viernes, 6 de abril de 2012

EL DIARIO VIACRUCIS DEL PERIODISTA

OSCAR HINCAPIE VALLE JO

COLEGIO NACIONAL DE PERIODISTAS

Cada mañana cuando algunos apenas están pensando en acostarse, quienes tenemos la digna y noble labor de informar nos preparamos para entregar las noticias que han sucedido en el país en las últimas horas y procuramos que esa información sea lo más clara y diáfana para no incurrir en errores o en injusticias.

Los periodistas de mi amado país somos los más entregados y profesionales del planeta y de eso me da el orgullo más grande, lógicamente que hablo de quienes ejercemos esta profesión con decoro y por vocación y no por escampadero o conveniencia como muchos.

Plagiando un poco al ya desaparecido Juan Harvey Caicedo, en uno de sus más famosos poemas llaneros: Les contaré como historia lo que vi desde la puerta…

Y es que desde la puerta se ve todo más bueno y se da uno cuenta de las afujías que padecemos quienes comunicamos lo que sucede a diario; el levantarse muy temprano, el consultar sus fuentes, el estar bien presentado, el llegar temprano al canal, al periódico o a la emisora, son unos de los tantos deberes de un verdadero periodista.

Pero antes de salir de casa su obligación más apremiante es darse cuenta que los suyos están bien, que deben cumplir con sus obligaciones escolares a raja tabla y que mamá se queda en casa procurando atender a todos lo mejor posible, ese hombre que proclama la igualdad, la paz, la paciencia, el, orden y no sé cuántas cosas más, está supeditado a ser además, el que responde por todo lo que he mencionado.

El responder por todas esas obligaciones tanto profesionales como hogareñas requieren de un sacrificio que solo quienes lo vivimos a diario lo podemos entender, debemos cuidarnos de no pisar cayos, para que mañana o pasado, no se vayan a cruzar unas balas asesinas y nos silencien como ya ha ocurrido en muchas ocasiones en Colombia y con un agravante, la mayoría de veces esos crímenes han quedado impunes y las autoridades poco han hecho por esclarecerlos, pareciera que a los que imparten justicia en este país poco les importara la suerte de quienes a diario tratan de formar una sociedad carcomida por la corrupción y la alcahuetería.

Nuestra labor es muy parecida a la de Jesús de Nazaret, a quienes muchos tildaron de loco, revolucionario, hereje y no sé que más cosas, cuando un periodista dice las verdades lo tratan de silenciar a toda costa o cuando necesitan que difunda algo lo buscan y le utilizan para lograr sus objetivos, pero cuando este requiere de algo o de alguien se pagan los teléfonos, todos se ocupan en reuniones o simplemente no los atienden y punto.

Qué tristeza, ¿verdad? Apliquemos el sermón de las siete palabras y dejo que ustedes saque sus propias conclusiones:

·   A esos que pisotean a los periodistas que les ayudaron a  llegar al trono: padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.

·         Pueda ser que un día estos mismos desagradecidos no tengan que decir: Tengo sed.

·      Cuando el periodista tenga el micrófono, la pluma o la cámara en la mano, escuchará decir de alguien: acuérdate de mí cuando empiece el programa.

·       Y a lo mejor uno o varios de ellos contestarán: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el canal, en la emisora o en la página del periódico.

·   Unos cuantos de ellos cuando los juzguen por haber hecho mal las cosas manifestarán: Padre: ¿Por qué me has abandonado?

·         Y a lo mejor dirán: Señor periodista en tus manos encomiendo mis votos

·    Pero cuando estén metidos hasta el cuello y sin remedio entonces dirán: Todo está consumado.

Y como para no desteñir y estando seguro de la nobleza de mis colegas somos tan de buen corazón que caemos no solo una sino dos tres, cuatro y todas las veces que sea con estos personajes, porque jamás me equivocaré en certificar que esta la nuestra es la más grande y NOBLE profesión.

Reflexionemos sobre nuestra situación y nos daremos cuenta que a diario vivimos un verdadero VIACRUCIS.

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