La Plaza de Bolívar durante la marcha “por la defensa de la democracia” del pasado viernes 13.
/ LIz Durán - El Espectador
El mandatario capitalino está rasguñando las banderas de la paz
La destitución y la inhabilidad que le impuso la Procuraduría al alcalde de Bogotá y las posteriores movilizaciones populares tienen a los partidos y movimientos políticos repensando su estrategia para los comicios de 2014.
La parsimonia política que caracterizaba los últimos tiempos se rompió en pedazos. Desde que el procurador Alejandro Ordóñez anunció la destitución del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, la polarización volvió a asomarse y los efectos electorales están por verse. Cuando las distintas fuerzas políticas le daban forma a su estrategia frente a los comicios de 2014, ahora el ajedrez es cómo capitalizar la efervescencia del momento o asegurar las banderas de la paz.
Hasta el pasado domingo el escenario estaba planteado entre la reelección de Santos y su propósito de sellar la paz con las Farc, frente a las estrategias del Centro Democrático de Uribe y sus enconadas críticas a los diálogos de La Habana. Los demás trataban de hacer alianzas para superar la vara del umbral y, aun sin reconocerlo, acomodarse en uno u otro frente. Ahora Petro lleva una semana diciendo que él es la paz y que si se confirma su destitución es el triunfo de la guerra.
La prueba contundente de que las movilizaciones de Petro tienen haciendo cuentas a los partidos políticos es la rápida reacción del jefe del Partido Liberal, Simón Gaviria, invitando a los ciudadanos indignados a conformar un Grupo Nacional por la Defensa de la Paz, que a su juicio puede ser liderado por esa colectividad. Para nadie es un secreto que hoy por hoy el soporte principal del proyecto reeleccionista del presidente Santos es precisamente el liberalismo.
Antes del fallo de la Procuraduría, la izquierda democrática estaba, como siempre, atomizada. Unos en el Polo, otros en la Alianza Verde y muchos más desperdigados entre diversos movimientos. Todos en favor de la paz, pero angustiados por el umbral. De repente Petro, sin posibilidad electoral personal, terminó por aglutinarlos a todos, aunque no de labios para afuera. El primer día de sus discursos se hizo acompañar de Aída Abella, emblemática líder de la Unión Patriótica.
En ese contexto, las perspectivas cambiaron. Tanto que hasta Estados Unidos y las Farc se apresuraron a decir que con el fallo del procurador Ordóñez podría afectarse la paz. Hasta el momento, el abanderado de los diálogos de La Habana era principalmente el Gobierno. Ahora la pelea es cómo se reparten esos liderazgos. Lo cierto es que si Santos logra encauzarlos en su favor, los expertos creen que le daría incluso para ganar las elecciones presidenciales en primera vuelta.
Sin embargo, de acentuarse la polarización, hay un riesgo latente. Así como el procurador Ordóñez está graduando de víctima al alcalde de Bogotá, las protestas en favor de Petro podrían fortalecer los sectores que apoyan al jefe del Ministerio Público. Al menos los conservadores ya le dieron su respaldo. Y en esa misma línea pueden alinderarse todos aquellos que critican el proceso de paz, en especial el Centro Democrático de Álvaro Uribe.
Hasta el momento el expresidente Uribe se ha mantenido al margen del tema Petro, entre otros factores porque su campaña está más centrada en las regiones que en Bogotá y porque no quiere que el alcalde sea su contradictor directo. Ni siquiera su escudero Francisco Santos ha querido meterse al baile, a pesar de que el exconstituyente Otty Patiño lo ha instado a que aclare por qué sabía que a Petro lo iban a destituir y cómo estaba dispuesto a ser su reemplazo.
Lo que parece claro es que el candidato presidencial de Uribe, su ministro Óscar Iván Zuluaga, no sube en las encuestas, al menos las bogotanas, y en cambio en los sondeos no le va mal a Pacho Santos. Esas vueltas internas del Centro Democrático no son muy distintas a las de otras colectividades. Por ejemplo, en Cambio Radical la crisis de esta semana puso a Carlos Fernando Galán, cabeza de lista para el Senado, de hacer cuentas para el umbral a deshojar margaritas.
De que le gustaría la Alcaldía de Bogotá, nadie lo duda. Tanto como le apetece a Francisco Santos. El dilema es que de caer definitivamente Petro, habría que ver cómo resuelve el primer mandatario la encrucijada de saber si hay elecciones atípicas o designa a dedo. Lo que abundan son fórmulas jurídicas, pero candidatos abiertos más bien pocos. En el fondo, los partidarios de Petro esperan que se quede, pero ya proliferan propuestas para que la sucesión en Bogotá quede en las mejores manos.
El problema es saber cuáles son las idóneas. Se mencionó a Antonio Navarro como el reemplazo de Petro, pero él ya dijo que continuará con su aspiración al Senado por la Alianza Verde. Se habla de Carlos Vicente de Roux, pero éste dice que el progresismo está enfocado en la defensa del alcalde y desecha la opción. En otras palabras, públicamente no se oyen muchos nombres. Y Petro no se baja del balcón del Palacio Liévano. Sigue aferrado a que la presión popular lo sostenga.
No obstante, en este último aspecto, no se ve la salida. Sus partidarios siguen insistiendo en que es el presidente Santos quien debe decidir la suerte de su mandato. Pero, en la Casa de Nariño, la palabra dominante es “institucionalidad”. Es decir, el primer mandatario ni desautoriza al procurador ni le quita a Petro su derecho a la protesta legítima. Su fórmula salomónica es instar a los poderes públicos al diálogo e insistir en la reforma a la justicia que naufragó en el Congreso en 2012.
Concluye una semana intensa. No hay colombiano que no haya tomado partido en la pugna Procurador vs. Petro. Pero el problema sigue sin solución. En el plano jurídico tendrá que darse la última palabra, aunque en estos momentos ya no se sabe quién la tiene. En cuanto a lo político, cada día se siente más el ambiente electoral y el tema de la paz recobró vigencia. Sólo que mientras en Colombia, unos y otros pelean por los votos, en La Habana las Farc siguen sopesando el costo de sus balas.
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