municipios. Esto hace suponer que por lo menos el 70% de los alcaldes incurre en
faltas administrativas. Unas se destapan, otras permanecen ocultas.
Aparte de los
alcaldes, su acción de vigilancia ha llegado, y de qué manera, a los altos
niveles del Estado. Su espada de Damocles ha caído sobre parlamentarios en
ejercicio, como la senadora Piedad Córdoba (sus propios electores), sobre el
contralor de Bogotá Miguel Ángel Moralesrussi y el excongresista Germán Olano,
a quienes impuso la destitución e inhabilidad para ejercer cargos durante
largos años.
La última medida,
que produjo verdadero revuelo en el país, fue la suspensión por tres meses del
alcalde mayor de Bogotá, Samuel Moreno
Rojas, por su omisión en la toma de controles para evitar la parálisis de obras
fundamentales que mantienen atascada a la ciudad, y además como medida
preventiva y prudente para vigilar la adjudicación de contratos por $ 6
billones (situación de alto riesgo para los intereses de la capital, teniendo
en cuenta la presunta participación del hermano del alcalde, Iván Moreno , en el festín de
los contratos, lo que ha causado una sangría de incalculables perjuicios en las
cifras y el desarrollo de la ciudad).
Nunca antes había
sido suspendido un alcalde de Bogotá. Y nunca antes el funcionario había cometido tantos exabruptos y dejado de
ejercer tantos controles. Como dentro de las funciones del Procurador está la
de defender los intereses de la sociedad, así procedió Alejandro Ordóñez, con
alto sentido de responsabilidad y rigor. El beneplácito de la ciudadanía al
conocer su determinación no pudo ser más categórico. El caos que vive hoy la
capital del país es el resultado de una pésima administración. Tarde se dio
cuenta el electorado de semejante equivocación.
El ejemplo
implantado por el Procurador ha surtido efecto en otros altos organismos, como la Contraloría General de la República y
la Fiscalía General, cuyas titulares también han llegado con mano dura a ejercer
sus cargos. Antes, la línea general era la corrupción y la impunidad. Hoy, la
moda es la moral y el castigo. Confiemos en que ese estado se preserve por
mucho tiempo.
Alejandro Ordóñez Maldonado
–como ocurrió con Mario Aramburo Restrepo, Jaime Serrano Rueda y Carlos Mauro
Hoyos en momentos memorables de la vida pública– ya ingresó a la galería de los
procuradores históricos.
El Espectador, Bogotá,
11-V-2011.
Eje 21, Manizales, 12-V-2011.
* * *
Comentarios:
Me
parece que el buen desempeño cumplido en un cargo es
apenas la obligación que se desprende de la aceptación
de una responsabilidad y por eso no debería ser motivo de mucho
elogio. El señor Procurador lleva poco más de dos años en el cargo
y por tanto resulta prematuro calificar su desempeño como
histórico. Algunas posiciones suyas, como la asumida frente al fallo de la
Honorable Corte Suprema de Justicia, con respecto al aborto, van en contravía
de esa altísima instancia y es notorio el malestar que al funcionario le
ocasiona el tema. No puede el más alto adalid y representante de toda la
sociedad tratar, a toda costa, de imponer su criterio personal, basado en sus
convicciones religiosas, por encima del interés general y aun de la
normatividad vigente. Estoy de acuerdo en que el funcionario posee valor civil,
para tomar decisiones, pero reitero, es apenas lo que le corresponde
hacer. Gustavo Valencia G. , Armenia.
Leí el
artículo sobre el procurador Ordóñez y me pareció buenísimo y muy merecido el
elogio a tan incorruptible funcionario. Ojalá lo leyeran todos los colombianos
para que lo apoyaran en sus decisiones. Daniel Ramírez Londoño , Armenia.
Totalmente de acuerdo con los planteamientos
acerca del magnífico desempeño del señor procurador, lo cual tiene indignado al
corrupto gremio que nos gobierna. No se sacian con nada, a costa de una ciudad,
de sus gentes y del país entero. Ojalá su espada siga descabezando a
tanto mediocre de cuello blanco. Inés Blanco , Bogotá.
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