Votar por la derecha representa un riesgo en relación con los derechos de las mujeres.
Si para la primera vuelta algunas de ustedes lo dudaron, ahora tenemos que votar por el presidente-candidato. Cualquier otra decisión: la abstención, el voto en blanco o votar por el candidato de la derecha, digo, de la extrema derecha, representa un riesgo demasiado doloroso en relación con los derechos de las mujeres, que la gran mayoría de nosotras no estamos listas a asumir. Muchas veces la historia nos ha enseñado que todo lo que hemos ganado con tanta dificultad es siempre susceptible de perderse. Y esa es exactamente la posibilidad que se nos presenta en esta segunda vuelta si no tomamos la buena decisión.
Ustedes me dirán que ya no creen en la política institucional, que nos han engañado e ignorado muchas veces; ustedes me dirán que lo logrado en las últimas décadas no ha sido precisamente gracias a los políticos de turno, sino a la terquedad y convicción de un movimiento de mujeres ahora consolidado, y a los aportes del feminismo, cada vez más difíciles de ignorar para la política institucional.
Tal vez tengan algo de razón, pero les puedo asegurar que, si no existe un mínimo de voluntad política para respaldarnos, no será posible el reconocimiento de la deuda histórica que aún tiene el país con nosotras. No será posible fomentar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres si no existen mínimos democráticos que respalden algunos de nuestros sueños para volvernos ciudadanas plenas y de tiempo completo.
Los sueños no nos pueden abandonar, ni las ganas de seguir avanzando; la innegable convicción de que somos personas autónomas no nos puede abandonar. No dejemos que vuelvan a colonizar nuestras mentes, a controlar nuestros cuerpos y nuestra sexualidad. No dejemos que decidan sobre nuestra intimidad y que nos culpabilicen de haber abierto la puerta de la casa para llegar a la plaza pública buscando participar en la administración de un mundo que está hecho para hombres y mujeres.
No dejen que la Iglesia, las iglesias, y un Estado confesional de derecha decidan por ustedes. No retrocedamos en lo que significa responsabilidad y autonomía, en lo que significa ser sujetas de derecho en un Estado de derecho. Las mujeres colombianas hemos crecido, nos hemos empoderado –miren el resultado de las dos mujeres candidatas a la Presidencia– y sabemos hoy con más claridad lo que queremos para el país, para nosotras, para nuestras hijas e hijos. Este sueño de un país que busca construir una paz posible ya no está tan lejos, como hace algunos años.
Cuántas veces nos hemos encontrado en largas marchas para gritar que no queremos seguir pariendo un solo hijo más para la guerra. No queremos seguir curando los cuerpos violentados de nuestras hijas, no queremos seguir llorando más muertos en esta insensata e interminable guerra. Sabemos que lo que nos espera después de una posible terminación del conflicto no será fácil y, probablemente, no ausente de dolor y de múltiples obstáculos, pero estamos dispuestas a vivirlo porque sabemos el valor ético de la vida, de su defensa y de lo que hay que hacer día a día para mantenerla, y esto no nos asusta.
Mujeres colombianas: en esta difícil coyuntura, no tenemos el derecho a equivocarnos. No podemos arriesgar todo lo que con tanta dificultad logramos hacer realidad para existir en el sentido moderno de la palabra, para existir en un mundo muy poco pensado para nosotras. Mujeres colombianas: nada de voto en blanco, nada de abstención, porque es dejar que otros y otras decidan por nosotras. Ejerzamos nuestra ciudadanía. Votemos por Juan Manuel Santos.
Florence Thomas
Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad
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