viernes, 18 de julio de 2014

La nueva oposición....

ELESPECTADOR.COM,  JUAN GABRIEL VÁSQUEZ 17 JUL 2014 
Juan Gabriel Vásquez




Se hablan en todas partes de la “nueva derecha” que llegará al Congreso de la mano del Centro Democrático. Se habla con sorpresa, como si esa derecha fuera de verdad nueva. Y no: no lo es. Es la misma derecha de tintes ocasionalmente extremos que en algunos momentos del siglo XX fue hegemónica y en otros minoritaria, pero que siempre ha compartido cartel con la derecha moderada y legalista: es decir, central y democrática. Se habla además de esta fuerza nueva como si no hubiera quedado fatalmente desgastada por la última campaña. Pero sí: sí quedó fatalmente desgastada. Una de las consecuencias más evidentes de las últimas elecciones fue la pérdida violenta de credibilidad que sufrió el Centro Democrático; hoy todo el mundo o casi todo el mundo está de acuerdo en que a Santos lo reeligieron conversos de última hora, y siempre será un misterio para mí que al Centro Democrático le parezca bien eso. “Es que a Santos lo reeligieron votantes que no eran santistas”, dicen para menospreciar la victoria del presidente en ejercicio. No se dan cuenta de que eso sólo demuestra cuántos de sus propios votantes acabaron desertando.
El Centro Democrático nace con la credibilidad diezmada. No me alegro, porque pienso sin cinismo que a este país le hace falta una oposición seria. Pero no será el partido de Uribe el que la proponga: no es seria la incultura pendenciera de María Fernanda Cabal; no es serio Zuluaga, de quien se supo que no era bueno ni para decir mentiras; no es serio Uribe, a pesar de su ceño fruncido. Hay que ver, por ejemplo, sus declaraciones más recientes. Dice el senador Uribe que en este gobierno no se respeta la independencia de las instituciones. Dice el senador Uribe: “El principio fundamental del Estado de Derecho es el principio de la participación de la ciudadanía y el principio que tiene que dar ejemplo es el principio de sometimiento del servidor público a la Ley”. Dice muchas cosas, este senador Uribe, y dirá muchas cosas en los próximos cuatro años. La pregunta es: aparte de sus incondicionales, que son muchos, ¿habrá alguien que se lo tome en serio?
No lo creo. Nadie puede tomarse en serio al senador que ahora reclama independencia de las instituciones cuando hace poco, en su gobierno, se compraba el voto de los congresistas con notarías y se espiaba a los jueces de la Corte Suprema. Tampoco puede nadie tomarse en serio al senador de la última parrafada, que he transcrito tal como la encontré en este periódico. La declaración, como suele suceder en el caso de Uribe, es confusa; pero lo que parece un chiste es lo del sometimiento del servidor público a la ley, que Uribe enarbola sin ruborizarse aunque en este momento hay tres de sus servidores públicos huyendo de la ley como de la peste. Eso es lo que no me parece claro: que de cara a las elecciones de 2015 vuelvan a tomarse en serio a Uribe los que en las elecciones pasadas dejaron de hacerlo. Esos votantes conversos, los que abandonaron el barco del uribismo ante los desmanes absurdos —las calumnias, la guerra sucia— de su capitán, son los que definirán buena parte del escenario político. Mientras tanto, Uribe ya está diciendo que no tiene garantías. También por eso es tan difícil tomárselo en serio.

  • Juan Gabriel Vásquez | Elespectador.com

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