Se puede deducir que en esta bancada no se moverá una sola hoja, no se hará ninguna intervención, debate de control político o algo similar, sin la bendición del jefe.
Difícil hacer pronósticos sobre la forma como funcionará este nuevo Congreso de la República, porque hasta ahora solo se cuenta con lo que sucedió en su instalación el pasado 20 de julio en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional. Pero al recordar ese adagio popular, “Con el desayuno se sabe cómo será el almuerzo”, es posible aventurar algunos comportamientos de ciertos sectores en lo que será el Legislativo 2014-2018.
El hecho realmente novedoso es la llegada de uno de los expresidentes más polémicos que ha tenido el país, Álvaro Uribe Vélez, no solo como senador de la República, sino acompañado de otros 20 senadores y 19 representantes. Por ello, es su comportamiento el que amerita ser observado cuidadosamente, pues esos detalles en su forma de actuar pueden dar alguna luz sobre el tipo de Congreso que tendrán los colombianos en este nuevo período presidencial que se inicia el 7 de agosto.
En la sesión inaugural del 20 de julio, la forma como actuó la bancada del Centro Democrático y su cabeza debe ser considerada porque habla por sí sola. Al seguir este evento, es claro que a Álvaro Uribe le queda muy difícil ser solo senador, y para ser honestos, mucha gente, inclusive opositores, lo trata no como colega sino como expresidente. La razón, es la primera vez que esto sucede en la historia reciente del país. Sin duda, es una figura pública con tal peso político que ni siquiera los congresistas más destacados le pueden competir. Posó y se tomó fotos como estrella de cine. Bien por él, que es una persona con muchos seguidores.
Lo que sí fue curioso y amerita una lectura más perspicaz fue el comportamiento de su bancada. Como si el lema fuera “Todos para uno y uno para todos” (Uribe, sin duda), sus congresistas se movían de una manera tan insólita que daban la impresión de que hubieran sido previamente adiestrados. Es decir, se puede deducir, con pocas posibilidades de equivocación, que en esta bancada no se moverá una sola hoja, no se hará ninguna intervención, debate de control político o algo similar, sin la bendición del jefe. Es decir, más que bancada, los miembros en el Congreso de la República del Centro Democrático se comportan, de acuerdo con lo que se vio, como una secta, definida por la Real Academia como “conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica”. ¿Queda alguna duda? En forma disciplinada, ninguno se salió de la fila: no se levantaron a aplaudir al presidente Santos cuando terminó su discurso, como sí lo hizo el resto de parlamentarios. De entrada, el mensaje fue claro: no apoyamos nada que venga de Santos, que es una manera de demostrar que ‘guerra es guerra’.
Los que conocemos el desorden del Congreso, la dificultad de ser vocero de una bancada, la independencia con que se mueven sus miembros –porque son elegidos legítimamente por el pueblo– identificamos un nuevo elemento que va más allá de tener que lidiar con una acérrima oposición de derecha que se suma a la beligerancia de la izquierda. Algunas de las características de este sector político son evidentes: como toda secta, habrá cero autocrítica y, por consiguiente, nada de flexibilidad, lo que hará imposible debatir para construir lo que el presidente Santos planteó: buscar la reconciliación para avanzar en su prioridad, la paz.
No se desgasten en explorar las opiniones de los 39 congresistas uribistas, porque realmente solo habrá un senador y un solo representante: la cabeza del Centro Democrático. Lo que le queda al próximo gobierno es demostrar una gran habilidad política para que esta dura y unificada posición del Centro Democrático sea una real minoría. Es decir, si efectivamente el desayuno se parecerá al almuerzo, con lo que tendrá que enfrentarse el presidente Santos y todo su gobierno no es con una oposición de extrema derecha sino con una secta cuya cabeza es Álvaro Uribe Vélez.
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Cecilia López Montaño
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