sábado, 7 de septiembre de 2019

Economía naranja: sin paz, ni pío

Por: Humberto de la Calle

Florencia, siglo XIII. En esta época brillante, lo que hoy hemos dado en llamar economía naranja, producto de una mezcla de innovación, conocimientos científicos, tecnología, leyes racionales, finanzas y comercio, tuvo su momento de esplendor.
En esa Florencia, calificada como la ciudad más bella del mundo, hubo una conjunción de circunstancias afortunadas para asombro de la humanidad.
Hubo avances científicos que se catapultaban unos a otros y que, a su vez, en un ambiente propicio para la innovación, producían efectos benéficos en diversos campos. La química permitía obtener nuevos colores que, al lado de la geometría y sus hallazgos en la perspectiva, lograron el mayor impulso del arte pictórico. Lo dijo Da Vinci: la pintura es el arte de crear relieves tridimensionales en superficies bidimensionales. A lo cual se agrega el estudio de la anatomía que propició avances a la vez en la medicina y en el arte. Sin olvidar el papel de cierta rebeldía necesaria: si los médicos no hubieran desobedecido a la Iglesia en su prohibición de la disección, nada de esto hubiese sido posible.
Los artesanos se aliaron con los fabricantes de seda para lograr prendas suntuosas. La arquitectura iba de la mano de los tallistas de madera. El arte callejero impulsaba el optimismo. La ciudad estaba adornada por la catedral más bella de Italia. El arte teatral se valió de la mecánica para entregar a los alelados espectadores verdaderos milagros: actores que volaban, helicópteros en el escenario y un dios que era transportado a las alturas halado por una nube de ángeles. Artificios en los que el mismo Leonardo aplicó una conjunción de imaginación, ciencia y tecnología. Es lo que esperamos del nuevo Ministerio. Que no se limite a ser una repartición burocrática inerte. Gracias al senador Agudelo por promover su creación.
Por fin, todo esto, encauzado por el comercio para mover una economía vibrante, bajo la égida de la letra de cambio, la contabilidad de doble asiento y la expansión universal de la actividad bancaria.
Está bien que el presidente Duque haya puesto este tema en la agenda nacional.
Hay que ir más allá:
Florencia era cuna de libertades. Instauró una república, algo insólito en la época de las monarquías. Fue conducida en un ambiente de paz con los vecinos. La gobernanza era predecible. La universidad irradiaba la vida cultural y permitía amplio acceso. Universidad que impartía enseñanzas en la filosofía humanista, pero que se articulaba con los talleres. Los talleres eran a su vez verdaderos estudios. La tasa de alfabetización era la más alta de Europa. La agremiación permitió una convivencia equilibrada en la que los artesanos tenían un nivel de vida razonable. La clase media era el epicentro de la ciudad y estaba compuesta por un conjunto abundante de ciudadanos. La sociedad creía en que la felicidad se conquistaba en este mundo por medio del conocimiento.
En resumen: la economía naranja es una alquimia creadora en la que concurren conocimientos científicos entrelazados, tecnologías, innovación, imaginación, reglas jurídicas, comercio, estabilidad y paz. Paz. El derecho síntesis que sirve de fundamento a todo lo demás.

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