SEMANA.COM, Por María Jimena Duzán
Son tres las ‘grandes mentiras’ que han calado como un credo en todos los estratos de este país.
Foto: Foto: Guillermo Torres - Semana
Si fuera por la claridad de las ideas expuestas en los debates, Clara López debería haber sido la candidata más votada en esta primera vuelta. Pero lastimosamente este país no está atrapado por las ideas sino asediado por una ultraderecha que quiere volver al poder para refundar la patria.
La gran sorpresa es la altísima votación que ha tenido la ultraderecha uribista en todos los estratos, pero sobre todo en los altos y medios, donde Uribe ha ido recapturando adeptos mostrando que tiene la posibilidad de llegar a ganar en la segunda vuelta. A ninguno de esos nuevos votantes les importó el pasado de Uribe, el hecho de que la mayoría de sus colaboradores cercanos estuvieran encarcelados o extraditados por vínculos con el narcotráfico ni que hubiera intentado quedarse en el poder luego de haberle torcido el pescuezo a la Constitución con el articulito que aprobó la reelección. Ni siquiera les ha asustado esta versión de Uribe 2014, sin duda mucho más radical que la versión 2002 o 2006, en la que queda muy claro su desprecio olímpico por la Justicia y las instituciones: si no ganamos, no vamos a reconocer las elecciones; sí hay pruebas de que entraron 2 millones de dólares provenientes del narcotraficante Comba a la campaña de Santos de 2010 pero nos las guardamos porque no reconocemos a la Fiscalía; si ganamos vamos a cambiar la Justicia para “despolitizarla”. Léase para que no quede un solo juez o magistrado que se atreva a investigar a los familiares de Uribe ni a sus colaboradores cercanos.
¿Qué es lo que le está pasando a la sociedad colombiana como para que un candidato de extrema derecha esté sumando adeptos entre gente educada y pensante?
La respuesta a este interrogante puede estar en el éxito con que Uribe ha utilizado el método de la ‘Gran mentira’, plasmado por Adolf Hitler en su credo autobiográfico, Mi lucha, considerado como uno de los manuales clásicos de propaganda política. En ese libro, Hitler afirma que el objetivo de la propaganda es convencer a las masas y ganar adeptos y que para lograrlo había que recurrir a una mentira monumental. Hitler sostenía que solo las mentiras descomunales y no las pequeñas eran creíbles por la masa y que una vez escogidas debían ser repetidas una y otra vez hasta el cansancio con el objetivo de que “la gente creyera que el cielo es el infierno y el infierno el cielo”. De esa forma Hitler logró montar en Alemania una poderosa coalición de obreros sin empleo, de industriales del carbón quebrados y de financieros descontentos con la banca judía, diez años antes de que se declarara la Segunda Guerra Mundial y se produjera el Holocausto.
Yo no voy a cometer la desfachatez de comparar a Álvaro Uribe Vélez con Hitler, pero sí creo que Uribe en su forma de hacer política recurre al método de la ‘Gran mentira’ y que su radicalización lo está convirtiendo en el líder de una ultraderecha peligrosa sin parangón en nuestra historia. Son tres las mentiras que han calado como un credo en todos los estratos de este país: la primera, que Santos es un gobernante que nos está llevando al castro-chavismo por cuenta de su decisión de abrir un proceso de paz con las Farc.
Santos tiene muchos defectos: es un político que siempre quiere quedar bien con todo el mundo, no se define, tiene problemas como ejecutor y su forma de conectarse con la gente no le ayuda para comunicar ni siquiera sus aciertos. Podrá ser incluso un clientelista consumado, amigo de los Ñoños impresentables de la política, pero lo único que no es, es castro-chavista. Santos es un hombre de derecha, que detesta el marxismo y que es moderadamente reformista. La segunda ‘Gran mentira’ es que Santos le está entregando a las Farc el país en La Habana. En realidad lo que está sucediendo en la isla es que las Farc han acordado con el gobierno una serie de reformas que estaban aplazadas hace 60 años por cuenta del conflicto. Eso no es señal de ninguna entrega de Santos a las Farc, sino lo contrario. Las reformas son para la guerrilla una traición a su credo y una señal de que abandonaron su lucha por cambiar el modelo del Estado. Y las Farc tampoco le ayudaron a Santos. Si lo hubieran hecho no le hubieran puesto el freno a las negociaciones en La Habana, como erróneamente lo hicieron. La tercera ‘Gran mentira’ que ha montado es que toda investigación de la Fiscalía, toda denuncia en los medios contra su campaña o contra miembros de su movimiento o sus parientes, es un complot. Esa es la mentira más monumental de todas porque les abre el peligroso camino para que si ganan cambien de fiscal, de magistrados en las cortes, y refunden la Justicia a su medida. La Justicia la utilizarán para su venganza y para imponernos su ética de cómo hacer periodismo, mientras nos vuelven a chuzar y a convertir en blanco de amenazas y de señalamientos de ser auxiliadores del terrorismo.
El antídoto para derrotar esa propaganda de la ultraderecha no son los ñoños, si no las ideas. Hitler decía que las personas dentro de una masa, “son flojas, cobardes, femeninas, emocionales e incapaces de pensamiento racional” y que había que llenarles la cabeza de esa propaganda para impedir que pensaran y reflexionaran. Es decir, que el único antídoto para evitar que la ultaderecha se tome el poder es atreverse a pensar.
Si Santos no entiende este momento y ejerce un nuevo liderazgo que lo aleje de esos grandes derrotados que hoy es su Unidad Nacional, integrada por el Partido Liberal, Cambio Radical, y lo que le queda de los conservadores, la ultraderecha se va a tomar este país.
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