ELTIEMPO.COM, RUDOLF HOMMES, 14 de Marzo del 2013
Rudolf Hommes
Tomar el camino de la paz va a implicar asumir grandes costos y tomar decisiones heroicas.
Ha hecho carrera en ciertos medios la frase de Juan Mario Laserna sobre la paz, pero le han cambiado el sentido a lo que él probablemente quiso decir cuando afirmó que la paz es un buen negocio. Lo que posiblemente trató de decir es que vale la pena invertir recursos cuantiosos para alcanzar la paz porque los beneficios de conseguir un cese del fuego definitivo con las Farc y proceder de común acuerdo a pacificar el país y dejar atrás su trayectoria de violencia y criminalidad son indudablemente muy elevados, pero que debemos estar preparados para asumir los enormes gastos que va a traer consigo el proceso.
En un artículo anterior, estimé que la nación podría ganarse como mínimo lo equivalente a su producto bruto interno anual si consigue la paz. Este cálculo provino de la convicción de que alcanzarla podría sumarle al crecimiento económico dos o tres puntos porcentuales por año en forma permanente.
Lo importante es entender que esos beneficios no van a ser automáticos. Vamos a ganar muchísimo con la paz. Es algo sobre lo que no existe duda, pero tendremos que invertir cuantiosos recursos para obtener esos beneficios. Y seguramente en la fase inicial los costos van a ser mucho mayores que aquellos. Por eso, el senador Laserna trajo a cuento el ejemplo de Alemania cuando se derrumbó la RDA.
Cuando el entonces canciller Kohl tomó la decisión de absorber a Alemania oriental y asumir los costos de elevarla en relativo poco tiempo al nivel de la República Federal, implícitamente decidió que iba a pagar lo que fuera necesario para unificar a su país. Eso generó bastante incertidumbre entre los alemanes del oeste, que no estaban seguros de si valía la pena asumir ese costo, pero los políticos no dudaron de que lo recuperarían con creces en términos económicos y geopolíticos.
Algunos economistas del este, más familiarizados con los escritos de Rosa Luxemburgo que sus colegas del oeste, se sentaron a esperar que eso sucediera, pues no ocurre frecuentemente que a un país le entreguen otro entero para explotarlo. El éxito y el beneficio económico no llegaron rápidamente y se alcanzó a debatir si la decisión y la forma de hacerlo habían sido correctas, pero hoy en día nadie pone en duda el gran valor de haber tomado a tiempo y sin titubeo esas determinaciones, que fueron heroicas y que hasta cierto punto se adoptaron a ciegas.
Algo similar puede pasar si salen bien las negociaciones de La Habana. Si se logra hacer eso, es cargando con todas las consecuencias. Tomar el camino de la paz va a implicar asumir grandes costos y adoptar decisiones heroicas. Deberíamos estar preparándonos en primer lugar para saber qué hacer con el problema del narcotráfico.
Después de lograr la paz con las Farc se tendrán que dirigir todos los esfuerzos a acabar con las bandas criminales e imponer la soberanía del Estado en todo el territorio (motivo por el cual no convienen las reservas campesinas).
Inexplicablemente, la guerrilla, los paramilitares y la mafia controlan los corredores de tráfico de droga, que son los mismos por donde circulan las armas, los subversivos y los criminales. Cuando asesinaron a los dos jóvenes estudiantes de los Andes en la costa Atlántica, se hizo evidente que no se había aprovechado el repliegue de los paramilitares para que la Fuerza Pública tomara control de esos territorios.
Se lo habían dejado a las bandas criminales, que continúan aumentando su dominio. Si se llega a un acuerdo con las Farc, no se puede repetir el error de dejarles a los criminales el control de lo que hoy domina la guerrilla, ni deben quedar miles de excombatientes ociosos para que se sumen a las bandas criminales. (Continúa)
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