viernes, 17 de marzo de 2017

LO QUE LE ESCRIBIÓ SANTOS A SAMPER EN EL 96: GRANDEZA

eltiempo.comSección, Editorial – opinión
26 de enero de 1996 Autor
JUAN MANUEL SANTOS


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Señor Presidente: Deliberadamente me he abstenido de dar una sola declaración pública a los medios después de las graves denuncias del ex ministro Botero. No es el momento de reacciones precipitadas, ni de pronunciamientos emotivos para pescar en río revuelto. La situación es demasiado delicada. Tienen toda la razón quienes hacen un llamado a la reflexión. Y yo agregaría que también a la grandeza.

Es dentro de ese espíritu como me atrevo, con todo respeto, a escribirle esta carta.

La reflexión más importante que debemos hacernos en circunstancias tan difíciles, es cómo evitar que esta crisis deje secuelas y heridas que los colombianos tengamos que pagar por el resto de nuestras vidas.

No es justo someter a un pueblo a que decida si el que miente es su Presidente o su ex ministro de Defensa. Es de los espectáculos más deprimentes que una dirigencia le puede ofrecer a un país. Pero la decisión fue suya. Ud. se jugó esa carta y estaba en todo su derecho. El resultado le fue adverso... muy adverso.

Y viene aquí una primera consideración. No se da cuenta del terrible daño que esto le hace a la majestad y a la autoridad del cargo que Ud. ocupa? Las personas somos pasajeras pero las instituciones permanecen. Es un nefasto legado para una nación ansiosa de autoridad y liderazgo, que la mayoría de la gente piense que desde la Presidencia de la República se puedan eludir responsabilidades, inclusive mentir, y no pase nada.

Todo esto tiene que ver también con los principios, los valores y el honor, paradigmas de cualquier sociedad civilizada. Vaya ironía! Ud. les dijo hace poco a unos dirigentes políticos, en una aseveración tan equivocada como injusta, que no le debía su elección al partido liberal sino a Monseñor Castrillón. Y fue este mismo prelado, por oficio sabio en confesiones y perdones, el que les dijo a los colombianos que vio el resplandor de la verdad sobre el rostro de Botero, pero no sobre el suyo. Y luego puso el dedo en la llaga al decir que este escándalo tenía un ingrediente jurídico y político, pero también otro moral.

El honor es lo más preciado que puede tener cualquier persona. Es más importante que la misma vida. Piense en el honor de la patria que Ud. encarna y en el daño que le hace al aferrarse al poder a cualquier costo. Piense en la indignidad internacional a que estamos sometidos. O piense lo que deben sentir los soldados que en estos momentos ofrecen sus vidas por ese honor patrio que juraron defender, y que Ud. está pervirtiendo.

Su propuesta de una consulta popular para resolver esta crisis, que en realidad será una confrontación electoral, no puede ser la solución. Ni los problemas morales ni los jurídicos se resuelven con plebiscitos. Es un esperpento legal. Es violatorio de la Constitución y obstruye el debido proceso. Pero sobre todo los costos, no solo en dinero sino en odios y hasta en violencia que este procedimiento generaría, serían inconmensurables.

Es muy peligroso para el país tratar de colocar esta crisis como un problema de lucha de clases, como insistentemente lo ha querido hacer su ministro del Interior. Nada tiene que ver esto con el enfoque social que Ud. le quiere dar a su gobierno, y con el cual, por lo menos en mi caso estoy totalmente de acuerdo. Inducir, por ejemplo, a las centrales obreras a que cierren filas y digan que esto es un ataque contra los derechos de los trabajadores es populismo irresponsable y totalmente contraproducente para los intereses del país.

Ud. le exige a nuestra colectividad su respaldo. No debe colocarla en esta encrucijada. Porque aunque no crea que fue elegido por los votos liberales, tiene que reconocer que la dirigencia liberal lo ha rodeado con extrema lealtad. Le pido, como liberal, que no someta a nuestro partido al exterminio. Si es su voluntad inmolarse, no pase a la historia como el sepulturero del partido liberal.

Quiere Ud. convocar al Congreso de la República para poner ahí el debate político. Es natural porque es un escenario que su gobierno controla. Allá podrá ganar batallas tácticas. Pero piense más bien en los tremendos costos que para todos los colombianos tendrá la prolongación innecesaria de esta crisis. En las miles de miles de personas que se van a quedar sin empleo. O en los millones de millones de dólares que se van a fugar del país en lugar de dirigirse hacia inversiones productivas.

Señor Presidente: créame, cuando le digo, que siento un profundo dolor por lo que le está sucediendo. No solo por una vieja y estrecha amistad familiar, sino porque a ningún colombiano le puede alegrar la humillación y el sufrimiento de su Presidente. Entiendo también su inmenso drama personal y la necesidad de buscarle una salida digna y generosa a esta tragedia. Es por eso por lo que creo interpretar a todos los colombianos que les preocupa el futuro de su patria, al decir que hasta sus más enconados contradictores están dispuestos a despejar cualquier camino que le permita a Ud. y a su familia salir con la frente en alto del Palacio de Nariño con tal de ponerle fin a este drama que está asolando al país.

Una reflexión final y personal: lleva Ud. sobre sus hombros no solo la majestad de la Presidencia sino la tradición de una estirpe que ha sido orgullo para Colombia. Así Ud. esté en paz con su conciencia, hay ciertos hechos que por su contundencia se tienen que aceptar en la vida y en la política. Cuando decidió poner, el lunes pasado, a escrutinio público la legitimidad de sus palabras frente a las del director de su campaña, tenía que ser consciente de que se jugaba sus restos. Y perdió. Cómo cree que pueda seguir gobernando cuando al día siguiente por abrumadora mayoría sus gobernados le dieron la espalda? No es esto suficiente plebiscito? Todos los colombianos comprendemos el laberinto en que se encuentra. Pero Ud. no es el primer mandatario que se enfrenta a esta situación límite: el momento en que confluyen la luz y la sombra en la vida de un hombre público. Otros hallaron la salida con decoro y dignidad. Y sus pueblos encontraron en ese acto, un punto de partida para construir un nuevo futuro.

Sea leal con su patria que lo colmó de honores y con su estirpe de tan noble espíritu: retírese con grandeza y recibirá el reconocimiento de los colombianos y de la historia.

Con sinceridad y todo respeto.

Juan Manuel Santos

Reflexiones al tema pensional

Publicación
eltiempo.com
Sección
Editorial – opinión
Fecha de publicación
26 de enero de 1996
Autor
JUAN MANUEL SANTOS

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