semana.com, 13 septiembre 2014
No alcanza la plata para financiar las
promesas electorales ni el costo de la paz: será inevitable hacer una nueva
reforma.
Cuando el
presidente Juan Manuel Santos estaba armando su gabinete se hablaba de “la
cuadratura del círculo”. Este término se refería a la dificultad –o tal vez a
la imposibilidad- de conformar un buen equipo de gobierno y al mismo tiempo
satisfacer las
aspiraciones de todas las regiones, partidos políticos y grupos de
interés que creían tener derecho a hacer parte del Ejecutivo. Aunque logró un
buen equilibrio casi todos quedaron descontentos.
Ahora está ocurriendo algo similar con
las finanzas públicas. Son tantos los requerimientos del día a día, las
promesas electorales y los compromisos adquiridos para desactivar los paros del
primer cuatrienio, que no se ve ninguna alternativa fácil para atenderlos.
Todas estas necesidades valen mucho dinero y aparentemente nadie calculó, en su
momento, de dónde saldría la plata. Ordenar las finanzas públicas para cumplir
con todos esos compromisos se ha vuelto otra “cuadratura del círculo”.
Cualquier fórmula que solucione el problema en papel genera rechazo de la
opinión pública y tiene un costo político enorme. Y el ajuste que se haga para
apaciguar a quienes protesten elimina la posibilidad de tapar el hueco.
Los ministros se están viendo a gatas
para que les asignen del presupuesto las partidas necesarias para comenzar a
hacer realidad las promesas que se hicieron durante la campaña. Y ahí solo se
trata de la financiación del programa de gobierno en su primer año. No están
contemplados los gastos adicionales de 2015 al 2018, ni las grandes inversiones
que se necesitarán para el posconflicto. Sobre este último si bien todavía no
se ha cuantificado el monto que se requerirá, lo seguro es que será una suma
muy cuantiosa. Por ahora, solo se han anticipado unos recursos para el
desarrollo rural del posconflicto, que según el ministro de Hacienda, Mauricio
Cárdenas, suman unos 7,9 billones de pesos, lo que representa más de un punto
del PIB. Pero la verdad es que esto es solo un abrebocas, frente a lo que se necesitará
en caso de que se firme la paz.
El Presupuesto General de la Nación
para 2015 que se está tramitando en el Congreso, refleja claramente esta
realidad. Hay un faltante de 12,5 billones de pesos para cubrir los programas
de inversión del próximo año que ascienden a 46,2 billones. Para tapar ese
hueco, el gobierno anunció que extenderá el impuesto al patrimonio y el
gravamen a los movimientos financieros (GMF) o 4 por mil, lo que de por sí ha
generado malestar en diferentes sectores. El monto total del presupuesto
asciende a 216,2 billones de pesos, de los cuales 48,9 serán para atender el
servicio de la deuda y 121,1 para el funcionamiento del Estado. La suma de
estos dos últimos rubros significa que sin un solo peso de inversión, el Estado
colombiano tiene gastos fijos por 170 billones de pesos.
Si bien el ministro de Hacienda
con la extension de estos dos impuestos resolvió el hueco del próximo año, la
realidad es que las necesidades fiscales del cuatrienio apenas comienzan.
Las promesas de la campaña
reeleccionista elevaron considerablemente el gasto para los proximos años.
Basta ver algunos ejemplos. El programa para construir 1.200.000 viviendas
(entre gratis y subsidiadas para los diferentes estratos) vale mínimo 12
billones de pesos de acá a 2018; el plan de educación con todos sus componentes
(jornada única escolar, construcción de nueva infraestructura, doble
alimentación diaria gratuita para todos los estudiantes y becas, entre otros)
cuesta 4,5 billones de pesos al año, es decir 18 billones durante el
cuatrienio. Para cumplir lo prometido en el programa de atención a la primera
infancia (De cero a siempre) se requerirá anualmente 1 billón de pesos; para
ampliar la cobertura del plan Adulto Mayor se necesitarán 700.000 millones de
pesos anuales. Para hacer realidad las partidas adicionales que solicitó el
Ministerio de Defensa habrá que agregarle 1,5 billones de pesos cada año al
presupuesto ordinario de este sector. Estos son solo algunos rubros, porque
cada ministerio tiene un paquete de gastos sin financiación.
Sin duda, se trata de programas muy
loables que buscan un país más equitativo, justo, seguro y moderno. El problema
es que la plata no alcanza y no hay muchas alternativas inmediatas y factibles
para conseguirla.
A los colombianos nunca se les dijo de
dónde saldría el dinero para cubrir los compromisos del programa de gobierno
2014-2018. Aunque en campaña todos los candidatos afirmaron que extenderían el
impuesto al patrimonio y el 4 por mil, solo ahora se sabe que esto no es
suficiente y que se necesitará muchos más.
Siendo realistas, hay que reconocer que
casi nadie que aspire a la Presidencia de la República anuncia en forma
detallada una reforma tributaria de grandes proporciones, porque sencillamente
no lo elegirían. Es más, para conseguir votos, por lo general hay que decir lo
contrario. Santos, en su primera campaña, dijo que firmaba “sobre piedra” que
no aumentaría las tarifas de los impuestos. Este compromiso fue interpretado
como que no habría una reforma tributaria. La realidad fue que si bien no hubo
incremento propiamente en las tarifas, sí hubo reforma y aumentaron los
impuestos.
Ahora el problema es que algunos
sectores ya temen que les hagan conejo con las promesas que les hicieron. Por
ejemplo, el gobierno acordó reducir los aportes obligatorios a la salud que
hacen los pensionados. Ese compromiso lleva la firma del presidente de la
República, en un acta firmada el 24 de diciembre del año pasado en Cartagena,
en la Comisión Permanente de Política Salarial y Laboral. En ese documento se
estipuló que la reducción sería incluida en un proyecto de ley. Pues resulta
que el ministro de Hacienda notificó la semana pasada que no va a ser posile
cumplir esa promesa, pues el costo de esta asciende a 2,5 billones de pesos.
Cumplir implicaría agrandar el hueco, en momentos en que la prioridad de
Cárdenas es taparlo.
Los trabajadores piensan que también el
gobierno les va a incumplir la promesa de revivir las horas extras que les
ofreció Santos durante la contiende electoral.
Pero como si no faltaran compromisos en
peligro, el vicepresidente Germán Vargas ha hecho unas cuantas más en el escaso
mes que lleva de gobierno. En los últimos días se ha comprometido a apoyar a
los mandatarios locales con algunas vías terciarias no contempladas en el
presupuesto. Con frecuencia se trata de partidas no muy grandes, pero que, si
se suma cada uno de estos regalitos, el total no es insignificante.
Quién pagará
La realidad escueta es que no solo no
había plata para financiar esas promesas, sino que la disponibilidad de
recursos desde que se hicieron se ha deteriorado y hacia el futuro podría
afectarse aún más.
A pesar de que la economía colombiana
atraviesa por un buen momento y es la que más está creciendo en América Latina,
hay nubarrones preocupantes en el horizonte.
El problema más grave radica en la
caída de la renta petrolera, debido, entre otras razones, a que los precios del
crudo están bajando y la producción no es la esperada (ver recuadro). Es decir,
la época de bonanza petrolera que le solucionaba los problemas de caja a los
ministros de Hacienda quedó atrás.
A esta nueva situación se agrega una
dificultad no menos grande. Dado que el país se impuso una camisa de fuerza que
se llama la regla fiscal, a través de la cual se fijan unas metas de
endeudamiento y un tope de déficit fiscal, ya no se puede acudir, como antes, a
tanto empréstito para suplir las mayores necesidades de inversión. En otras
palabras en adelante, si el país requiere más recursos tendrá que buscarlos por
la vía de los impuestos, o de reducciones del gasto, lo que siempre es mucho
más fácil decirlo que hacerlo.
Eso se vio la semana pasada cuando el
ministro de Hacienda hizo los primeros anuncios de que financiaría el hueco del
presupuesto de 2015 con la extensión de los impuestos al patrimonio y el 4 por
mil. Llovieron críticas y protestas contra la idea de bajar de 1.000 millones
de pesos a 750 millones la base a partir de la cual los colombianos pagarían el
impuesto al patrimonio. Y no menos críticas produjo el aumento de la tarifa a
un máximo de 2, 25 por ciento anual, es decir 9 por ciento en los cuatro años.
Aunque todos los afectados terminarán
aceptando a regañadientes que se extienda el impuesto al patrimonio, el asunto
de aumentar la tarifa casi al doble y el hecho de meter a más colombianos en la
fila de este tributo cayó muy mal. Al ampliar la base, 50.000 personas
naturales y 40.000 empresas estarían obligadas a meterse la mano al dril.
En medio de la protesta, muchos
salieron a decir que se estaba “clavando” a la clase media. Aunque resulta
desproporcionado afirmar que quien tiene activos de 750 millones de pesos en
Colombia está en ese estrato, la verdad es que con la valorización desbordada
de que han sido objeto muchos predios, especialmente en Bogotá, miles de
colombianos entrarían en la lista, pues con un apartamento y un carro ya
llegarían a ese nivel.
A esto se suma que si el activo
principal de una familia es su casa o su finca y ya pagó el predial
correspondiente, el impuesto al patrimonio representaría un segundo pago por
ese mismo predio. Igualmente se presenta la situación de que muchos colombianos
tienen como uno de sus activos, inversiones financieras como depósitos a
término, cuya rentabilidad puede oscilar entre el 3 y el 5 por ciento. Si a
esto se le quita un 2 por ciento del impuesto al patrimonio, la rentabilidad
puede llegar a bajar casi hasta en un 50 por ciento.
Para tratar de calmar los ánimos, el
ministro de Hacienda sacó cuentas y dijo que menos del 1 por ciento de la
población económicamente activa estaría pagando este impuesto. Es decir, todo
el peso estaría cayendo sobre las personas más pudientes del país, lo cual
muestra que es un impuesto progresivo. Es más, afirmó que el 92 por ciento del
recaudo que asciende a 8,8 billones de pesos al año, lo terminarían pagando las
empresas y en particular las más grandes con patrimonio líquido por encima de
8.000 millones de pesos. En esta condición están cerca de 4.500 sociedades en
Colombia. Y como personas naturales solo 1.000 ciudadanos registran un patrimonio
líquido por encima de este nivel. Pero como en cuestión de tributación hay palo
porque bogas y palo porque no bogas, cuando se aclara que solo serán afectados
los más pudientes, estos responden diciendo que no puede ser que en un país de
47 millones de habitantes, toda la carga impositiva tenga que recaer en las
mismas 20.000 o 30.000 personas que pagan sus impuestos cumplidamente.
Con todo, la protesta se encendió. Los
industriales que atraviesan por una difícil coyuntura se quejaron. El
presidente de Andi, Bruce Mac Master, pegó el grito en el cielo con el
argumento de que una tarifa del 9 por ciento en cuatro años como impuesto del
patrimonio, sería un gran inhibidor de la inversión y de la capitalización de
las compañías. Además, según él, incentivaría el endeudamiento, lo cual, a su
turno, generaría riesgos para el sector financiero.
Fedesarrollo también dijo que hacer
recaer en las empresas esta mayor carga podría ser peligroso, pues implicaría
un incremento de la tasa de tributación de las sociedades que llegaría al 50
por ciento, si se suman todos los impuestos que tienen que pagar.
Sin llegar todavía al Congreso, varios
partidos anunciaron que acompañarían al gobierno en esa aventura. La oposición
más radical vino del Centro Democrático y del Partido Conservador.
Ante esta reacción el gobierno tuvo que
recoger velas y volvió al modelo anterior del impuesto cuya base era de 1.000
millones de pesos de patrimonio líquido. Sin embargo, dejó la nueva escala de
tarifas que va entre 0,4 por ciento y 2,25 por ciento. Como en el pasado, las
personas naturales podrán descontar los que tengan en acciones y
participaciones en sociedades y los primeros 340 millones de pesos de su
vivienda.
Aunque el impuesto al patrimonio es
considerado por los expertos un tributo anti-técnico, le representa al gobierno
un monto muy considerable de ingresos que le resuelve varios problemas. Solo
con el alza de tarifa, el recaudo se duplica de 4,8 billones de pesos a 8,8
billones.
Con este monto, más los 3,7 billones de
pesos que genera el 4 por mil, el Ministerio de Hacienda logra cubrir el hueco
de los 12,5 billones de pesos del 2015. El requisito para que la extensión de
esos dos impuestos se vuelva realidad es que el gobierno presente un proyecto
de ley de financiamiento que acompañe al del Presupuesto General de la Nación.
Esta ley sigue el mismo trámite rápido que tiene el presupuesto en el
legislativo, es decir, deberá estar lista antes del 20 de octubre.
Huele a reforma tributaria
Todo lo anterior lamentablemente solo
cubre las necesidades de 2015. Los otros tres años del segundo cuatrienio están
todavía en el aire. Por eso, el gobierno tendrá que llevar al Congreso una
nueva reforma tributaria para prolongar esos dos impuestos hasta el 2018.
Esto no lo puede incluir como un
apéndice de la ley de financiamiento que acompaña al presupuesto de 2015,
porque sería inconstitucional. El artículo 347 de la Carta Política, señala que
“el proyecto de presupuesto deberá contener la totalidad de los gastos que el
Estado pretenda realizar durante la vigencia fiscal respectiva. Si los ingresos
legalmente autorizados no fueren suficientes para atender los gastos
proyectados, el gobierno propondrá, por separado, ante las mismas comisiones
que estudian el proyecto de ley del presupuesto, la creación de nuevas rentas o
la modificación de las existentes para financiar el monto de los gastos
contemplados”.
En este sentido, ha habido mucha
confusión y al gobierno le ha faltado claridad para decir que detrás de la extensión
de los dos impuestos por un año tendrá que haber una reforma. Muchos piensan
que Cárdenas no se ha comprometido abiertamente con esto por el inmenso costo
político que entraña.
Sin embargo, el asunto no parece tener
vuelta de hoja. El minhacienda tendrá que radicar en el Congreso ese nuevo
proyecto de reforma tributaria en los primeros días de octubre si quiere que
sea aprobada antes de finalizar el presente año.
Aunque se dé la pelea por mantener
estos impuestos, la realidad es que no es suficiente, por lo cual se tendrán
que incluir otras fuentes. Si bien el gobierno no ha oficializado aún su
posición sobre el aumento del IVA, se sabe que está muy tentado a hacerlo, pues
no ve otra alternativa.
Un aumento en un punto en la tarifa
general del IVA que actualmente se encuentra en el 16 por ciento genera 2
billones de pesos de ingresos. Extraoficialmente se ha comentado que se estudia
la posibilidad de subir un punto en 2015 y otro para 2016, es decir que la
tarifa eventualmente podría llegar al 18 por ciento.
Hay un amplio consenso entre los
economistas que consideran que Colombia requiere elevar la tasa general del
IVA, teniendo como referente que la tasa media actual en América Latina ya es
del 19 por ciento y la de Europa bordea el 22 por ciento.
Pero la opinión de los economistas no
es la del Congreso que es donde el gobierno tendrá que dar una dura batalla
para subir el IVA. Como este impuesto toca a toda la población, múltiples
grupos de interés se oponen, empezando por el comercio. El presidente de
Fenalco, Guillermo Botero, lidera la cruzada contra ese aumento. Obviamente no
se tocaría la canasta familiar porque está prohibido por la Corte. Algunos
analistas consideran que el impacto de un incremento del IVA se verá reflejado
en un mayor nivel de inflación en 2015 y en una menor demanda de los hogares.
Lo que es una realidad es que los impuestos nunca bajan. Por lo tanto cualquier
modificación a la que se llegue será permanente.
Los gobiernos tienen que tomar
decisiones de este calibre al inicio de su mandato, cuando aún no se les ha
agotado el capital político. Aunque en las encuestas la popularidad de Santos
está regular, la realidad es que cuenta con las mayorías en el Congreso para
sacar adelante esa reforma tributaria.
Al interior del gobierno el debate es
arduo. Hay quienes piensan que debería esperarse a que se firme la paz para
pedirles a los colombianos que se metan la mano al bolsillo. Otros ministros
creen que es mejor anticiparse pues estar financiados demuestra mayor compromiso
con el proyecto de paz.
En la reforma, el gobierno incluiría
otros temas importantes, pero también bastante polémicos. Uno de estos es crear
incentivos para que los colombianos incluyan en sus declaraciones de renta
bienes del exterior no declarados en el país. Se estima que los colombianos
tienen afuera entre 20.000 y 40.000 millones de dólares. Tambien se ha
anunciado que habría revisión en las exenciones.
Como era de esperarse, los que
protestan contra los aumentos de impuestos argumentan que se debería reducir
más el gasto. Por eso el gobierno anunciará esta semana un plan de recorte por
1,8 billones de pesos. No se sabe cómo se hará y ese ofrecimiento ha sonado más
bien como una forma de ambientar la reforma que se avecina. Para algunos Santos
no ha dado buen ejemplo de apretarse el cinturón creando la nueva estructura de
ministros de la Presidencia, con lo cual lo han acusado de estar derrochando en
burocracia. El gobierno ha dicho que solo es un cambio de nombre y que no
genera incrementos de funcionamiento. Aunque estos nombramientos
presupuestalmente son totalmente insignificantes, la connotación simbólica que
tienen les ha dado munición a los críticos. La gente además de exigir recorte
en el gasto público, pide control de la evasión y se ha llegado a hablar de
cárcel para los evasores. Pero esto también es más fácil decirlo que hacerlo.
La eficiencia de la Dian mejoró sustancialmente bajo la dirección de Juan
Ricardo Ortega y no ha habido gobierno que no haya tratado de ponerle coto a la
evasión o de controlar sus propios gastos. La solución por lo tanto tendrá que
venir de nuevos impuestos.
En síntesis, lo que se viene no va a
ser fácil ni para el gobierno ni para los contribuyentes. En Colombia
poca gente tributa y en adelante tendrán que hacerlo aún más. Si se toca el IVA
ya no serán solo los ricos los afectados, sino todo el pueblo. El capital
político del presidente, que no es demasiado en la actualidad, tendrá que ser
gastado por esta causa. Él ha repetido una y otra vez que ante la Colombia en
paz que se avecina no hay mejor inversión que ese sobrepago. Solo el tiempo
dirá si tiene la razón.
...AHORA SI LLEGÓ LO QUE A MILLONES DE COLOMBIANOS NO GUSTA: LA REFORMA TRIBUTARIA....PILAS.
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