sábado, 17 de noviembre de 2012

VORACIDAD PLATA Y MÁS PLATA


                                      
Gilberto Montalvo Jiménez,

Los voraces económicos no aprenden. Plata y más plata, enriquecimiento desaforado a instancias de lo que sea. Y ¡cataplum!

No tienen escrúpulos y sus ilimitadas pasiones por el metálico los inducen a quebrantar elementales principios éticos porque su ambición los engola de tal manera que pierden el sentido de la realidad elevándose a los etéreos estadios de la incontrolable desmesura mental.

 Son pacientes siquiátricos.

No aprenden de los consuetudinarios descalabros que vienen de generación en generación o de degenerados en degenerados. Basta mirar de reojo a los recientes-hace 4 años-hechos  que estremecieron a Wall Street y al mundo por las picardías y los delincuenciales actos de los dueños de Lehman Brothers.

Nada les es suficiente. No hay cotas. Los límites no tienen horizonte si de llenarse los bolsillos de plata se trata. Atesoran negocios y cosas y cosas y más cosas aunque tengan que pasar por encima de sus propios reductos.

No miden los riesgos y  la codicia los lleva tarde que temprano a la estrepitosa hecatombe.

Estos días hemos asistido estupefactos a la herrumbre de Interbolsa, ese portentoso monstruo capitalista, que desvirtuó los canales éticos de quienes manejan mercados de valores para convertirse en un tirano de las operaciones delictivas y por debajo de la mesa y con la complacencia de quienes tienen responsabilidades públicas de vigilancia tirarse un mercado que aun no sabe a ciencia cierta lo que se nos viene encima.

Santos, beneficiario de los dueños de Interbolsa, (dieron billete para su campaña), no ha dicho esta boca es mía y eso que es consiente de que lo reconocen como cerebro de la economía del país y majestuoso exponente de esa misma cáfila de los dueños del poder en todos sus ámbitos.

La discusión si las entidades de control actuaron a tiempo está a la orden del día pero el descalabro si apareció. Es lo único cierto.

Nadie sabe cuándo se extrapolaron  los límites de tanta voracidad. Las responsabilidades oficiales existen porque no hubo regulación, la moral interna de Interbolsa no existió porque sobrepasaron todas las cotas normales y un mercado sin vigilancia indujo a la catástrofe.

¿Quién define los límites de la codicia de tantos?

No hay ni medios ni regulaciones capaces de ponerle freno a  una indigestión mental de algunos especímenes humanos.

Las fronteras de lo ético no existen y se saltan lo que sea, cuando sea y como sea, porque saben de la benignidad de  las propias leyes hechas a las medidas de los latrocinios.

Esto de Interbolsa no ha comenzado. Lo han presentado como un hecho complejo donde el Estado ha actuado de manera contundente. Falso, las circunstancias han sido morigeradas por una información amañada. Falta el porrazo definitivo donde los damnificados están por verse.

Hay que observar también la complacencia de los medios de comunicación especializados en esa vagabundería del tal mercado que hicieron mutis por el foro y pasaron de agache aunque sabían que algo no andaba bien con las repos de Fabricato.  Jamás alertaron. Dirán que no es su oficio pero si se revisan las nóminas de las grandes empresas de este país allí están incluidos los periodistas económicos con canonjías, viajes, atenciones en hoteles de cinco estrellas, regalos en metálicos y ofrendas de exquisita condición.

La mayoría sino la totalidad de los enviados especiales a tanta asamblea en el país y en el exterior son costeados por las propias fuentes.

Todos los que se mueven en ese estercolero de la insaciabilidad por el dinero y las cosas materiales ahora están escondidos esperando, si acaso, el reproche la pobre comunidad, quien a la final recibe los totazos del coletazo de las infamias de los embrutecidos por la vanidad de las tenencias. Pero eso no sirve para nada.

Hacer plata sin ninguna consideración es de personas que tienen una profunda enfermedad mental. He ahí el detalle.

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