Miércoles 29 Agosto 2012, Por
Juan Diego Restrepo E.
No alcanzo a dilucidar cuál es la pretensión del expresidente de
sostener que la vía militar es la única salida viable al conflicto armado
colombiano. ¿Responde a un interés general o tiene un interés particular?
Duro, particularmente duro, fue el discurso del expresidente Álvaro
Uribe Vélez en Barranquilla durante el lanzamiento de su movimiento llamado
Puro Centro Democrático y las declaraciones al diario El Heraldo. Ha sido tan
absurdo, tan radical, tan agresivo, que no da pie para pensar otra cosa que
éste será uno de los obstáculos a superar en el incipiente proceso de paz que
se insinúa con la guerrilla de las Farc y, posiblemente, con el ELN.
Ocho años al frente del Gobierno, en un ejercicio de intolerancia, exclusión, insultos, estigmatización y balas contra culpables e inocentes, en el afán de exterminar a su peor contradictor, no le bastaron para someter ni desarticular a una guerrilla tozuda y anticuada. Mejor dicho, no fue capaz de acabar con la guerrilla. Hoy, cuando se avizora un pre-acuerdo que podría dar inicio a un camino seguro para la paz de los colombianos, se atraviesa con su verbo violento e incita al odio a través del reforzamiento del miedo, una práctica que, en sí misma, es una expresión terrorista.
El señor Uribe crea zozobra en todos los aspectos de la vida nacional. Especialmente en el plano de la seguridad. Desde hace varios meses, muchos meses, viene afirmando que las tropas están desmoralizadas porque no cuentan con un fuero especial que les permita actuar en terreno de manera más ágil contra “el enemigo”. Adicional a ello, alega que la seguridad se ha venido deteriorando y que la guerrilla llega a una negociación fortalecida. Ambas afirmaciones son falaces y lo que pretenden es, como dicen en la calle, “meter miedo y pánico”.
¿No será acaso al contrario: que las Farc llegarán justamente a una negociación porque se sienten en un punto muerto y frente a unas tropas más profesionalizadas, eficaces y agresivas en su ofensiva? Lo curioso es que el expresidente Uribe borre con sus gritos lo que hizo en sus dos gobiernos: mejorar la capacidad de las tropas. Hay una incongruencia en su discurso que no tiene sentido.
Economía y seguridad son dos temas en su discurso que revelan una ofensiva descabellada. Pero hay más ejemplos de su tendencia a introducir miedo y generar inestabilidades políticas. No han empezado en firme las negociaciones, apenas si hay una luz de preacuerdo, y ya viene hablando de temas que aún no se abordan. Al diario El Heraldo le dijo: “qué puede negociar usted con el narco, con el secuestrador, con el extorsionista, con aquel responsable de violaciones al derecho internacional humanitario. Lo único que puede negociar con ellos es el sometimiento a la justicia”.
No se puede empezar a cuestionar un proceso que no ha empezado, que aún está en un nivel incipiente de acercamiento, justamente cuando es más delicado el asunto, pues es en estos niveles cuando se requiere mayor confianza entre las partes que se quieren sentar en la mesa. Yo espero que la agenda que se construya responda no sólo al anhelo de parar la guerra que tienen amplios sectores del país sino a los parámetros de verdad, justicia, reparación y no repetición.
Hábilmente el expresidente Uribe, como buen manipulador de las imágenes
del miedo, comenzó a transmitir la idea de que los guerrilleros de las Farc
llegarán al Congreso y los militares a la cárcel. Son maniobras discursivas que
germinan en las mentes de muchos colombianos. Ya lo dijo en Barranquilla durante
la presentación de su movimiento Puro Centro Democrático ante empresarios de la
Costa Caribe: “de pronto entonces vamos a ver rápidamente a los militares en la
cárcel y a ‘Timochenko’ y a ‘Iván Márquez’ en el Congreso y aspirando a la
Presidencia de la República”. Eso es, ni más ni menos, terrorismo verbal, pues
juega con los imaginarios de la gente.
Y como si fuera poco, recurre a la figura del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, para reforzar el terror y advertir que en las posibles negociaciones con las Farc y el Eln saldrá favorecido en su campaña reelecionista. Eso es sacar ‘el coco’ para intimidar a los incautos e ignorantes.
Pero más preocupante aún son aquellas invocaciones que hizo en la capital del Atlántico y por las cuales deberá explicarse mejor: “Pedimos al Dios de Colombia que nos dé energía para dar esta batalla y hacerles más difíciles esos despropósitos de paz”. Tal afirmación genera dos preguntas por lo menos: ¿cómo dará esa batalla y cuáles serán los mecanismos para “hacer más difíciles esos despropósitos de paz”?
Al expresidente Uribe lo enceguece y lo ensordece cualquier negociación con la guerrilla y, de paso, con su maniobra discursiva y retorcida, ocasiona la ceguera y la sordera de otros más, que es preocupante, pues algunos de ellos tienen aún las armas del paramilitarismo y no dudarían en sabotear el proceso accionándolas contra blancos estratégicos que sirvan como disculpa para frenar los diálogos. Es el grave riesgo de exacerbar los miedos y de incitar al odio y la venganza.
¿Esa actitud agresiva del expresidente Uribe responde realmente a un interés general o, por el contrario, hay en ella un interés particular? El de él precisamente. No alcanzo a dilucidar la respuesta, pero lo cierto es que frente al futuro que lenta, cautelosa y progresivamente se viene construyendo con las Farc, y posiblemente con el Eln, para sentarse a dialogar y buscar salidas a un conflicto de más de 45 años, no se puede caer en el juego del Exmandatario ni asumir sus odios, así como tampoco volcarse hacia la solución guerrista que él propone; tampoco dejarse atemorizar por su discurso recalcitrante y manipulador. Para superarlo, hay que tener mesura, tranquilidad, tolerancia y paciencia. La paz no se construye de la noche a la mañana.
Y como si fuera poco, recurre a la figura del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, para reforzar el terror y advertir que en las posibles negociaciones con las Farc y el Eln saldrá favorecido en su campaña reelecionista. Eso es sacar ‘el coco’ para intimidar a los incautos e ignorantes.
Pero más preocupante aún son aquellas invocaciones que hizo en la capital del Atlántico y por las cuales deberá explicarse mejor: “Pedimos al Dios de Colombia que nos dé energía para dar esta batalla y hacerles más difíciles esos despropósitos de paz”. Tal afirmación genera dos preguntas por lo menos: ¿cómo dará esa batalla y cuáles serán los mecanismos para “hacer más difíciles esos despropósitos de paz”?
Al expresidente Uribe lo enceguece y lo ensordece cualquier negociación con la guerrilla y, de paso, con su maniobra discursiva y retorcida, ocasiona la ceguera y la sordera de otros más, que es preocupante, pues algunos de ellos tienen aún las armas del paramilitarismo y no dudarían en sabotear el proceso accionándolas contra blancos estratégicos que sirvan como disculpa para frenar los diálogos. Es el grave riesgo de exacerbar los miedos y de incitar al odio y la venganza.
¿Esa actitud agresiva del expresidente Uribe responde realmente a un interés general o, por el contrario, hay en ella un interés particular? El de él precisamente. No alcanzo a dilucidar la respuesta, pero lo cierto es que frente al futuro que lenta, cautelosa y progresivamente se viene construyendo con las Farc, y posiblemente con el Eln, para sentarse a dialogar y buscar salidas a un conflicto de más de 45 años, no se puede caer en el juego del Exmandatario ni asumir sus odios, así como tampoco volcarse hacia la solución guerrista que él propone; tampoco dejarse atemorizar por su discurso recalcitrante y manipulador. Para superarlo, hay que tener mesura, tranquilidad, tolerancia y paciencia. La paz no se construye de la noche a la mañana.
La paz requiere de buen ambiente
nacional.
* Periodista e investigador
* Periodista e investigador
Siempre nos preguntaremos; será que no quiere la Paz o como es que la pretende encontrar ?
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