A mí no me gustó la última reforma tributaria. Afectó de manera sustantiva a las clases medias y a los asalariados. Pero cuando se hizo ni siquiera nos dimos cuenta, solamente cuando tuvimos que pagar los impuestos en el 2013 y cuando fue necesario llevar a nuestros viejitos a sacar el RUT, y, en muchos casos, enseñarles a pagar tributos sobre sus pírricos ingresos adicionales a su pobre pensión.
Cuando veo la inmensa capacidad de intervención de los grupos empresariales, cuando se fijan impuestos a las utilidades empresariales de más de 800 millones de pesos y a los patrimonios mayores a los 2.000 millones de pesos, pienso que algo va bien, que por fin se están tomando medidas para que la tributación grave a los que más tienen, lo cual tendrá consecuencias importantes sobre la redistribución del ingreso.
Parecería que también se gravarán los beneficios de los dividendos a partir de cierto monto. Esos son capitales improductivos, lo que sumado al hecho de que se desincentiven los ahorros en los bancos por medio de CDT u otros mecanismos que, en esencia, solamente benefician al sector financiero para que sigan prestando a los colombianos a intereses draconianos. Ahora tendrán que pagar más impuestos sobre sus increíbles utilidades, las cuales agreden al resto de los colombianos.
No, no me molesta que le digan que no al Consejo Gremial, a los representantes de los más ricos y a los medios de comunicación cooptados por los empresarios y que se dirigen a los ciudadanos ‘todos a una, como en Fuenteovejuna’ a convencerlos diariamente de que es mejor que se grave a los que tienen menos, para evitar las visiones apocalípticas y mentirosas de que eso desestimulará la inversión y aumentará el desempleo. Ojalá no se salgan con la suya y termine todo con dos puntos más del IVA para todos.
Pero, lo que realmente debería preocuparnos es qué se hicieron los recursos ingentes que recibimos de la bonanza de los commodities, en qué los despilfarraron los gobiernos de Uribe y Santos. Dicen por ahí que las exenciones y dádivas a los grandes inversionistas extranjeros, así como los subsidios a los ricos, alcanzan al 10 por ciento del PIB, y qué decir de las absurdas negociaciones de sus contratos. Eso debería tener un verdadero juicio político y social. Que los devuelvan.
Y, sí, lo que nos debería preocupar es lo que van a hacer con los nuevos ingresos. Lo que recolecten apenas servirá para tapar huecos del pasado. Como decía Simón el Bobito: “abran otro hueco y échenlo ahí”. Lo que viene es complejo. Pero no se engañen, era previsible. El pasado no perdona, el presente es un espejismo y el futuro está plagado de incertidumbre. Eso sí, a partir de mañana voy a olvidarme de tantos columnistas pesimistas.
¡Feliz Navidad!
Germán Umaña M.
Decano de Economía, Universidad Central
germanumana201@hotmail.com
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