Por estos días, se celebraron por parte de la guerrilla los 50 años de las Farc. Nacen después del bombardeo de la autodenominada ‘república independiente’ de Marquetalia, y muy pocos años después del aparente fin de la guerra fratricida gestada por el conflicto entre liberales y conservadores, conocido como la ‘violencia en Colombia’. Eran unos pocos hombres y mujeres comandados por el excontratista de obras públicas y exguerrillero liberal, Manuel Marulanda Vélez, más conocido como ‘Tiro fijo’.
Previo al bombardeo, se había propuesto una negociación apoyada por todos, menos por el cardenal Concha Córdoba, a nombre de la Iglesia Católica colombiana, en la que desautorizó las gestiones de paz adelantadas por dos curas: Camilo Torres y su compañero en Lovaina de apellido Pérez, junto con un abogado librepensador, Eduardo Umaña Luna. Las condiciones para la desmovilización eran irrisorias desde el punto de vista económico, pero con consecuencias políticas y sociales que seguramente nos hubiesen evitado medio siglo de conflicto.
El narcotráfico no existía, los paramilitares y narcopolíticos tampoco. Lo que sí permanecía era una profunda desintegración social, una clase dirigente que, como siempre, se ha considerado dueña del país, de las tierras y de la riqueza. La ‘mermelada’ se la repartían entre liberales y conservadores en el denominado Frente Nacional.
Crecieron las Farc, se crearon aparentemente legales en Antioquia, bajo la gobernación del señor Álvaro Uribe, las denominadas Convivir, las cuales rápidamente se convirtieron en ese terrible aparato de exterminio, conocido como el paramilitarismo, apoyado por grandes hacendados, políticos y parte de las Fuerzas Militares. En el medio: la sociedad civil. La violencia de las armas, la agresión económica y política produjo lo que tenía que producir: 4 millones de desplazados y cientos de miles de muertos, delitos de lesa humanidad, niveles de violencia que avergüenzan.
Se hizo la paz con algunos grupos guerrilleros, entre ellos el M-19 y el Epl. Se intentó con las Farc, y la sola posibilidad de acabar el rentable negocio de la guerra, conllevó al genocidio masivo de cerca de 4.000 militantes de la Unión Patriótica, que se suponía sería el brazo político de las Farc, cuando se firmará la paz.
Posteriormente, la farsa de El Caguán. Los actores de la guerra sin excepción, la aprovecharon para fortalecerse militarmente. Hasta un documento originalmente redactado en inglés, supongo que por los norteamericanos, llamado Plan Colombia, en principio con el objetivo de combatir el narcotráfico y después dedicado a combatir la subversión: ‘más gasolina para el incendio’. Después Uribe. El presupuesto para la guerra se multiplicó geométricamente. No se derrotó a la guerrilla.
Ahora, hay un proceso de paz que ha avanzado más que todos en la historia. No es cierto lo que dicen algunos sectores de la izquierda, cuando afirman que no importa por quién votar. Sin embargo, yo confió en que los más mantengamos el proceso de paz, después, en democracia, cambiaremos la política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario