sábado, 7 de abril de 2018

EL GALIMATÍAS PENSIONAL...

POR: Octavio Quintero
(RED-GES/El Satélite)

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"Que la gente viva más hoy, no es motivo de alegría sino, al parecer, un encarte generacional"

Una de las falacias mejor enrolladas en el tema de las pensiones es el incremento de la esperanza de vida de 40 años, a principios del siglo XX, a 74 años a comienzos de este siglo XXI, para el caso de Colombia.

Esa franja de mayor esperanza de vida, 34 años que se ha logrado al cabo de 100 años, es tomada por los neoliberales como una pesada carga sobre el sistema pensional. Y entonces, la pregunta obligada en los escenarios de actuaría y finanzas es: ¿De dónde saldrán los recursos para pagar esas pensiones?

Y, claro, el común de la gente, que en su inmensa mayoría no sabe siquiera de qué hablan los que hablan de “modelos matemáticos”, conviene en asentir el acertijo envuelto en la pregunta, autocuestionándose: ¿hola, sí, de dónde saldrán?…

Y, entonces, el terreno a los sabiondos en modelos matemáticos, como los que hacen parte de todas las compañías de seguros, les queda abonado para sentenciar, como lo hizo el presidente de Asofondos, Santiago Montenegro en el último congreso de ese grupo de presión neoliberal:

(…)

“Sea cual fuere la técnica financiera que se utilice tendremos que ahorrar más, conceder pensiones de inferior monto o aumentar las edades de retiro. La naturaleza del problema es la misma sea que se administren las pensiones por el Estado o por actores privados. Si no adoptamos alguna de estas medidas, o probablemente una mezcla de ellas, la crisis financiera y social será inevitable.

“La estrategia consistente en endeudarnos para pagar las pensiones, que es la que se ha venido utilizando en muchas partes, transfiere a las generaciones futuras una carga creciente que ellas se negarán a asumir cuando gocen del poder político necesario. Es lo que pasará en 10 o 12 años”.

Los sabiondos actuarios son capaces de pensar hasta por los que no han nacido siguiera y, aún más, ya tienen encasillados a los nonatos en el modelo neoliberal, introducido por el capitalismo salvaje, ese que no piensa más que en producir utilidades financieras antes que en utilidades sociales.

 Y el telón vuelve a caer sobre la población inerte de imaginación para refutar la falaz audacia, doblando su resistencia ante la aparente contundencia del argumento que viene repitiéndose en forma constante desde octubre del 2015 cuando se dijo: “Se avecina una nueva reforma pensional”, porque las reformas en este sector social son periódicas, como las “estructurales” reformas tributarias que también, por demás, recaen con mayor peso sobre las clases medias y bajas a través de los impuestos indirectos, como el IVA, por ejemplo, que no distingue entre un rico y un pobre cuando entra al supermercado a comprar una bolsa de leche y mil de pan para el desayuno.

Y, ay del que se atreva a poner esta discusión en el campo político: ese un populista, un predicador de la lucha de clases. A estos pregoneros del desastre nacional, si el Estado decide atender con más compasión al rico que al pobre, bien les viene la reflexión del recordado obispo de Recife, Brasil, monseñor Hélder Cámara (1909-1999): “Cuando doy comida a los pobres, me llaman Santo; cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.

El propio presidente de Asofondos descubre en la siguiente afirmación el encriptado secreto de dónde pueden salir los recursos para financiar las pensiones al decir: “En Colombia hay solo dos trabajadores cotizando a pensiones por cada adulto mayor de 65 años”…

Sí, correcto: los recursos para pensiones salen del propio bolsillo del trabajador activo. Y el secreto no está en aumentar la edad y las semanas de cotización para que menos viejos puedan vivir con cierta tranquilidad sus últimos años de vida, sino en aumentar el empleo para que haya más trabajadores activos cotizando a su propia pensión en el futuro. Ese es todo el misterio que envuelve la pregunta por los recursos para pensiones, pregunta que le queda muy difícil responder a los neoliberales porque ellos solo saben producir utilidades económicas.

Que una persona viva 34 años más hoy que hace un siglo, no debiera convertirse en un problema matemático para los gobiernos, sino en una variable para producir más desarrollo económico y social porque, lo que se ve al anverso de la moneda es que hoy en día, una persona de 70 años se equipara en edad a una de 40 hace 100, tanto más, si los trabajos de hoy en buena parte no son musculares sino neuronales. Es decir, un ciudadano de hoy puede tener una vida laboral activa 34 años más que su congénere de hace un siglo: así de simple.

Pero es que ello conllevaría el diseño de una política salarial de corte social, y es propiamente de esto que poco o nada saben, o no les gusta a los neoliberales.



Reflexiones al tema pensiones

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