Santiago Pardo debate ideas de Minhacienda y explica los riesgos de la reforma impositiva.
¿A qué horas apareció el hueco de los 12,5 billones?
Creo que es producto de la imprevisión y tampoco descarto que lo mantuvieron escondido. El poco éxito de la reforma tributaria anterior en materia de recaudos se podía prever desde que la aprobaron. Pero ni entonces ni ahora el Gobierno se sentó a pensar que el país ya no era el mismo de hace 20 años.
Ni el país de hace un año es el país de hoy…
Es el eterno problema de la tecnocracia. En los modelos todo les funciona, pero, como no miran más allá de los modelos, no se percató de que nuestro país se había abierto, había firmado 15 TLC. Dejamos a la industria expuesta a unas reglas tributarias que son para un país cerrado. Pero, en un país abierto, el proceso productivo necesita tener reglas iguales o similares a las que tienen los competidores, y hay que mirar qué está haciendo el mundo. Por definición, desgrava los bienes de capital.
¿Qué diferencia hay entre comprar maquinaria para producir y crear empleo en Colombia y en el exterior?
En Colombia, comprar una máquina implica pagar IVA del 16 por ciento, impuesto al patrimonio de 1,5 por ciento durante 10 años, renta presuntiva de 1 por ciento por otro tanto y, al final, cuando uno suma todas esas partidas, eso puede dar el 40 por ciento del valor de la máquina. Entonces: usted compra una máquina de 100 pesos en Colombia, que le vale 140; en los Estados Unidos, la misma máquina le vale 100 pesos.
¿Por eso está resultando mejor hacer industria por fuera?
Pues ese industrial que tiene que pagar 40 por ciento más por su inversión, si es grande, preferirá irse a producir afuera. Por eso usted encuentra cantidad de empresas grandes que empezaron a trasladar su producción a Estados Unidos, a México… Hoy en día, muchas de ellas atienden el mercado internacional, pero, sobre todo, el mercado nacional con producción hecha afuera.
Absurdo. Terminamos importando el producto de nuestra industria nacional…
Así es, estamos importando lo nuestro. Y si el industrial es pequeño y no tiene capacidad para montar una planta en el exterior, concluye que, si quiere sobrevivir, tiene que importar, porque le sale más barato que producir. Entonces, apaga la máquina, despide a la gente y se dedica a ser comerciante de productos importados.
Muy doloroso. ¿Eso explica que, por mucho que baje el desempleo, seguimos en 8 y pico, que es el más alto de la región?
Sí. Y este proceso de apertura, bajo esas reglas de juego tributarias, va a conducir a que el fenómeno del desempleo vaya a ser mucho mayor y eso no se va a reversar.
¿La culpa es de la apertura y de los TLC?
No. Es del marco tributario, que no ha entendido la apertura. No adecuamos las reglas para que la gente pudiera competir de tú a tú, y eso ha generado, por ejemplo, que ensambladoras se vayan del país, que productores de llantas se vayan del país…
Que empresas petroleras se vayan del país…
Los petroleros están cerrando porque no da el negocio. Pero, además, el sector textil está importando gran parte de sus insumos, que antes se producían aquí. La industria farmacéutica, prácticamente toda, se ha ido del país. Y, por el otro lado, muchos inversionistas extranjeros que vienen a Colombia a hacer actividades productivas, cuando sacan la cuenta de lo que vale producir en Colombia, dicen no, no tiene sentido, este es un paraíso, pero para exportar desde el exterior hacia Colombia, no para producir aquí.
Gravísimo. ¿Esta reforma fomentará aún más la desindustrialización?
Exactamente.
¿Cómo entender eso de alguien de los quilates del ministro Cárdenas?
Pues, mire, a mí me sorprende. Tengo del ministro Cárdenas la mejor impresión, no solamente desde el punto de vista humano, sino profesional. Pensé, cuando se posesionó de ministro, que íbamos a tener la mejor reforma tributaria de muchos años, porque, cuando él estuvo en Fedesarrollo como investigador, redactó lo que debería ser una reforma tributaria estructural para Colombia, la reforma perfecta para que un país funcione.
¿Y qué pasó?
Yo no sé qué pasó. Pero llegó al ministerio y se olvidó por completo lo que había escrito.
Tres cosas que decía esa propuesta abandonada ahora por el doctor Cárdenas…
Básicamente, que había que desgravar bienes de capital, simplificar todo el sistema, hacernos mucho más competitivos y tener reglas iguales para la producción nacional que las del exterior. Hizo un aporte importante que fue desgravar la nómina, eso no lo discuto, pero se quedó corto en los demás problemas.
Nos informan que los impuestos provisionales anteriores se quedan todos. El de patrimonio pasó a llamarse ‘impuesto a la riqueza’, pero ante las críticas, ahora se llamará ‘impuesto contra la pobreza’. Pero es lo mismo…
El nombre de ‘impuesto a la riqueza’ sí era muy confrontacional. Generaba un efecto de lucha de clases alrededor de la reforma tributaria.
A algún genio tecnopopulista se le ocurrió. Según la reforma que viene, ¿quién es rico en Colombia?
Pues es rica cualquier persona que tiene más de 1.000 millones de pesos. Y resulta que 1.000 millones de pesos son básicamente 100 metros cuadrados de propiedad en un inmueble… El problema es que no es rica una persona que, teniendo 1.000 millones de pesos de patrimonio, no tiene con qué pagar los impuestos porque no tiene liquidez. O porque vive en su propia casa, en la que no alquila cuartos, o es una persona con propiedades en zonas de conflicto todavía, que tiene tierra pero con proyectos improductivos. O gente que tiene un proceso industrial que son cuatro máquinas; eso vale 1.000 millones. Pero quedan básicamente catalogadas como personas ricas.
¿Y por qué le cambian de nombre al impuesto al patrimonio por impuesto a la riqueza?
Tratan con ese cambio de nombre de hacerles un by-pass a los convenios de estabilidad tributaria. Cincuenta empresas firmaron ese convenio, que no es un invento de Colombia. Muchos países lo tienen. Pero los nuevos impuestos no quedan cubiertos con los convenios de estabilidad, que es otro error enorme, porque demuestra que este es un Estado ladrón, es un Estado que para hacerles el quite a los convenios de estabilidad les cambia de nombre a los impuestos.
¿Un Estado tramposo?
Sí, porque cada vez que otorga un beneficio, media hora después está buscando cómo birlárselo a quien se lo dio. Entonces, la conciencia que tiene la gente en general, los inversionistas extranjeros, los nacionales, todos, es que aquí la palabra del Estado no vale, porque se compromete, firma, asegura y media hora después está buscando cómo desconocer su compromiso…
¿En el momento en el que al país no llegaba inversión fue bueno hacer esos convenios?
Tuvo mucho sentido en su momento tener convenios de estabilidad, que se requiere cuando los países no son serios. Y entonces Colombia se volvió muy atractiva. Ahora se arriesga a espantar la inversión. Un país abierto va a tener que cambiar el chip por completo.
¿Esta reforma es antichip?
Esta reforma es antitodo. A la industria nacional primero le amarramos un brazo, luego le amarramos el segundo y ahora le amarramos los dos pies y la queremos sacar al ring para que se defienda. Y a ese boxeador todo amarrado, que es la industria nacional, lo queremos sacar al cuadrilátero a enfrentarse con Muhammad Alí, que es el productor internacional.
Dentro de lo que usted llama una reforma tributaria técnica, ¿estaría revisar el IVA, sin afectar la canasta familiar, que perjudica es a los pobres?
Sí. Tenemos un IVA que es uno de los más bajos de América Latina, más bajo que los europeos. Sin afectar la canasta familiar, es perfectamente posible hacer incrementos del IVA de 2 o 3 o 4 puntos. Pero dentro de las reformas necesarias está la de quitarles el IVA a los bienes de capital, desgravarlos por completo, si queremos ser competitivos frente al mundo.
Pero, así como lo plantea, suena como quitarles el IVA a los ricos y dejárselo a los pobres…
Si el rico no puede comprar las máquinas competitivamente, producirá por fuera o importará desde afuera. Y el pobre que trabajaba en esta planta se va a quedar sin empleo. Aquí todos estamos amarrados, ricos y pobres, pendientes de cómo competir contra el mundo.
¿Usted diría que esta reforma se debería caer?
Si el Gobierno hace un análisis sensato de por qué hay tan fuertes quejas del sector privado, debería suspenderla y hacerla bien el año entrante. Una reforma que le genere recaudos, inclusive más de los que ahora pretende, pero bien hecha.
¿Y a la clase media cómo le va con la reforma?
Muy mal. No solo a la clase media, que quizás no tenga cómo pagar el impuesto a su patrimonio, sino a los estratos más bajos de la población, los más necesitados, porque estamos tomando decisiones para generar desempleo. Quiero ver qué pasará en uno o dos años, con petróleo a 70 dólares el barril, y con una clase empresarial que cada vez va a importar más y a producir menos aquí.
¿Y dónde queda la lucha contra la evasión?
No puede ser que el país tenga cerca de 50 billones de pesos entre evasión y contrabando frente a las narices del Ministerio de Hacienda y que esta reforma no haga nada por controlarlo. Ese debería ser el principal foco del Ministerio de Hacienda. Por eso, la posición del Gobierno no puede ser solamente recargar todo siempre sobre 8.000 empresas que mantienen el fisco, o sobre los asalariados y la clase media. La Andi hizo una encuesta entre 253 empresas, que representan el 18 por ciento del PIB, es decir, muy representativa, que demuestra que de cada 100 pesos que se ganan, pagan 77 en la suma de todos los impuestos… Eso no puede ser posible en un país abierto.
Entonces, ¿hacia dónde debe apuntar el Gobierno?
Tenemos que reducir esos impuestos a una cosa que sea lógica y controlar la evasión y el contrabando. Me sorprende que esa no sea la directriz y que estén empeñados en una reforma que afecta a la industria.
¿Y cómo les va a los ahorradores en esta reforma?
Con la estructura tributaria vigente, más la reforma, un ahorrador puede quedar tributando el 200 por ciento del rendimiento real que recibe. Eso no existe en ningún país.
¿Cómo así el 200 por ciento?
Supongamos que alguien tiene 1.000 millones de pesos en un CDT; eso le genera 40 millones de pesos al año de intereses. De esos, 25 o 30 son inflación. Le quedan reales 10 millones de pesos. De ahí tiene que pagar 15 por ciento de impuesto al patrimonio, 10 por ciento de impuesto de renta, y 4 x 1.000. De todo eso resulta que pagó 25, 26 o 27 millones y se ganó 10. Es decir, la tributación está cercana al 200 por ciento de la rentabilidad real. Eso es de un país de locos.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
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