Ya lo vimos: las elecciones para el Congreso dejaron muy claro que los colombianos no están inmersos dentro de la cultura electoral: el destino de un organismo tan fundamental para una democracia, como el Congreso, que decide sobre la paz y la guerra, la salud y la educación, la justicia y el control político, se dejó a la deriva: millón y medio de votos anulados y una abstención del más del 50% son un panorama terrible.
Con todo y que las curules fueron conseguidas con el sobrepaso del umbral, la generalidad muestra a un Congreso, en mucho, ilegítimo. Y si no ilegítimo, por lo menos uno que no representa a gran parte de la sociedad. Y esto es grave.
Sabemos de antemano que este nuevo Legislativo dará debates trascendentales, con posiciones útiles para el curso de las cosas. Que tendrá líderes importantes que no servirán como un apéndice del Gobierno, sino estarán ahí para cuestionarlo, para enriquecer las propuestas. De eso no nos cabe duda. Pero siempre quedará flotando la pregunta sobre si estos líderes lo son de la entera sociedad colombiana. Lo dudamos. Las mismas elecciones que los escogieron, de hecho, demuestran que no lo son.
Muchos estudios se han hecho en Colombia para definir por qué la gente no sale a votar. Condiciones geográficas y de clima ayudan mucho a subir las cifras, pero es, sobre todo, la apatía o el sentimiento de que no vale la pena hacerlo. Que la indignación social que en Colombia se siente se transforme en una abstención categórica es, lo hemos dicho, una necedad: no ir a votar significa que las maquinarias se tomen las urnas y resulten elegidos los mismos políticos de siempre, de los que tanto nos quejamos el resto del tiempo. Es un doble castigo inútil. Siempre que haya una abstención tan alta, habrá oportunidad para que los votos comprados o heredados o sacados a la fuerza sean los que ganen la partida.
Pero esa es una parte. El voto anulado es otra. Y eso ya no demuestra desinterés, sino un total desconocimiento del procedimiento democrático. Es una cifra demasiado alta que revela que, mucho más allá de la voluntad de ejercer un derecho, hay una falla a la hora de su implementación. Algo no funciona. Estas personas terminaron, de manera involuntaria, por no elegir a nadie. Y era evidente, por demás, con solo echarse una pasada por las filas de las urnas en la jornada del pasado domingo, que las personas no sabían bien cómo funcionaba. En muchos casos ni siquiera sabían quiénes eran los candidatos. Todo esto que faltó en las pasadas elecciones es de una importancia indudable. Y más teniendo en cuenta que estamos en una etapa muy avanzada de nuestra vida republicana.
¿Qué se puede hacer? Ha surgido el debate de volver obligatorio el voto, mucho más allá de brindarle al ciudadano un incentivo positivo. Desde aquí nos hemos opuesto en el pasado a que una opción, un derecho, se convierta de buenas a primeras en una acción obligatoria para los ciudadanos. Estos son libres de decidir y no se trata de volverlos buenos electores a la fuerza. Sin embargo, encontramos provechoso que se vuelva a abrir este debate, en el entendido de que es necesario encontrar un mecanismo que permita una cultura electoral más consciente. Ese o, como creemos conveniente, alguno otro menos autoritario que nos permita formar ciudadanos más despiertos que comprendan sus responsabilidades con el país.
Falta mucho. Es la hora de que, entre todos, encontremos la forma de que una democracia más saneada y representativa sea posible.
Varios temas en el artículo. Estoy convencido que muchas veces los votos nulos son producto de la acción inescrupulosa para quitarle votos a quienes no son sus candidatos. Es decir, desde adentro, por ejemplo jurados en muchas partes del pais, anulan los votos válidos de quienes no simpatizan.
ResponderEliminarOtro punto del artículo es la abstención. Es fruto de la ignorancia política que tiene Colombia. La gente no sabe que al no votar está ayudando a las grandes maquinarias y corruptos que siempre critican y culpables de que no quieran salir a votar. Los apolíticos se convierten en cómplices de los criticados
ResponderEliminarSobre el voto obligatorio. Fundamental para Colombia su aprobación. Los apolíticos en su mayoría son quienes más disfrutan de los beneficios de la democracia y quienes más la perjudican con su abstención. Quitarles subsidios, descuentos, casas gratis, impuestos, etc, si no votan soluciona todos los problemas de la abstención. Sería bueno estudiar quitarles Sisben y tendriamos una votación por encima del 70%.
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