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Algunos abogados conocedores de los vericuetos de la rama judicial han empezado a proponer una solución radical al problema de la justicia colombiana: la revocatoria de las Altas Cortes.
La idea no es del todo original. En
Colombia cuando alguna institución no funciona y se resiste reiteradamente al
cambio la solución es acabarla, liquidarla o revocarla. Hay muchos ejemplos:
Ferrocarriles Nacionales, la Edis, el Seguro Social, la DNE, la Comisión
Nacional de Televisión y por supuesto el Congreso de la República, que fue
revocado en 1991 y casi revocado nuevamente en 2001.
Algunas veces este tipo de profilaxis
institucional funciona bien. En este gobierno se acabó la DNE, el Seguro Social
y la Comisión Nacional de Televisión y, salvo algunos políticos que se cebaban
en ellas, a nadie le están haciendo falta.
Otras veces la cirugía extractiva no es
tan efectiva. Se liquidó Ferrocarriles Nacionales y ahora no tenemos
ferrocarriles; ni buenos, ni malos ni regulares. Tenemos en cambio a Colfecar.
Se liquidó la Edis y pasamos a un sistema de recolección privado que funcionaba
y era legal. Ahora se monopolizó ilegalmente el servicio en cabeza de un
operador público y los bogotanos estamos nadando en basura.
Y por supuesto tenemos el ejemplo del
Congreso revocado de 1991, que es el mismo de 2001 y de 2011, el cual hasta los
mismos parlamentarios reconocen que no es tan bueno como el de 1981 o 1971, que
tampoco eran gran cosa.
Sin embargo confieso que me gusta la
idea revocar las Cortes.
Los escándalos de los últimos años son
simplemente demasiados. Los expedientes de paseo en el crucero caribeño, el
carrusel de pensiones que se resiste a parar, el yo-te elijo-tu-me elijes, las
200 votaciones por el presidente del Consejo de Estado, el planeta de los simios
en la reforma a la justicia, el sancocho procesal (Código de Procedimiento
Civil, Ley 1395 y Código General del Proceso, todos vigentes al mismo tiempo),
78 días de paro judicial, la renuncia Henry Villariaga, el “Diablo de
Purificación”, las deudas de Alberto Rojas Ríos con la viuda olvidada, los 61
permisos del magistrado Francisco José Ricaurte y ahora su hermano traqueto, el
“usted no sabe quien soy yo” del hijo del Presidente de la Corte Suprema y
ahora lo que faltaba, la denuncia penal a Pretelt y el contrato de Escobar Gil.
Con razón que en las últimas encuestas
la justicia colombiana se pelea el campeonato de impopularidad nacional con
Nicolás Maduro y con las FARC.
De todas formas la idea de revocar las
Cortes, aunque atractiva, puede generar muchos más problemas de los que
pretende resolver. Para empezar las Cortes no se pueden revocar. Es decir
no existe un procedimiento legal de revocatoria de la rama judicial, algo que
sería exótico en un estado de derecho. Supone uno que la revocatoria sería vía
referendo, que requiere de una ley, o sea tránsito por el congreso.
Luego debe pasar por la validación de la Corte Constitucional, la cual
difícilmente se auto suicidaría, en palabras del filósofo de Miraflores.
Lo otro es acceder a la petición de las
FARC y de Uribe de convocar una asamblea constituyente. Barajar y repartir de
nuevo los naipes institucionales puede que le atraiga a los polos antagónicos
de la política colombiana pero generaría una profunda incertidumbre jurídica
con serias consecuencias económicas.
En todo caso, el precedente sería
nefasto. Dios nos libre, pero el día de mañana, de tener un presidente sin las
credenciales democráticas de Juan Manuel Santos, el aprendiz de Chávez que
llegue al poder tendrá la tentación de acabar con la independencia de la rama
judicial, vía una revocatoria, para empaquetarla de sus esbirros.
Queda la reforma al equilibrio de
poderes. Esta importantísima iniciativa ha sido criticada por quienes desean
una solución maximalista al problema. Prefieren jalar el mantel. Sin embargo,
la historia enseña que es mejor el cambio incremental, como el que plantea al
acto legislativo promovido por el gobierno.
No es poca cosa acabar con todas las
reelecciones; la de presidente, procurador, fiscal, registrador, contralor,
etc. Tampoco quitarle las funciones electorales a las Cortes, que como lo
reiteran el comunicado de los magistrados de la constitucional supérstites, han
sido la madre de todos los males. Y derogar el Consejo Superior de la
Judicatura y reemplazarlo por un administrador de la rama y por la colegiatura
de abogados.
Son cambios sensatos y políticamente
posibles. Quienes creen que es cambiar para que todo siga igual se equivocan.
Más bien, cuando las cosas parecen que no cambian en realidad nunca vuelven a
ser iguales.
...POR EL MOMENTO QUE ESTA PASANDO COLOMBIA Y VARIAS DE SUS INSTITUCIONES, EN ESPECIAL, LAS ALTAS CORTES Y EL CONGRESO,...ES UNA OPORTUNIDAD ÚNICA PARA PENSAR QUE SE DEBE REALIZAR UN GRAN CAMBIO, EN EL CONGRESO, MODIFICAR LA LEY 5º DONDE ELIMINE SUS FORMAS DE ACTUAR, TIEMPO DE LABORES, HORARIOS, DÍAS, VACACIONES, ENTRE OTRAS, PUESTO LO QUE HAY O EXISTE ES VULGAR...E INJUSTO CON EL RESTO DE LOS 47 MILLONES DE COLOMBIANOS....MÁS JUSTICIA Y EQUIDAD, SABIENDO LOS BILLONES DE PESOS QUE CUESTA ESAS GUACAS QUE TANTO PROTEGEN EN ESTOS MOMENTOS DE PROBLEMAS FISCALES..
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