El próximo miércoles presentaré, en acto conjunto de la Academia de Ciencias Económicas y la Escuela Colombiana de Ingeniería, el libro Distribución del ingreso con crecimiento es posible.
La obra contempla una revisión de las proposiciones centrales de la ciencia económica y de las instituciones que han guiado las economías occidentales en las últimas décadas. En general, se encuentra que las concepciones dominantes de la neutralidad del dinero, ventaja comparativa, selección de sectores por el mercado, crecimiento balanceado y separación entre la eficiencia y la equidad no han pasado la prueba de ácido de la realidad.
Para empezar, la experiencia de los últimos 5 años ha sido una clara evidencia en contra de la teoría del dinero que inspiró los bancos centrales y el orden económico internacional, al igual que de la ventaja comparativa que sirvió de referencia para la globalización, el euro y los tratados de libre comercio.
Contrario a todos los planteamientos de la escuela de Chicago, la doctrina de que el dinero tiene efectos nominales y no reales ha sido controvertida por los hechos. La expansión monetaria orientada a financiar el gasto público ha sido el principal medio para sostener la actividad económica mundial, y no ha tenido mayor incidencia sobre la inflación. Asimismo, se verificó que las políticas monetarias y fiscales aisladas no garantizan la conciliación de la producción y la balanza de pagos. Los tipos de cambio fijos establecidos exógenamente o los tipos de cambio flexibles con tasa de interés cero no aseguran los dos objetivos.
Igualmente, ilustrativa es la evidencia que muestra que el principio de ventaja comparativa sólo es válido en un mundo ficticio. En el mundo real los países que tienen limitaciones en la demanda de productos de ventaja comparativa, como ocurre en América Latina y Europa, las economías quedan expuestas a grandes déficits en cuenta corriente financiados con inversión extranjera o caídas del salario real. Como se ha visto en Europa, los países de menor desarrollo sólo pueden subsistir con salarios muy inferiores a los de los países avanzados.
Las teorías de la industria, el crecimiento balanceado y la separación entre la equidad y la eficiencia han sido especialmente perjudiciales para América Latina. En Colombia las políticas industriales se suspendieron en los 80 y se sustituyeron en 1994 por los consejos de competitividad que se orientaron a propiciar las actividades que generan más divisas y eliminan todo lo que parece protección. Progresivamente se convirtieron en foros antiindustria con daños irreparables. La productividad industrial de América Latina, que 40 años atrás correspondía al 75% de la de Estados Unidos, hoy en día no llega a 50%.
La teoría del crecimiento, formulada por los más influyentes pensadores de la ciencia económica en el siglo XX, ha resultado equivocada. Partiendo de la premisa de que las contribuciones del producto y los factores se igualan en el margen, predicen que todos los sectores y las actividades evolucionan en forma regular y el crecimiento es determinado por la población y el avance tecnológico. Este fue el patrón de desarrollo que siguieron los países europeos en el siglo XX, y América Latina replicó con matices, y resultó inferior a las posibilidades de los países. Así lo vinieron a confirmar Japón, los Tigres Asiáticos en el siglo XX, y ahora China. El crecimiento desbalanceado basado en elevadas tasas de ahorro, industrialización y superávits en cuenta corriente les permitió lograr en 40 años el mismo avance de Estados Unidos y Europa en 200 años.
El crecimiento balanceado significa bajo ahorro, especialización en actividades de ventaja comparativa y desplazamiento del trabajo por el capital y bajo crecimiento del producto. El resultado se ha buscado superar en América Latina con una represión salarial que eleva el ahorro y amplía el comercio internacional. El remedio ha resultado peor que la enfermedad. Las economías han quedado ante el dilema de crecimiento cero o deterioro en la distribución del ingreso.
El crecimiento económico y la distribución del ingreso no son separables. El conflicto entre las dos variables se origina en la inelasticidad del ahorro a la tasa de interés, la relación inversa entre el comercio internacional y las prácticas monopólicas. La solución a fondo de la distribución del ingreso sólo se puede lograr dentro de una estrategia en conjunto que opere sobre las causales en forma simultánea, más concretamente sobre la tributación y el mercado laboral.
La conformación de una nueva política industrial, el crecimiento desbalanceado y la identificación de los gérmenes del deterioro de la distribución del ingreso suministran las bases para el desarrollo equitativo. A lo largo del libro se muestra cómo la acción sobre los distintos componentes de un nuevo modelo es posible reducir en forma considerable el coeficiente de Gini, sin sacrificar la acumulación y la actividad productiva.
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