Por: Juan Manuel López |
No estamos en el mejor de los mundos, la
brecha del desarrollo es cada vez más grande, buscamos culpables y chivos
expiatorios sin mirar al modelo en que nos hemos montado
Parece existir un consenso en que no estamos en el mejor de
los mundos. Se dan diferentes presentaciones, unas más pesimistas que otras,
pero ninguna niega la realidad: el avance del país es bastante menos de lo que
cada gobierno ha prometido hacer; y la brecha del desarrollo es cada vez más
grande: más desigualdad económica y menos niveles de bienestar que los países
desarrollados.
Esto lleva a controversias buscando atribuir
la culpa a uno u otro gobierno por la frustración que por ello se produce. El
análisis en general busca la culpabilidad en la ‘corrupción’ (que pareciera
haberse vuelto endémica a los colombianos) y la solución en encontrar ‘chivos
expiatorios’.
La
principal queja es porque la Justicia no funciona; seguimos pensando en una
Justicia que busque lo ‘Justo’, sin tener en cuenta que la cambiamos por la
búsqueda de la eficiencia a través del ‘pragmatismo’ inspirado en el sistema
americano, según la declaración de la Conferencia sobre Protección Judicial
celebrada en Washington en Abril de 1989 que presagiaba lo que después
llamaríamos el ‘revolcón’: “El rigor en la aplicación de algunas
garantías constitucionales tales como la presunción de inocencia y de
favorabilidad en pro del reo, el debido proceso, la controvertibilidad de la
prueba, los principios de que no hay crimen ni pena sin ley, sumadas a las
características inquisitivas del sistema penal colombiano ofrece ciertas
dificultades prácticas para la acción del aparato judicial contra el delito del
narcotráfico y contra las manifestaciones del terrorismo asociado a este…”
Se
nos olvida vincular la falla en la generación de empleo a la ausencia de ese
propósito en nuestro ordenamiento institucional; hasta en los Estados Unidos
–le cúspide del capitalismo- se contempla entre la funciones prioritarias
del manejo económico tal preocupación, por eso el Federal Reserve tiene como
primer punto de sus obligaciones “promover efectivamente la búsqueda del
pleno empleo, (…)”. Nuestra nueva institucionalidad no otorga tal
función al Barepública ni a ningún otro órgano, ynuestros gobernantes se guían por el Consenso
de Washington que en ninguno de sus diez puntos contempla
algo al respecto.
Nos
lamentamos de los índices de desigualdad por la brecha que hay entre diferentes
sectores poblacionales, pero no consideramos que la competencia y el mercado
como ordenadores de la sociedad generan inevitablemente ganadores y perdedores
(a favor de la concentración en los más poderosos), pero seguimos
considerando que esos deben ser la columna vertebral de las estrategias
gubernamentales.
Nos
insertamos en el mundo de la ‘globalización’, pero no mediante la intervención
del Estado y una política industrial o planeación estratégica como los países
asiáticos, sino dentro de la ‘libre competencia según las ventajas
comparativas’, con lo que nuestros ingresos de divisas provienen principalmente
de las exportaciones de crudo, del producto del narcotráfico y de las remesas
de nuestros expatriados, es decir que no aporten nada como valor agregado y
consolidan un verdadero modelo de subdesarrollo.
Nos
autodenominamos ‘violentos’ como si el origen de tal característica estuviera
en nuestros genes y no tuviera nada que ver con el mundo que hemos organizado.
Pero
si estudiándolo como un proceso histórico que trasciende a lo anecdótico de
quien lo representa y dejamos de personalizar las etapas que llevaron al actual
descontento (y de buscar calificar a uno u otro gobierno), podremos
entender que los resultados que nos traen adonde estamos son simplemente el
fruto del funcionamiento de un Estado montado sobre el ‘modelo
neoliberal’.
Es curioso que, ante la continuidad de los pobres resultados
de gobiernos de diferentes orientaciones pero bajo el mismo modelo, no se
acepte que el problema es que un país no depende solo de la persona que
gobierna, que el verdadero mal debe estar en otra parte, y que lo que se
necesita son instituciones que operen satisfactoriamente con cualquier
mandatario. Que vivimos en la negación del
concepto de Estado liberal de ‘un gobierno de instituciones y no de
hombres’.
Reflexiones al tema pensiones
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