En Colombia no existe la condena de muerte por corrupción, pero
la corrupción ya genera condenas de muerte para algunos colombianos. El caso de
desnutrición de los niños de La Guajira es tan solo un horripilante ejemplo de
ello.
Zhang Xinhua,
expresidente de una empresa estatal de China ha sido condenado a muerte por desvío de fondos públicos y
sobornos. Según la organización Transparencia Internacional, en 2015 Colombia y
China obtuvieron un resultado de treinta y siete puntos sobre cien, donde cero
equivale a países altamente corruptos y cien a países muy transparentes. Con
métodos diferentes, impunidad o pena capital, Colombia y China siguen siendo muy corruptos. La solución no
pasa por la muerte, tenemos suficientes.
¿Qué tiene que ver la corrupción con el proceso de paz? Mucho,
porque ninguna política pública, por importante que sea, sobrevive si coexiste
con el delito. Con acuerdo o sin acuerdo, no habrá país que resista una paz que
conviva con el fraude y la corrupción. De hecho, hoy por hoy, es insoportable.
Tenemos un gran problema en Colombia que está libre de oposición
por parte de la ciudadanía. Es una especie de corrupción tolerable que no
afecta ningún tipo de moral y que permeó con la ilegalidad la actividad
política. Se manifiesta con grupos de interés que están conformados por actores
al margen de la ley, que pertenecieron o hacen parte del conflicto armado y
cuentan con influencia en la toma de decisiones de los políticos y funcionarios
públicos.
El tema de la corrupción debe ser tan importante como el tema de
la paz. A pesar de los avances existentes en materia legislativa, Colombia
sigue estancada y en lo profundo. El carácter clandestino de la corrupción la
convierte en un fenómeno difícil de identificar, y las respuestas para
combatirla se concentran mayoritariamente en los enfoques jurídicos, punibles y
económicos; dejando por fuera otro tipo de soluciones como los sistemas de
integridad, la ética pública y la rendición de cuentas.
Falta voluntad
política para generar en todos los ámbitos de la esfera pública y privada un
sistema de integridad transparente, con gobiernos abiertos que garanticen el
real derecho de acceso a la información. Estamos a las puertas de cambios
históricos en Colombia y la ciudadanía parece no darse cuenta que a los
corruptos hay que cerrarles los caminos y cambiarles los túneles de la
clandestinidad por muros de cristal.
La apuesta por la paz debe ser desde un gobierno plenamente
abierto, con intercambio de datos, de fácil acceso y comprensión, con
colombianos residentes en cualquier territorio ejerciendo una verdadera ciudadanía,
utilizando las redes de forma inteligente, compartiendo información, exigiendo
rendición de cuentas y poniendo millones de ojos encima sobre las actividades
públicas y las procedentes de los acuerdos de paz.
La corrupción genera violencia, muerte e injusticias. El
silencio provoca opacidad y negación. Se debe exigir a los políticos y
funcionarios que rindan cuentas, no solo en el curso de la campañas, sino a lo
largo de su desempeño e inclusive cuando hayan terminado con sus funciones
públicas. Los funcionarios públicos y los partidos gobernantes están en la
obligación de rendir cuentas periódicamente, mientras que los votantes debemos
estar informados sobre las acciones de nuestros representantes políticos.
Al mismo tiempo, la rendición de cuentas, requiere de elecciones
verdaderamente competitivas, donde existan partidos o movimientos
institucionalmente fuertes capaces de ofrecer alternativas programáticas para
los electores, y donde los representantes políticos puedan ser “castigados” con
la no re-elección por tener un desempeño negativo o llevar a cabo políticas
indeseadas.
El próximo gran debate para los colombianos será el plebiscito
por la paz, y antes de estar debatiendo posiciones a favor o en contra del
proceso de paz, deberíamos estar “tomando partido” entre lo malo y lo peor de
la corrupción.
Reflexiones al tema pensional
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