Las elecciones que se acercan serán una nueva evidencia de la no existencia de partidos.
El patético espectáculo que han dado los partidos en estos últimos días es el digno reflejo del estado de nuestra política. Aquí no hay partidos políticos, sino intereses electorales. No existen candidatos con ideas, solo aspirantes con votos. No hay convicciones, sino mera clientela electoral. El cáncer de los partidos políticos hizo metástasis en el proceso de elecciones que apenas comienza y no hay quimioterapia que valga para solucionar esta triste situación.
Me gustaría saber cuáles son los principios que el Partido Liberal o ‘la U’ o Cambio Radical exigen a sus candidatos. ¿Cuál es la visión de país que cada una de estas colectividades contempla para Colombia y sus regiones? ¿Existen unas líneas básicas de trabajo propias para gobernadores y alcaldes de cada uno de estos partidos?
Me pregunto esto mientras trato de comprender, dentro del espectro de las ideologías, a qué orilla pertenece Oneida Pinto, candidata a la gobernación de La Guajira por Cambio Radical, o en qué posición podría ubicar a Angelino Garzón, candidato de ‘la U’ a la alcaldía de Cali.
¿Es Angelino un representante real de las necesidades del pueblo caleño? ¿Oneida de verdad busca proteger a las comunidades vulnerables de un departamento donde nada funciona?
Es triste afirmarlo, pero ambos parecieran aprovechar la crisis social de su ciudad o departamento como materia prima para hacer sus campañas políticas. El uno puede ofrecer seguridad y empleo; la otra, hablar de servicios públicos y salud. A final de cuentas, ambos suman votos con lo urgente, sin necesidad de representar en su concepción política un verdadero norte para cambiarles la cara a esas dos regiones del país. Son políticos de pañitos de agua tibia, nada más.
Para darse cuenta de otra de las caras de la crisis, basta con ver a Horacio Serpa protegiendo a los cuestionados Dídier Tavera y Luis Pérez como candidatos liberales a las gobernaciones de Santander y Antioquia, respectivamente. Es como comprar una máquina del tiempo para apreciar otra vez a Serpa defendiendo lo indefendible, como lo hizo hace ya veinte años durante el proceso 8.000. En el caso de Tavera y Pérez no importan las ideas, sino los votos que ambos aseguran para un partido que necesita garantizar su representación en las regiones. ¡Qué importa si de verdad representan principios liberales! Aquí lo que vale es que sumen el día de la elección.
Confieso que lo más doloroso en estos días ha sido ver a Claudia López y Angélica Lozano tratando de rearmar el Partido Verde, que durante su ausencia se despelotó derivando hacia las tradicionales mañas de las demás colectividades: acercamientos con el Polo Democrático, aproximaciones a candidatos de Cambio Radical… ¡Pobres Angélica y Claudia! Les toca poner la cara por los Sanguinos y los Avellanedas, así como ser las abanderadas del partido de Carlos Ramón González, a quien desde hace años se vincula con el Tuerto Gil, condenado por ‘parapolítica’. ¡Mi solidaridad con ellas!
Ya sea en Bogotá, Medellín, Sucre o Caquetá, las elecciones que se acercan serán una nueva evidencia de la no existencia de partidos como organizaciones cargadas de ideas y propuestas para un país. Basta con asomarse para ver que estamos en manos de los Yahíres, las Dilian, los Angelinos, las Rosas y las Oneidas, que llevan años haciendo política por y para ellos, viendo a los votantes como una masa de gente a la que hay que darle gusto con las promesas, así luego estas se incumplan.
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#PreguntaSuelta: ¿cese de hostilidades justo cuando se acercan las elecciones será cálculo político?
Juan Pablo Calvás
@colombiascopio
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