www.cronicadelquindio.com, FEBRERO 25 DE 2021
Por: Juan José Orrego López
Colombia, a partir del 2020, ha venido enfrentando situaciones duras producto de puros intereses que se vienen mostrando en ambientes que aterran a los colombianos por la orfandad de esos congresistas mayoritarios, que dejaron su labor de elegidos para no defender al país, y cediendo ante proyectos dañinos donde la crisis lo muestra claramente. Ejemplos que sobran, se salvan algunos instantes de lucidez en proyectos aprobados para beneficio del país.
Por ese abandono institucional es que florecen caras nuevas en busca de un cambio, con voces exigiendo cumplir esa deuda social y empresarial, impulsados por esa rebeldía, quizás por sentimientos ocultos en su interior, acogiendo gritos de una comunidad llena de ilusiones que no conoce nada de lo público, que seguro llevarán al Congreso líderes que por su afán de figurar, podrán hacer buena labor o igual o peor de unos que hoy están y que lo único que hacen es vivir y sacarle plata al país. Esas mayorías que controlan todo pero que no actúan, quizás están induciendo, aunque no lo acepten, pero sí culpando a otros de cambios o ajustes al modelo actual, con opciones de llevar al país a sistemas económicos diferentes por culpa de esa inactividad ya comprobada, y por no importarles el país.
Pero el riesgo no está solo por esos gritos. Los partidos o jefes políticos aportan caras nuevas o exfuncionarios en listas al Congreso, que los llevará a caer en la misma trampa como lo han hecho por tradición, promoviendo o sembrando conductas limpias cuando muchos de los que motivan a esos aspirantes solo han dejado en su camino un cúmulo de errores para la democracia, el país y las regiones.
En Colombia se vive un sistema presidencial que nunca funciona limpiamente o que opera al revés. Eligen primero a congresistas y después al presidente, con el riesgo de que el presidente elegido no tenga un grupo de amigos en el Congreso que apoyen su proyecto y plan de su gobierno y, de paso, obligándolo a negociar con líderes o partidos no afines, dejando en el aire la expectativa de una buena gobernanza y gobernabilidad. Es increíble y lamentable ver cómo se ríen del país, se eligen primero ellos —Congreso—, para luego negociar con el presidente; de no lograrlo, lo intentan frenar. Pregunto, ¿Entonces para qué se eligen congresistas?, ¿será para negociar, intimidar o atemorizar?
Cómo creerles a esos aspirantes nuevos o los no gratos que buscan repetir, cuando ya se conoce que el Congreso es el mayor generador de la crisis del país. Mientras no se hagan ajustes que incluyan mejor conducta y manejo adecuado del Congreso frente a las realidades del país, seguiremos igual, sin opción de ajustes futuros, aunque teniendo congresistas grandiosos que luchan por el bien del país será muy difícil y riesgoso. Quedarán los mismos promotores de vicios que por años han empujado y generado la destrucción o crisis del país.
Es incalculable el daño a la democracia colombiana, un sistema al revés y congresistas elegidos para chantajear y no para servir al país.