jueves, 30 de marzo de 2017

¿OTRA REFORMA POLÍTICA?....

GES (GRUPO EDITORIAL EL SATÉLITE)
Director: Octavio Quintero



Sin equilibrio de poderes no hay democracia

Para proponer una reforma política-electoral hay que conocer, o al menos suponer, las causas por las cuales la política en Colombia se ha convertido en un asco nacional; y ese asco, hace que la gente del común la haya puesto como fuera de su vida, cayendo en lo que Maurice Duverger llama “democracia sin pueblo”, todo un  contrasentido de lo que tenemos establecido por democracia.

Según la encuesta Gallup de febrero – 2017, los partidos políticos eran la institución nacional de más alta desfavorabilidad del país con 85%, y el Congreso, su hábitat natural, con un rechazo popular del 79%.

En estos días se esbozó en los medios de comunicación la propuesta de la Misión Electoral Especial encaminada a producir una “gran reforma política” en Colombia, en desarrollo del respectivo acuerdo de paz del Colón, como debe decírsele correctamente, ya que, quienes siguen hablando del acuerdo de La Habana, ignoran que ese fue negado por el plebiscito del 02 de octubre del 2016.

Dominó la propuesta de aumentar en 34 el número de parlamentarios (de 166 a 200), y será suficiente esa idea central para generar un abierto rechazo a la propuesta.

¿Creen ustedes que lo asqueroso de la política tiene relación directa o indirecta con el número de parlamentarios? Si fuera tan fácil acabar con la corrupción política, bastaría con cerrar el Congreso, y punto. Sería tanto como sacarle el corazón a un enfermo para que se aliviara.

No, lo asqueroso de la política, al menos para la clase popular es, precisamente, que no le sirve de nada; es decir, no trabaja sino para beneficio de una selecta clase privilegiada compuesta por un buen número de políticos que copan el Congreso, más el gobierno central “dueño de la chequera” y los oligarcas “dueños del gobierno”, amén del poder judicial que es el que dictamina que todo lo que están haciendo es “legal”.

A propósito, en la misma encuesta, este poder judicial es otra de las instituciones más desprestigiadas popularmente, con una desfavorabilidad del 82%, casi igual a la de los partidos y superior a la del Congreso.

Una reforma política de fondo y estructural debe romper con ese contubernio; debe restablecer en Colombia la autonomía de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial; y eso no parece tener cabida en el régimen imperante porque --es un principio de lógica-- nadie va en contra de sus propios intereses. Esa reforma política de la que estamos hablando no la puede hacer sino una constituyente o un referendo auténticamente popular.

Y ahí está el nudo a desatar: todos los caminos democráticos para convocar una constituyente o un referendo, pasan por el Congreso: artículos 376 y 378 de la constitución. ¿Qué hacer? No quedan más caminos que las elecciones,  la protesta pacífica y la desobediencia civil. Pero para ejercer sistemáticamente una alternativa o la combinación de las tres, se requiere de gran cultura política.

El momento político que se respira en la calle, según las encuestas, es favorable a una apertura democrática que restablezca en Colombia el equilibrio de poderes. Mientras tanto, cualquier reforma política en donde los poderes legislativo y judicial sigan siendo subsidiarios del ejecutivo, no hay nada qué hacer.
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Fin de folio.- Los auxilios parlamentarios (mermelada) y el sistema de elección indirecta de los magistrados de las altas cortes, ha concentrado todo el poder en Colombia en cabeza del Presidente que, a su vez, es un prisionero de los grupos económicos, nacionales y extranjeros,  dominantes.


Reflexiones al tema pensional

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