Se equivoca de manera crasa la izquierda colombiana,
especialmente aquélla que representa el senador Jorge Enrique Robledo,
al optar por el voto en blanco en la segunda vuelta de
las elecciones presidenciales. Nada más alejado del ideario de
la izquierda que privilegiar los intereses del Partido, o de una figura pública
en desmedro del colectivo. Ignora u omite el Polo Democrático Alternativo
y el senador, la responsabilidad histórica que tiene frente a
sí prefiriendo resguardar su imagen, aunque eso signifique el avance
rampante de la extrema derecha en Colombia.
Alguien le tiene que recordar al Polo que por primera vez en la
historia de Colombia, la izquierda tiene semejante caudal electoral, y eso no
debería suponer el fortalecimiento de la vanidad, sino más bien el incremento
constante de la responsabilidad social.
El
influyente filósofo francés Gilles Deleuze definió a alguien de
izquierda como aquel que ve antes el entorno y luego al individuo, primero el
colectivo después el particular. El senador Robledo y y la
candidata Clara López han optado por engrandecer su imagen con una supuesta
dignidad de izquierda, que los aleja de eso que de manera elemental
recordó en su tiempo Deleuze. Es decir, si la izquierda pensara en el colectivo, y no en sus
cuadros o en el Partido, es probable que haciendo abstracción de un purismo
ideológico que ahora reivindica, hubiese invitado a sus votantes a decidir por
la paz.
¿Es
válido el argumento de que los Partidos no pueden imponerse sobre sus
militantes con una opción de voto, y más bien deben dejarlo
a la consciencia de cada cual? Absurdo, pues si eso fuera
cierto, no existirían los partidos políticos, ni valdría la pena siquiera
conformarlos. Sería mejor que cada individuo en su fuera interno tomara su
decisión.
Por esencia la izquierda debe privilegiar una voz unida que encauce
el voto de militantes o simpatizantes, pero resulta arrogante y no
menos egoísta, permitir que un argumento tan poco político como el de la
consciencia (más vinculado a los religioso) prolifere. Nunca habrá suficientes
repeticiones, ni será redundante: la izquierda cree en lo social y en lo
público por encima de lo individual, por ende, un movimiento que se
clasifique como tal no puede renunciar a la acción colectiva.
Marie
Le Pen (quien había propuesto aislar a la población con VIH positivo, había negado
el Holocausto judío y criticado a la selección francesa por tener pocos
jugadores blancos) llegó a la segunda vuelta contra Jacques Chirac. En ese momento, toda Francia se
unió para evitar el ascenso de ese movimiento, y de lado quedaron las
vanidades de cada uno de los partidos políticos que veían en Le Pen un ideario
incompatible con la democracia francesa. Le Pen apena obtuvo 17% de los votos.
¿Por qué a la izquierda colombiana le cuesta
tanto abandonar su superioridad moral? Se trata de un ego que muestra su
peor cara, aquélla que se niega a avanzar.
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