domingo, 6 de julio de 2014

ENTREVISTA:..'Nunca se estuvo tan cerca de terminar el conflicto': Henrique Cardoso

ELTIEMPO.COM,  Por: DANIEL VALERO,  6 de julio de 2014   


Expresidente brasileño habla de "penas alternativas" para consolidar la paz. Entrevista.

El expresidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso (1995–2003), quien estuvo esta semana en Cartagena participando en la cumbre de la Tercera Vía, aseguró que el proceso de paz con las Farc ha avanzado tanto que por fin, en 50 años, Colombia tiene una posibilidad real de ponerle punto final a su guerra interna.
Este sociólogo de 83 años, una de las voces más autorizadas en asuntos latinoamericanos en el mundo, le dijo a EL TIEMPO que uno de los principales retos del gobierno de Juan Manuel Santos es “convencer” a las víctimas del conflicto de que los diálogos de La Habana tienen como base resarcir sus derechos y su dignidad.
Cardoso, quien además preside la Comisión Global sobre Política de Drogas, insistió en que el mundo debe abrir ya el debate sobre la posibilidad de descriminalizar el consumo de drogas, para combatir el narcotráfico.
¿Cómo ve a Colombia?
Es casi un milagro. A pesar de la violencia, de las guerrillas y de los problemas políticos, tiene un Estado que da los servicios necesarios. Educación y salud son factores que, indudablemente, han mejorado. Hay una sociedad fuerte y recursos naturales enormes. Lo tiene todo para crecer bien, como lo ha venido haciendo. La veo mejor que nunca.
¿Qué piensa sobre la terminación del conflicto?
Nunca se estuvo tan cerca de terminar el conflicto. Seguí los esfuerzos del expresidente Álvaro Uribe, quien en su momento tuvo que frenar el avance de la guerrilla. Pero llegó el momento de negociar. Hay momentos en que no se puede ni se debe, y otros en que sí, y en este momento se debe hacer. Existe un apoyo nacional e internacional generalizado para una negociación seria. No he visto un momento tan favorable como este, porque lo que se ha logrado en La Habana es importante.
¿Su tesis es que en el mandato de Uribe no se debía negociar, pero ahora sí?
En esa época, la guerrilla estaba más fuerte y dispuesta a pelear. Uribe hizo lo que le correspondía, frenarla. Pero Santos se dio cuenta de que la guerrilla está menos fuerte y aprovechó eso. El mundo cambió, y la gente entendió que el aspecto social que la guerrilla soslaya no es excusa para alzarse en armas. Se pueden hacer cambios sociales sin violencia, y Brasil es un ejemplo. Teníamos una pobreza y una miseria muy acentuadas, y, desde la estabilidad con el real (moneda de Brasil) y el trabajo de Luiz Inácio Lula, eso comenzó a disminuir.
En su país se hizo un trabajo profundo en el campo…
Claro, y en Colombia he visto que la situación en el campo requiere atención. Entre los puntos acordados en La Habana está la reforma agraria. En mi periodo les dimos título de propiedad sobre la tierra a 500.000 familias, y Lula hizo otro tanto y completamos un millón. Hicimos una importante reforma agraria, a pesar de la presión de los llamados movimientos sin tierra. La sociedad debe entender que los cambios son necesarios.
¿Atacando el problema del campo se puede acabar el conflicto colombiano?
No sé si totalmente, porque en Brasil no tuvimos una violencia equivalente o un movimiento armado que impulsara la reforma agraria. Teníamos un movimiento fuerte, que sigue existiendo, de ocupación de tierras. Su impacto disminuyó porque fue posible hacer justicia en el campo. Lo que quiero decir es que las sociedades modernas, con democracia, pueden avanzar en igualdad social. Colombia está en este momento demostrando que se dispone a eso.
Un reto, si se firma la paz, es combatir el narcotráfico, que ha financiado el conflicto...
En la Comisión Global sobre Política de Drogas hemos recolectado muchos estudios sobre el narcotráfico. La mejor manera de combatirlo es disminuir el consumo; hay que hacer campañas consecuentes y consistentes para reducirlo. El gran incentivo del narcotráfico es la expansión del consumo, porque es algo tan grande que, así se acabe o se reprima un traficante, siempre aparecen otros. Somos favorables a la descriminalización del uso de las drogas, que no es legalizar. Es no tratar al usuario como un criminal, porque una persona dependiente necesita hospitales y no cárceles.
¿Hay que manejarlo como un problema de salud pública?
Sí, pero esto no quiere decir que se debe dejar de combatir al traficante; por el contrario, hay que darle la pelea, pero no se le ganará del todo mientras el consumo siga en expansión. En Brasil, en Río de Janeiro y São Pablo, la política no es solo represión, porque también hay ocupación del territorio que antes controlaban los criminales.
¿Eso es permitir el consumo?
Sí. Si alguien es dependiente de la heroína, de qué vale prohibirla. En Europa hay países que ofrecen locales para que esta gente la obtenga, y no lo hacen porque estén a favor de la droga, sino porque ayudan a evitar que se droguen en la calle, lo que genera miseria. Se puede hacer con la marihuana lo que se hace con el cigarrillo, regularla. Nuestra posición es que hay que experimentar alternativas a la represión. No hay lugar en el mundo donde circule más droga que en las cárceles.
¿En esa discusión debe entrar de lleno Estados Unidos?
Sin duda. Pero allá, en algunos estados, comenzaron a regular el consumo, y el presidente Brack Obama hubiera podido acudir a la ley federal para decir que la legislación local no es válida, pero no lo hizo. Hay un cambio de opinión. Los datos demuestran que hay una edad en que las personas prueban, pero después no siguen. Y no es verdad que de la marihuana se pase a la cocaína. Ese eslabón lo hace el traficante, que gana más dinero.
¿En esto ayuda que las Farc aceptaran sus vínculos con el narcotráfico?
Creo que sí, porque fue un paso equivocado que la razón de sublevarse de las Farc se hubiera ligado al narcotráfico. Eso es imperdonable. No es aceptable a nombre de la izquierda que se alienten narcotraficantes.
Eso plantea el dilema de cuánta justicia sacrificar en aras de la paz…
Es el tema más controvertido. No basta hacer justicia metiendo a la cárcel a los que mataron, porque es necesario que ellos se arrepientan y lo digan. Quizás podrían no ir a la cárcel, pero sí hacer otras cosas como trabajo con la comunidad. Hay que penalizar el crimen, pero quizá de una manera más blanda con la condición de reconocer que se han equivocado. Penas alternativas.
¿Y las víctimas?
Hay algo dramático y es qué justicia se puede hacer para las familias de los asesinados de ambas partes. Nada va a absorber el dolor de las víctimas, por lo que hay que buscar que ellas acepten la situación de paz y estén dispuestas a cooperar con la garantía de la no repetición. Para eso hay que crear un clima de opinión, lo que hace que sea muy importante el convencimiento. La labor de los líderes no es solo ordenar, es de convencer. La razón de la cumbre de la Tercera Vía es mostrar que en el mundo hay mucha gente que está de acuerdo en que se haga la paz. Pero también hay que convencer a las víctimas de los dos lados.
DANIEL VALERO
Redacción Política

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