eltiempo.com, Por: Sergio Araújo Castro
13 de marzo 2017
Colombia está podrida. Y la culpa es de las familias. De los maestros. Del Estado.
Si
la justicia norteamericana no hubiera ventilado los sobornos de Odebrecht, no
habríamos descubierto que la corrupción nos devora hace décadas. Aunque temo
que la indignación general sea más por la envidia individual de saber cómo
varios se enriquecieron que porque exista en Colombia un patrón moral colectivo
de admirable nivel.
De aquella comunidad religiosa de ética robusta que fuimos hasta los 70 del
siglo XX queda nada. Colombia es un país de avivatos; la corrupción y el saqueo
de lo público son asunto grave si lo comete otro, pero cuando uno de esos que
se rasgan las vestiduras tiene la menor oportunidad, se tapa de plata sin
rubores y sigue hablando olímpicamente de “los corruptos”.
Esta
sociedad materialista, aparentadora y banal, enfocada en enriquecerse como sea,
surgió con el narcotráfico: ese ‘fast track’ que facilitó una vía rápida para
transportar a cualquiera de la pobreza a la opulencia material.
Basta ser osado, inescrupuloso y sin agüeros para “hacer plata”, un objetivo
que se convirtió en el sueño colombiano; no solo para mantener la familia, sino
para ponerle el pie en el cuello al resto, porque nos fuimos volviendo una
antisociedad, una masa interdestructiva en la cual el interés individual es
prevalente.
Quienes logran hacer dinero coronan, son el ejemplo, se vuelven modelo que se
debe seguir. Después viene la metamorfosis fácil de traquetear a secuestrar,
transar, robar o serruchar. Tener plata, como sea, es tener éxito. Por eso
estamos así.
Mientras las encuestas muestran altos índices de desaprobación sobre políticos
asociados a corrupción pública, en la mayoría de los despachos oficiales,
ordenadores de gasto, mandos medios, contratistas y calanchines siguen transando
al 20 % de lo lindo. Porque nos aterra el caso Odebrecht, pero los brasileños
no inventaron el CVY, ni la Ruta del Sol es la única obra cuyo contrato fue
comprado. Sinceramente, el país es una inmensa compraventa, ¡todo es transable!
Desde la policía hasta los fallos judiciales, y el nivel de jerarquía solo
determina la cuantía de las coimas.
Colombia está podrida. Y la culpa es de las familias que se disolvieron y
dejaron los hijos sin guía. De los maestros que dejaron de formar. Del Estado,
que no inculca el enaltecimiento de lo admirable. De la prensa, que participa
en el escarnio, pero no es rigurosa al investigar. Y, sin duda, de la explosión
demográfica, que nos volvió un tumulto que no cabe en las intenciones
planificadoras de nadie. Colombia necesita concentrarse en educar y formar, que
debe ser la obsesión del Estado por los próximos 30 años. La ética pública debe
reivindicarse para salvar esta sociedad, que tambalea al filo del colapso.
El asistencialismo, las casas gratis, las costosas facilidades para los
violentos, y cuanto no sea formar y educar, se traduce todo en un gran
desperdicio. Tampoco podemos seguir incrementando la población como conejos; se
debe guiar a los jóvenes y fijar estímulos para detener las desmedidas tasas de
natalidad, que impiden al Estado dar abasto en la misión de tener una sociedad
adecuadamente protegida.
Necesitamos concentrarnos en corregir el paradigma: en vez de abundancia
material como propósito, es vital enfatizar en valores y conocimiento para
lograr una vida en la que ser austero sea un mérito; tener conocimiento, razón
de orgullo, y cada día todos nos parezcamos más entre unos y otros.
Más valores y conocimiento nos harán más homogéneos y desterrarán la obsesión
por enriquecer a cualquier costo, para inculcar un patrón superior: formar,
educar e ilustrar personas que integren una sociedad que necesariamente será
cada vez mejor.
No es tan difícil proyectar el nuevo sueño colombiano.
SERGIO ARAÚJO CASTRO
@sergioaraujoc
Reflexiones al tema pensional
Colombia está podrida, la culpa es de las familias, De los maestros, Del Estado. http://jujogol.blogspot.com/2017/03/el-sueno-colombiano_16.html?spref=tw
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