ELCOLOMBIANO.COM, Por ELBACÉ
RESTREPO | Publicado el 4 de mayo de 2014
En los años que tengo, y reconozco que no me cocino con dos hervores, me
sobran dedos de las manos para contar los casos de las personas que han
resuelto con satisfacción y oportunidad su proceso pensional en Colombia.
Busqué información para entender la razón de la dificultad que implica recibir la pensión por jubilación en estos tiempos, pero encontré una maraña de decretos, leyes, artículos, déficit, porcentajes, PIB, IPC, regímenes (de prima media, de ahorro individual, de transición) y cajas de previsión, entre otros terminachos que poco me aclararon el panorama.
Así que me fui a la otra orilla de las víctimas, donde encontré una angustia inmensa que pide a gritos soluciones urgentes.
"Con profunda desesperanza y desconsuelo me despido de usted, lamentando "haber construido mi futuro entre los dos" y sin esperar respuesta alguna de su parte, dado que no la recibo ni acudiendo a las vías judiciales".
Con estas palabras termina María Claudia una carta al presidente de Colpensiones, aunque bien podrían haberla firmado Inés, Roberto o Ana Gloria, en respuesta a una suya donde le decía que su pensión, embolatada como la de tantos colombianos, "es el fruto del esfuerzo y dedicación de su trabajo, que debe en justicia representar la recompensa de un futuro tranquilo y placentero en compañía de su familia".
¿Futuro tranquilo y placentero? No me suena.
Quien hable de un futuro tranquilo y placentero mientras espera que salga su pensión, con seguridad no ha hecho filas interminables desde altas horas de la madrugada para obtener un ficho en alguno de los puntos de atención de Colpensiones. Tampoco ha padecido la repuesta reiterativa sobre las demoras en los trámites que trasladan la "culpa" al pensionado: "Ah, como usted radicó su documentación en el ISS…". No ha sufrido un sistema frecuentemente caído ni la pérdida inexplicable de semanas cotizadas que desaparecen por arte de magia. No se ha tenido que aguantar la escasa capacitación de los funcionarios sin criterios claros para brindar una completa y veraz información a los usuarios, ni para hacer el reconocimiento de las retroactividades, que nunca aparecen junto a la resolución. No ha tenido que declarar una batalla jurídica de la que sale muy bien librado algún abogado que aduce tener "palancas" dentro de la entidad y que se queda con un oneroso 30 % de lo conseguido con el sudor de la frente de otro.
Los ciudadanos colombianos dizque somos la razón de ser de la mayoría de las entidades, privadas y públicas, con las que tenemos vínculos a lo largo de la vida. Pero en el papel. De ahí a la realidad hay un terreno escabroso por el que caminamos a tientas y en puntillas, con mucho traumatismo y una gran dosis de deshumanización que nos hace sentir la última de sus prioridades. Y Colpensiones no es la excepción.
No habrá futuro tranquilo y placentero para quienes ven pasar los meses, incluso los años, sin que se les resuelva su situación pensional gracias al desorden, el represamiento y los malos manejos de los recursos por parte del Estado en una entidad en la que se vieron obligados a depositar su confianza y sus ahorros.
No se trata precisamente de un regalo, sino de un derecho adquirido por el trabajador durante su vida laboral. Y lo peor, para ser bien redundante, es que tiende a empeorar. No es por desanimarlos.
Busqué información para entender la razón de la dificultad que implica recibir la pensión por jubilación en estos tiempos, pero encontré una maraña de decretos, leyes, artículos, déficit, porcentajes, PIB, IPC, regímenes (de prima media, de ahorro individual, de transición) y cajas de previsión, entre otros terminachos que poco me aclararon el panorama.
Así que me fui a la otra orilla de las víctimas, donde encontré una angustia inmensa que pide a gritos soluciones urgentes.
"Con profunda desesperanza y desconsuelo me despido de usted, lamentando "haber construido mi futuro entre los dos" y sin esperar respuesta alguna de su parte, dado que no la recibo ni acudiendo a las vías judiciales".
Con estas palabras termina María Claudia una carta al presidente de Colpensiones, aunque bien podrían haberla firmado Inés, Roberto o Ana Gloria, en respuesta a una suya donde le decía que su pensión, embolatada como la de tantos colombianos, "es el fruto del esfuerzo y dedicación de su trabajo, que debe en justicia representar la recompensa de un futuro tranquilo y placentero en compañía de su familia".
¿Futuro tranquilo y placentero? No me suena.
Quien hable de un futuro tranquilo y placentero mientras espera que salga su pensión, con seguridad no ha hecho filas interminables desde altas horas de la madrugada para obtener un ficho en alguno de los puntos de atención de Colpensiones. Tampoco ha padecido la repuesta reiterativa sobre las demoras en los trámites que trasladan la "culpa" al pensionado: "Ah, como usted radicó su documentación en el ISS…". No ha sufrido un sistema frecuentemente caído ni la pérdida inexplicable de semanas cotizadas que desaparecen por arte de magia. No se ha tenido que aguantar la escasa capacitación de los funcionarios sin criterios claros para brindar una completa y veraz información a los usuarios, ni para hacer el reconocimiento de las retroactividades, que nunca aparecen junto a la resolución. No ha tenido que declarar una batalla jurídica de la que sale muy bien librado algún abogado que aduce tener "palancas" dentro de la entidad y que se queda con un oneroso 30 % de lo conseguido con el sudor de la frente de otro.
Los ciudadanos colombianos dizque somos la razón de ser de la mayoría de las entidades, privadas y públicas, con las que tenemos vínculos a lo largo de la vida. Pero en el papel. De ahí a la realidad hay un terreno escabroso por el que caminamos a tientas y en puntillas, con mucho traumatismo y una gran dosis de deshumanización que nos hace sentir la última de sus prioridades. Y Colpensiones no es la excepción.
No habrá futuro tranquilo y placentero para quienes ven pasar los meses, incluso los años, sin que se les resuelva su situación pensional gracias al desorden, el represamiento y los malos manejos de los recursos por parte del Estado en una entidad en la que se vieron obligados a depositar su confianza y sus ahorros.
No se trata precisamente de un regalo, sino de un derecho adquirido por el trabajador durante su vida laboral. Y lo peor, para ser bien redundante, es que tiende a empeorar. No es por desanimarlos.
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