domingo, 29 de marzo de 2020

Editorial: A evitar el “estallido social” que se augura


Las condiciones están dadas para que Colombia sufra lo que se ha denominado “estallido social”. Por fortuna, tenemos capacidad de reacción, instituciones comprometidas, un Gobierno que en todos los niveles está liderando con serenidad y cada vez más vehemencia, y una sociedad civil acostumbrada a adaptar sus comportamientos. Pero no podemos descuidarnos ni subestimar la magnitud del reto que enfrentamos.
El mundo se está reconfigurando y no hay sectores que se escapen a la incertidumbre. Si los Estados con más presupuesto y economías más formales que la colombiana están enfrentando caídas históricas en sus mercados, acompañadas de serios problemas para garantizar el bienestar de sus ciudadanos, no podemos pensar que nuestro país será ajeno a esta situación. Ya el Banco de la República y el Gobierno Nacional han adoptado medidas de choque, pero tenemos que ser conscientes de que lo peor está por venir.
En estos días de cuarentenas incumplidas y denuncias sentidas en redes sociales, la Colombia informal, aquella que no puede teletrabajar, que no está cubierta por las redes de apoyo estatal, que vive del día a día, ha pedido auxilio. Su angustia es entendible: en una crisis, quienes no tienen protecciones básicas sufren más que el resto.
El problema no termina ahí. Desde la economía formal, las pymes y todos los colombianos que le han apostado a construir pequeña y mediana empresa ven con angustia lo que ocurre. Las grandes empresas, si bien tienen músculo para resistir, también viven dificultades e incertidumbres sobre su futuro. El congelamiento de créditos y las facilidades de endeudamiento que se han anunciado son un buen primer paso, pero es difícil que sean suficientes para que muchos negocios no se ahoguen. Mientras sigamos confinados o limitados por el COVID-19, la ausencia de clientes es una fórmula mortal para las empresas y va a generar más desempleo.
Todas las deudas sociales del país están en ebullición. La crisis carcelaria, la desigualdad, la violencia intrafamiliar que se acentúa por estos días de enclaustramiento obligatorio de víctimas con sus agresores son factores que tienen a los colombianos angustiados. Es momento de responder con ambición.
No se trata de animar el tremendismo. Pero sí de que se dimensione adecuadamente el reto, se entienda que con el final de la cuarentena no significa que lo habremos superado y se empiecen a tomar acciones creativas en lo nacional y lo local para evitar que la situación se salga de control.
Al mismo tiempo que superamos el problema de salud, tenemos que neutralizar todos los daños colaterales que causa esta crisis. En medio de la emergencia, la generosidad en el gasto público tiene que estar a la altura del momento histórico. No hay de otra.
El país está concentrado en aplanar la curva de los contagios, y así debe ser. Desde ya, no obstante, tienen que estarse gestando los planes para lo que vendrá después, en términos sociales, económicos y, sí, también sanitarios. Que las medidas de choque anunciadas en estos días se conecten con visiones integrales que rescaten a los colombianos y, en el proceso, alejen cualquier fantasma de posibles “estallidos sociales”.


Reflexiones al tema pensiones

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