Las alarmas están prendidas: departamentos como La Guajira padecen una crisis humanitaria por la inclemente ola de calor, que amenaza con extenderse a todo el país.
Dos columnistas hablan sobre cómo influyen la mano del hombre y la naturaleza en este fenómeno ambiental.
No es El Niño, son ustedes los corruptos
La naturaleza es incorruptible. Nada ni nadie puede pasarle una platica para que haga llover o para que salga un incesante sol. Tampoco se le puede amedrentar con bandas narco-paramilitares para que de un momento a otro las plantas vuelvan a florecer. No, la naturaleza no funciona de la manera mafiosa en que opera gran parte de nuestro país y por eso estamos destinados a morir en este país.
Las imágenes son devastadoras y las cifras también. La Guajira, Magdalena, Atlántico, Córdoba, Sucre y Cesar son los departamentos más afectados por la falta de agua. Las autoridades hablan ya de más de 35 mil reses muertas y los arroceros de pérdidas cercanas a los 7 mil millones de pesos. Pero también la tragedia es humana. En 120 municipios de la costa hay alerta roja por la situación y lo peor es que muchos de ellos consideran que no tener agua hace parte de la normalidad.
Pero es equivocado pensar que la falta de agua y la sequía es únicamente culpa de la situación climática que se vive en el país y en el mundo. La realidad es que en Colombia ha existido dinero para defender los recursos hídricos y proveer de agua a las regiones más vulnerables, pero simplemente se lo han robado los gobiernos locales de turno que se hacen elegir con buses de votantes comprados y acciones mafiosas para defender sus rutas de narcotráfico y contrabando.
Según un informe de Carlos Barragán, de la Unidad Investigativa de Noticias Caracol, 22 años después de la instalación de una política para cuidar los páramos, en la que se destinaron más de 10 billones de pesos, solo se puede concluir que todo fracasó. Lo más grave es que en todo ese tiempo las condiciones climáticas globales han empeorado y se han hecho mas difíciles para los humanos. Los veranos son más calientes, los inviernos más duros y las sequías más severas y en Colombia no hemos hecho nada para protegernos de la esa realidad ambiental.
Esta aproximación corrupta e ignorante frente al problema del medioambiente solo demuestra lo salvajes que algunos colombianos pueden llegar a ser. Porque solo es de irracionales robarse la plata y los proyectos que estaban destinados a entregar lo más básico a las poblaciones mas necesitadas. Haberse robado ese dinero y no haber hecho nada para evitar la tragedia que se avecina solo puede considerarse homicidio culposo. Sin agua nadie puede vivir, ni siquiera aquellos que se quedaron con el dinero que debió ser usado para protegerla.
Luis Carlos Vélez * Director de Noticias Caracol
El agua en Colombia I
Cuando insistimos en que Colombia es uno de los países más ricos en agua, ocultamos, por lo menos, seis verdades: que esa agua no se distribuye por igual en todo el territorio, que la lluvia en Colombia depende del movimiento irregular de la zona de convergencia en donde se enfrentan los vientos alisios, que el clima global está cambiando, que la contaminación de las corrientes originada en la población urbana es cada día más intensa y extensa, que la abundancia del agua también produce desastres ecológicos y socioeconómicos y que la deforestación y los cultivos limpios en las laderas impiden que el agua llovida llegue hasta las quebradas y los ríos.
El Ideam, instituto encargado de los estudios del clima y de las aguas, ha explicado varias veces que el 80% de la población está asentado en cuencas con déficit de agua y que 495 municipios tienen problemas de oferta de agua potable. Sin embargo, continuamos incentivando la construcción en todas partes, sin tener en cuenta los índices municipales de vulnerabilidad y el mapa de aridez, que nos informan en donde sería más racional incentivar el aumento de la población.
La zona de convergencia intertropical se mueve de sur a norte y de norte a sur, irregularmente. En ocasiones la temporada de lluvias se demora meses en llegar, como ha sucedido este año. Los fenómenos de El Niño y La Niña, que dependen de la temperatura del agua en el océano Pacífico, agregan complejidad e incertidumbre a la situación. En la Región Andina, plena de pliegues y repliegues, el movimiento de las nubes está también ligado a las corrientes de aire que ascienden del fondo de las cuencas y de la vegetación que las cubre.
Los cambios en el clima del planeta posiblemente estén ya agravando la incertidumbre en los microclimas colombianos. Hay estudios que indican que Colombia es muy vulnerable a estos cambios por sus largas costas en dos océanos y por su dependencia en los depósitos de agua en las nieves que creíamos perpetuas y en los depósitos naturales de los páramos.
El agua que llueve en las cordilleras se contamina rápidamente debido a la concentración de la población en la cuenca Magdalena-Cauca. Los más de 30 millones de habitantes de esta cuenca han conformado subregiones con densidades de población más altas que las de países montañosos europeos, como Austria y Suiza. Las aguas usadas por estos colombianos contaminan la casi totalidad del sistema hídrico que desciende hasta la Región Caribe y el mar Caribe. Las otras dos verdades agravan la situación, como lo explicaré en otra columna.
Julio Carrizosa * Exdirector del Inderena
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