ELESPECTADOR.COM, FELIPE JANICA 7 DIC 2015
A propósito de qué tanto se le abre la ventana al socialismo en Colombia, el Estado debe empezar a promover más bien el emprendimiento y la innovación.
Es por eso que debemos analizar si Colombia le está dando la espalda al aparato productivo privado y por el contrario está respaldando una revolución socialista. Derivado de esto podremos inferir si el Estado colombiano, tiene o no la firme intención de apoyar a los empresarios, quienes dicho sea de paso son quienes en gran parte mueven nuestra economía, o quizá todo lo contrario.
En las finanzas corporativas y en la administración financiera, se aprende que cuanto mejor retorno de inversión tengan los dueños o accionistas, mejor gestión tienen los administradores. Esa premisa se ha venido acuñando por décadas. Hoy día ya se empieza a incorporar a ese retorno de inversión, indicadores de sostenibilidad con el medio ambiente y con las comunidades a través de la responsabilidad social empresarial. Convencido estoy que cuanto más se dé mayor retorno se recibe. Esto no sólo aplica en la primera premisa – la financiera y económica – sino también en la segunda, pues cuanto más le retribuye a la comunidad mejor sostenibilidad económica la empresa tendrá.
En tal sentido, el Estado colombiano debe afrontar el reto de blindar la economía y la sostenibilidad económica y social del país. Aprender del error de los vecinos, debe ser el caballo de batalla del Estado colombiano. Es por ello que se debe proteger el rumbo económico y social y mejor aún que se dinamice la competitividad. Es por esto que se debe poner en marcha un plan de reformas estructurales del Estado. En estas reformas se deben marcar el rumbo de una anhelada planeación estrategia y no una que sólo cubra un cuatrienio, o a lo sumo dos períodos de Gobierno. Uno de los pilares fundamentales en las reformas planteadas es la educación básica, vocacional, técnica y profesional, es decir una educación disruptiva en la que promueva el emprendimiento y la innovación.
Para ello, el Estado colombiano no puede darse el lujo de permitir que las generaciones siguientes vivan en un país en donde cunda la ignorancia, esa que aviva las intenciones de mandatarios que buscan su beneficio personal. En este momento de efervescencia y calor producto de un inminente posconflicto, es donde el Estado y los colombianos debemos pensar y actuar en lugar de empezar a padecer el mal endémico del socialismo salvaje. Aquí no se trata de criticar sino de entender que la revolución bolivariana no ha sido exitosa, no sólo en materia económica sino en lo social, que dicho sea de paso es uno de sus pilares. Como quien dice la revolución socialista en pro del pueblo resultó ser un oxímoron.
Lo que sí necesitamos los colombianos es hacer una revolución, pero una revolución productiva. La reforma estructural debe ser la oportunidad para que se priorice la competitividad y la productividad. Así las cosas, el Estado debe preocuparse más por facilitar el crecimiento del sector productivo y que éste sea uno realmente innovador. Es por ello que es momento de empezar a construir conjuntamente, tanto el Estado como sus aparato productivo y si se quiere los actores del posconflicto, una agenda común en la que se comprometa mejores resultados financieros para las empresas y con ellos mejores retornos para su principal accionista: El Estado. Esto significa que la mejor manera de ser participativos con los actores del conflicto armado es que aporten productividad y para ello deberán estar a la misma altura educativa que la de los empresarios gobernantes y ciudadanos de comportamiento probo.
Reflexiones al tema pensional
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