Sería una desgracia que la imaginación política siga girando sobre la agenda con las guerrillas.
Lo que el país necesita es concentrarse en una serie de reformas estructurales, sectoriales y económicas que exigen mucha gobernabilidad y consenso político de largo plazo para salir de esta senda mediocre de desarrollo y bienestar.
Por supuesto, la reforma rural integral es una de ellas, interrelacionada con las demás, pero hay que haber perdido la perspectiva para creer que en el acuerdo con las Farc está la agenda que Colombia requiere.
No es que Timochenko-Rodrigo Londoño haya perdido la perspectiva. Esa es la suya: ser cogobierno a lomo del acuerdo, ojalá con todas las letras en la Constitución.
De ahí sus palabras en el Teatro Colón: “Destacamos la importancia que tendría para el país la conformación de un gobierno de transición cuyo propósito fundamental sea el cumplimiento cabal del acuerdo de La Habana, el cual debería estar integrado por todas las fuerzas y sectores que han trabajado sin tregua por ellos”.
No fue claro si pensaba en un cambio de gabinete del presidente Santos o en el 2018, o en ambas cosas, ni dijo transición a qué, pero deben estar soñando con un gobierno encabezado por las Farc. Tienen derecho a soñar que vencerán en las urnas con su historial y "un ideario inspirado en el marxismo, el leninismo, el pensamiento emancipatorio bolivariano" (su tesis 25), y bienvenidos a la democracia.
El problema para nuestra imaginación política no son las Farc, sino la cantidad de dirigentes políticos capaces de montarse en la idea de un "gobierno de transición" con tal de mantenerse en el poder en el 2018.
Les parecerá que Humberto de la Calle de presidente para garantizar el "cumplimiento cabal" es lo mejor para el país, hasta el 2022, y luego otro hasta 2026, cuando acaban algunas gabelas e instituciones pactadas.
La consecuencia sería mantener al país en esta conversación centrada en el pasado y en las interpretaciones del acuerdo de La Habana —y tal vez del que se firme con el ELN, si seguimos como vamos—.
Y lo que necesita el país es otra cosa: pasar la página para concentrarse en los retos de un país serio que sabe que ningún populismo es bueno. Obviamente, hay que cumplirles a las Farc lo que es legítimo, pero nada como darles una relevancia en la vida pública que no corresponda a su peso democrático.
Si el presidente Santos recordara las promesas de la tercera vía, o fuera fiel a ella, habría evitado que el espectro ideológico-político se dividiera por referencia a las concesiones a las Farc, pues este no era el motivo digno de semejante división.
Si a él le importara la agenda reformista que debe mezclar Estado y mercado, la agenda que de verdad puede llevar bienestar a la gente, no habría dejado de legado esta coalición que Timochenko propone como "gobierno de transición". Por su vanidad del Nobel, se tiró el centro político por al menos otro periodo presidencial. Así que a partir de 2018 quiera la democracia que se pueda corregir y despertar la imaginación política más allá de los estrechos términos en los que estamos. @DanielMeraV
Reflexiones al tema pensional
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