sábado, 28 de marzo de 2020

Del contagio financiero al contagio sanitario

www.eltiempo.com, 27 de marzo 2020


Carlos Caballero Argáez


La crisis de 2020 marcará igualmente el fin de una etapa de globalización.


Cuando hace siete semanas escribí la columna ‘Tiempos de cambio’, no se me pasó por la cabeza que el cambio llegaría tan dramáticamente. Me refería a que vivíamos la transición del mundo que surgió con la caída del muro de Berlín en 1989 hacia el caracterizado por el nacionalismo, el populismo, el proteccionismo y el descontento de las clases medias y de los jóvenes con la desigualdad y con el cambio climático.

Entre esa columna y esta, sin embargo, una rara pandemia originada en una ciudad de la China se irrigó por el planeta y nos tiene a casi todos sus habitantes confinados en nuestras casas tratando de evitar un contagio que amenaza con la muerte. Estar encerrados es, no obstante, lo de menos. Lo de más ha sido el choque sobre los sistemas de salud en todos los países y sobre la economía mundial y las economías locales. Evitar la propagación del virus con medidas radicales implica un frenazo de la actividad productiva en todas partes. Caímos, entonces, en una crisis que no se parece a las anteriores y que no solamente dejará enfermos y muertos a su paso, sino pobreza, hambre y desempleo.

La crisis de 2020 marcará igualmente el fin de una etapa de globalización. La que irrumpió con fuerza en 1990, que trajo consigo la explosión de los flujos comerciales, financieros, turísticos, culturales y empresariales, por todo el mundo. El globo se hizo pequeño para los países, las empresas y las personas gracias al poderoso avance de la tecnología –en especial de las comunicaciones– y del progreso económico de las gentes, que les permitió integrarse con el mundo.

La historia muestra que la globalización tiene ciclos: surge por alguna causa y llega a su fin por otra. Observando la disrupción de la hora actual, cuando el comercio se traba porque las fábricas chinas no envían los suministros que requieren las del resto del mundo, cuando los aeropuertos dejan de recibir pasajeros internacionales y los inversionistas se retraen, recordé un excelente libro de un profesor de la Universidad de Princeton, Harold James, que se titula 'El fin de la globalización - Lecciones de la Gran Depresión', publicado en el 2001.

Pues bien, James concluyó que la catástrofe financiera de 1929/1930 “revivió todos los resentimientos del siglo XIX de una manera más violenta y que, en vez del la visión liberal de un mundo integrado y próspero, las creencias sobre la inevitabilidad de los conflictos y la importancia de las prioridades nacionales contagió a las poblaciones y a los políticos. Ahora los problemas eran causados por los vecinos... Las tensiones internacionales que vinieron a continuación destruyeron los mecanismos y las instituciones que mantenían unido al mundo... La reacción en contra de la economía internacional puso fin a la globalización”.

Espero que el final de este ciclo de globalización no sea tan violento como el de los años treinta. Pero sucederá. Es revelador, por ejemplo, que en una encuesta empresarial realizada a principios de marzo por McKinsey and Company, el 87 por ciento de los consultados informaba sobre su interés en cambiar la estrategia de globalización de su compañía y diversificar las cadenas de suministro para depender menos de lugares remotos y más de lo regional y lo local.

Es solo una muestra de lo que vendrá. No solamente van a cambiar las empresas, también lo harán la política internacional y la conducción de la economía, ya afectadas por el mercantilismo de mister Trump, el nacionalismo de los ingleses y los brotes de populismo en varias partes del mundo.

¿Qué vendrá? No sabemos. El mundo cambiará como consecuencia del contagio sanitario y no del financiero, como sucedió en el siglo XX.

La historia se repite, pero por otra vía.

Carlos Caballero Argáez



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