En las últimas décadas, la globalización de la economía ha significado la ruptura de muchos preceptos. Se dejó de lado el modelo proteccionista de la economía, que en varios casos creó monopolios artificiales y en otros degeneró productos de baja calidad y alto precio, y se entró en un nuevo ámbito, que además de abrir puertas a la competencia foránea, incorpora el concepto de sostenibilidad social.
En este espacio, las empresas han entrado en un marco competitivo en el cual el enfoque de reducir precios (disminuir costos) y mejorar la calidad, va de la mano de mantener una producción compatible con el bienestar de los trabajadores, sus familias y la sociedad, en general, así como el cuidado y respeto por el medio ambiente, modelo pregonado desde hace varios años, como responsabilidad social empresarial.
De esta forma, sorprenden propuestas en las que se quiera buscar competitividad en desmedro de la sostenibilidad social, como lo plantearon algunos gremios a las campañas presidenciales, en las cuales reclaman “eliminar la parafiscalidad de las Cajas de Compensación Familiar y unificar la jurisprudencia para generar mayor claridad sobre las situaciones que constituyen despidos por justa causa”.
No tuvieron en cuenta, que los tratados de libre comercio incluyen cláusulas enfocadas a evitar los vicios empresariales vistos en las primeras etapas de la Revolución Industrial. Más, cuando estudios han demostrado que reducciones en los aportes empresariales al bienestar de los trabajadores no han incidido o tiene efectos poco concluyentes en el nivel de empleo.
La sociedad debe tener claro que disminuir o eliminar los aportes empresariales al bienestar de los empleados y sus familias, gestionados por las cajas de compensación, aumenta la desigualdad. La acción de las cajas está enfocada a brindar apoyo a los trabajadores en sus cargas familiares: la falta de vivienda, ausencia de espacios de recreación, baja calidad de la educación, restricciones de accesos a crédito, que de otra forma el Estado sería incapaz de atender.
La capacidad de continuar sustentando el crecimiento en la explotación de los recursos naturales es limitada en el tiempo. Colombia está haciendo poco para fortalecer su recurso con mayor potencial, el capital humano.
Atentar contra el bienestar de los trabajadores y sus familias es comprometer la sostenibilidad de la sociedad y la producción en el tiempo. Por ello hago un llamado a los que promueven ese tipo de iniciativas para pensar en la sostenibilidad social de la producción, los invito a trabajar en alianzas enfocadas a fortalecer la sociedad y evitar caer en los vicios empresariales de la revolución industrial.
No deben olvidar los empresarios que el Sistema del Subsidio Familiar se hizo realidad en el país en un momento de la vida nacional, caracterizado por profundas inequidades y grandes oportunidades en la consecución de justicia social y laboral, hace 60 años, y que fue en atención a una recomendación emanada por la IX Asamblea General de la Asociación Nacional de Industriales, que cobró vida legal la primera caja de compensación familiar: Comfama.
De aquí partió la conformación de un sistema de seguridad social de carácter privado y sin ánimo de lucro, que se ha expandido por el territorio nacional a través de 43 cajas de compensación, que atienden a más de 16,6 millones de colombianos. La prioridad de las cajas de compensación es contribuir a la productividad y responsabilidad social de las empresas afiliadas y al bienestar socioeconómico de los trabajadores.
Álvaro José Cobo Soto
Presidente ejecutivo Asocajas
Presidente ejecutivo Asocajas
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