Por: Alfredo Molano Bravo
Leyendo y releyendo el discurso de Uribe en el homenaje a Fernando Londoño, me quedaron dando vueltas algunas sensaciones o hipótesis —digamos— inquietantes.
La primera es el nombre con que la cúpula bautizó el movimiento: “Puro Centro”. El cuento del centro, levantado como nombre y consigna de un partido político ultramontano, es, por lo menos, sospechoso. Digamos, quieren situar a los paramilitares a su derecha para poder meter en un mismo talego, a su izquierda, a los Progresistas, al Polo, a Santos y a las guerrillas. Más grave aún es el adjetivo puro. Sin duda se refiere a los uribistas purasangre, los más acérrimos e incondicionales seguidores de Uribe. La tropa de élite. La referencia lleva implícita la sangre pura: el racismo puro. Y no puede extrañar que la extrema derecha conduzca a mover el sello de fábrica acuñado por el nazismo alemán. En Colombia, un país mestizo, el purasangrismo no tiene caso ni modo, pero algo puede estar siendo reivindicado por debajo de la cobija: todos sus altos heliotropos son paisas —no antioqueños, como diría Felipe Zuleta—, ciudadanos del país paisa, un país que comienza en Cartago y termina en Necoclí. De mayor a menor: Uribe, Fernando Londoño, José Obdulio, Óscar Iván Zuluaga, Luis Carlos Restrepo, Luis Carlos Vélez. Me objetarán que también hacen parte de esa nomenklatura Plinio Apuleyo y Bessudo. Cierto, pero ellos están siempre en cualquier parte y en todas. ¿No estarán moviendo estos purasangre una palanca geopolítica peligrosísima? Hay que recordar que las guerras civiles del siglo XIX se montaron todas en la dialéctica federalismo-centralismo. El Gran Cauca armó sus guerras contra el resto del país con uno u otro estandarte.
Las cosas pueden ser aún más graves si se tiene en cuenta la alianza de ese país paisa con la república de la costa, que comienza en el bajo Cauca y termina en el río Ranchería. Conocidos son los lugartenientes de Uribe en esa región: Visbal Martelo, José Félix Lafaurie, los Castros, los Araújos, los De la Espriella de un lado. Al lado hay otra alianza geopolítica: los Castaños, Mancusos, Jorges 40. Unos paisas, otros costeños y los demás entre los unos y los otros. A mí me da miedo pensar en las cosas que se pueden venir y que los purasangre son capaces de mover. Y han movido. Los costeños creen que se trata de una alianza productiva cuando de verdad es una invasión a mansalva.
La segunda sensación es más peligrosa: el intento de usar a las Fuerzas Armadas, o por lo menos al Ejército, con el cuento de la seguridad. Si la guerrilla ha vuelto a recuperar fuerza y territorio, quiere decir, ante todo, que el modelito uribista fracasó. Pero la inseguridad, la que preocupa al ciudadano corriente, es la del robo de celulares, la del boleteo generalizado a todo negocio grande o pequeño, y esa es criatura del trato de Uribe con gamonales, ‘paras’ y narcos en Justicia y Paz. Pero la cosa va por otro lado: los purasangre quieren usar políticamente a los militares. O, dicho de otra manera, alzarlos contra Santos con la tesis de que sin fuero militar no pueden combatir, que es lo mismo que decir que no pueden ganar la guerra sino violando los DD.HH. y el DIH. Esas son las garantías jurídicas que piden. Es claro que los militares, por más que estén de acuerdo con esta tesis, no se van a rebelar contra el Gobierno. Pero se pueden dividir, que es la carta que parecen jugar los purasangre para hacer ingobernable el país, para hacerle perder a Santos los estribos, literalmente hablando. Como caballistas que son, saben que un jinete sin estribos es un jinete en el suelo. No en vano estuvieron en el homenaje los exgenerales Bedoya y Mora, y si no asistieron al toque de corneta Montoya y Rito Alejo fue porque están enredados con la justicia. Sospecho que los peores días están por venir.
A Uribe le va a pasar lo que le pasó a Fritanga, que estando muerto, la vanidad lo revivió porque no pudo vivir sin aplausos.
"No temas a quienes matan la carne, teme a quienes matan el espiritu"
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