viernes, 6 de junio de 2014

RICARDO SILVA ROMERO:..EJEMPLO...

ELTIEMPO.COM, Por: Ricardo Silva Romero,  5 de junio de 2014


Ricardo Silva Romero


No es fácil superar que el uribismo quepa en Colombia pero Colombia no quepa en el uribismo.

Por ejemplo: el compasivo Antanas Mockus. Sobrevivió a la cruel pero aleccionadora campaña presidencial del 2010. Encaró a un contendor implacable: a Santos vigilado por Uribe. Soportó a punta de mantras la guerra sucia de “la familia de la política”, pero el grito “no todo vale” y la súplica “la vida es sagrada”, que enmarcaron su candidatura, fueron frustrándose bajo las carcajadas de los caciques. Y sin embargo en las elecciones de hoy, en vez de repetir la calumnia perfecta “Uribe y Santos son iguales”, está respaldando sin rodeos la reelección de su antiguo rival porque está en juego el proceso de paz, porque no podemos morir confundiendo “terrorismo” con “conflicto”, y este es el momento de probar que para hacer política no hay que ser ni tener un candidato.
Se lo pregunto cara a cara el martes en la tarde: no solo por qué ha tomado partido, a cambio de nada, por su frívolo e inescrupuloso antagonista de hace cuatro años, sino cómo logró sobreponerse a las infamias de esa campaña hasta sentarse a redactar la frase “vamos a votar por Santos sin traicionar nuestra conciencia”. Su respuesta es un autorretrato lleno de humor en el que recuerda que es un bicho raro, que aún le sorprende que seamos tan patriotas pero tan mezquinos, que todavía le enfurece el autoritarismo que juega con los derechos de la gente, que en los formularios sigue prefiriendo escribir “profesor” a “político”, pues no logra creerse el cuento, pero a veces se cruza en el barrio con algún niño desinformado que le dice “buenos días, presidente”.
“Y siento que puedo servir y que no quiero perderme esta paz que va en serio porque a la política me trajo la idea de que somos mejores de lo que creemos”, me dice.
Qué alivio que no menosprecie al uribismo que quiso aplastarlo. Qué bueno que pueda decir que Santos “está haciendo la paz que yo no hubiera podido hacer”. Qué raro que no odie a la guerrilla que lo amenazó de muerte. Qué importante que sepa que su campaña del 2010 cometió el error de creer que el que no estuviera allí era indecente. Qué oportuno que esté haciendo política, sin adhesiones ni pactos, en nombre de la confianza perdida, en busca de un pasado en común que no sea un lastre, y a la espera de símbolos que prueben que lo más rentable es la convivencia.
Y qué bien que no sea neutral. No es fácil serlo si uno conoce periodistas espiados, críticos tildados de terroristas, magistrados amenazados, políticos estigmatizados, víctimas injuriadas a punta de eufemismos (los ‘falsos positivos’ de Soacha “no salieron a recoger café”, se dijo) en el interminable gobierno pasado. No es fácil superar el hecho de que el uribismo quepa en Colombia pero Colombia no quepa en el uribismo. Ya sé que estas elecciones deberían tratarse de muchas cosas más, muchas más que Uribe y la guerra y las Farc, pero dígaselo usted a los sobrevivientes de la UP, a los fantasmas de Bojayá, a la comunidad de paz de San José de Apartadó.
De vez en cuando nos gusta Colombia, sí, pero nos hemos acostumbrado a que no sea problema nuestro. Somos buenos para hacerles barra a los ciclistas, pero malos para pedalear. Reelegir al uribismo, ese atajo a la seguridad de la caverna, es quitarse el peso de la democracia de encima. Reelegir a Santos no es, en un curioso giro del destino, librarse de nada, sino tomar ese camino largo –sin constituyentes ni juicios finales populistas– en el que está en nuestras manos exigir un gobierno responsable que defienda lo público, respete la vida y proteja la Constitución del 91: por ese camino vota Mockus.
Puede ser que, sin embargo, el uribismo retome el poder: son esas las reglas del juego. Quiera el Dios de los puros y los indiferentes que dentro de cuatro años siga habiendo juego.
www.ricardosilvaromero.com
Ricardo Silva Romero

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