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A otros que no les da ni vergüenza es a los magistrados que cambian de Corte. Están en una y buscan apoyo entre sus compañeros, que son sus amigos, para pasar a otra.
Pedro Munar pasó de la Suprema a la Judicatura; Nilson Pinilla pasó de la Suprema a la Constitucional.
Resulta que a Pinilla se le vence el periodo en junio de este año. ¿Saben quién aspira a reemplazarlo? ¡La magistrada presidenta de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, doctora María Mercedes López! Ni siquiera se le ha terminado su periodo en Judicatura, pero quiere aprovechar la vacante y su poder actual, que por supuesto es transitorio, ¡nada menos que como presidenta de la Sala Disciplinaria, que vigila y sanciona a los jueces de la República!
Desde hace tres semanas está en la tarea de visitar a cada uno de sus colegas de la Corte Suprema de Justicia, a quienes les explica por qué quiere ser magistrada ¡nada menos que de la Corte Constitucional! Hay 43 candidatos, pero la magistrada López aventaja en esta puja a juristas como la fiscal delegada ante la Corte Suprema, Martha Lucía Zamora; la actual secretaria de la Constitucional, Martha Victoria Sáchica; al procurador delegado Carlos Arturo Ramírez y la viceministra de Justicia, Piedad Amparo Zúñiga, quienes no cuentan con las facilidades de «lobby» de la magistrada López.
El magistrado de la Corte Constitucional de nuestro cuento me comentó: «¡Otra vergüenza!».
Desde hace tres semanas está en la tarea de visitar a cada uno de sus colegas de la Corte Suprema de Justicia, a quienes les explica por qué quiere ser magistrada ¡nada menos que de la Corte Constitucional! Hay 43 candidatos, pero la magistrada López aventaja en esta puja a juristas como la fiscal delegada ante la Corte Suprema, Martha Lucía Zamora; la actual secretaria de la Constitucional, Martha Victoria Sáchica; al procurador delegado Carlos Arturo Ramírez y la viceministra de Justicia, Piedad Amparo Zúñiga, quienes no cuentan con las facilidades de «lobby» de la magistrada López.
El magistrado de la Corte Constitucional de nuestro cuento me comentó: «¡Otra vergüenza!».
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