Gilberto Montalvo Jiménez,
Los
voraces económicos no aprenden. Plata y más plata, enriquecimiento desaforado a
instancias de lo que sea. Y ¡cataplum!
No tienen
escrúpulos y sus ilimitadas pasiones por el metálico los inducen a quebrantar
elementales principios éticos porque su ambición los engola de tal manera que
pierden el sentido de la realidad elevándose a los etéreos estadios de la
incontrolable desmesura mental.
Son
pacientes siquiátricos.
No
aprenden de los consuetudinarios descalabros que vienen de generación en
generación o de degenerados en degenerados. Basta mirar de reojo a los
recientes-hace 4 años-hechos que estremecieron a Wall Street y al mundo
por las picardías y los delincuenciales actos de los dueños de Lehman Brothers.
Nada les
es suficiente. No hay cotas. Los límites no tienen horizonte si de llenarse los
bolsillos de plata se trata. Atesoran negocios y cosas y cosas y más cosas
aunque tengan que pasar por encima de sus propios reductos.
No miden
los riesgos y la codicia los lleva tarde que temprano a la estrepitosa
hecatombe.
Estos días
hemos asistido estupefactos a la herrumbre de Interbolsa, ese portentoso
monstruo capitalista, que desvirtuó los canales éticos de quienes manejan
mercados de valores para convertirse en un tirano de las operaciones delictivas
y por debajo de la mesa y con la complacencia de quienes tienen
responsabilidades públicas de vigilancia tirarse un mercado que aun no sabe a
ciencia cierta lo que se nos viene encima.
Santos,
beneficiario de los dueños de Interbolsa, (dieron billete para su campaña), no
ha dicho esta boca es mía y eso que es consiente de que lo reconocen como
cerebro de la economía del país y majestuoso exponente de esa misma cáfila de
los dueños del poder en todos sus ámbitos.
La
discusión si las entidades de control actuaron a tiempo está a la orden del día
pero el descalabro si apareció. Es lo único cierto.
Nadie sabe
cuándo se extrapolaron los límites de tanta voracidad. Las
responsabilidades oficiales existen porque no hubo regulación, la moral interna
de Interbolsa no existió porque sobrepasaron todas las cotas normales y un
mercado sin vigilancia indujo a la catástrofe.
¿Quién
define los límites de la codicia de tantos?
No hay ni
medios ni regulaciones capaces de ponerle freno a una indigestión mental
de algunos especímenes humanos.
Las
fronteras de lo ético no existen y se saltan lo que sea, cuando sea y como sea,
porque saben de la benignidad de las propias leyes hechas a las medidas
de los latrocinios.
Esto de
Interbolsa no ha comenzado. Lo han presentado como un hecho complejo donde el
Estado ha actuado de manera contundente. Falso, las circunstancias han sido
morigeradas por una información amañada. Falta el porrazo definitivo donde los
damnificados están por verse.
Hay que
observar también la complacencia de los medios de comunicación especializados
en esa vagabundería del tal mercado que hicieron mutis por el foro y pasaron de
agache aunque sabían que algo no andaba bien con las repos de Fabricato.
Jamás alertaron. Dirán que no es su oficio pero si se revisan las nóminas
de las grandes empresas de este país allí están incluidos los periodistas
económicos con canonjías, viajes, atenciones en hoteles de cinco estrellas,
regalos en metálicos y ofrendas de exquisita condición.
La mayoría
sino la totalidad de los enviados especiales a tanta asamblea en el país y en
el exterior son costeados por las propias fuentes.
Todos los
que se mueven en ese estercolero de la insaciabilidad por el dinero y las cosas
materiales ahora están escondidos esperando, si acaso, el reproche la pobre
comunidad, quien a la final recibe los totazos del coletazo de las infamias de
los embrutecidos por la vanidad de las tenencias. Pero eso no sirve para nada.
Hacer
plata sin ninguna consideración es de personas que tienen una profunda
enfermedad mental. He ahí el detalle.
FORMIDABLE EL ARTÍCULO.
ResponderEliminar