DINERO, OPINIÓN, por FANNY KERTZMAN, 1/21/2016
Lo que me produce verdadera indignación con los recursos de la venta de Isagen es que lo que quede se irá a un fondo oficial para prestarles plata a las concesiones 4G.
En 1977 Estados Unidos expidió el primer código contra la corrupción en el mundo. Se llama Foreign Corrupt Practices Act o FCPA. De acuerdo con ello, se prohíben y castigan los sobornos en terceros países dirigidos a funcionarios públicos, ya sean en dinero o en especie. Por experiencia propia digo que no se permite regalar ni un bolígrafo promocional. Cuando se presenta una violación al FCPA, tanto la SEC, como el Departamento de Justicia (DOJ), abren sendas investigaciones civiles y penales por violar el FCPA.
Brookfield Asset Management es un gigantesco fondo de inversión, con US$225 billones invertidos en obras de ingeniería, energía y construcción comercial, entre otros. Tiene cien años de fundada, cotiza en las Bolsas de Toronto, New York y Amsterdam. Mejor dicho: no es ningún aparecido.
La filial brasileña se llama Brookfield Gestao de Empreendimentos y está especializada en construcciones comerciales. Es el quinto grupo en esa categoría en Brasil.
En 2010 una antigua empleada en Sao Paulo denunció que la compañía había sobornado a dos funcionarios municipales para poder desarrollar un centro comercial.
Tanto la SEC, como el DOJ y la Fiscalía brasileña abrieron los procesos. El año pasado la SEC cerró su investigación civil por no encontrar pruebas. Los procesos que siguen vivos son los penales, tanto en Estados Unidos como en Brasil. Ese es el caso de corrupción que nos tiene escandalizados.
Pero la corrupción se puede dar de otras formas. La venta de Isagen ha generado una ola de protestas tanto entre los mamertos como en los colombianos normales. Es la primera vez que se gesta una protesta colectiva de tal magnitud.
Yo me sumo a la misma, no tanto por la venta, sino por el destino que se dará a esos recursos. Por un lado sabemos que parte de ellos se gastarán en mermelada, preparando el terreno para que el Congreso pupitrée todas las barrabasadas de La Habana.
Pero lo que me produce verdadera indignación es que lo que quede se irá a un fondo oficial para prestarle plata a las concesiones 4G.
Luis Carlos Sarmiento, el multimillonario #85 en Forbes, ha sido el más beneficiado hasta el momento con proyectos de infraestructura y vivienda gratis. Ha invertido millones de dólares en estas obras, ya sea con dineros propios o ajenos. Tiene músculo para mucho más, y es uno de los contratistas más grandes del Estado.
Digo dineros ajenos, porque según lo ha denunciado José Roberto Acosta en El Espectador:“¿Después de Isagen, van por las pensiones?, ... el Gobierno ya les echó mano [a las pensiones] para usar ….este ahorro privado … mediante el Decreto 1385 de 2015... permitió que los dueños de AFP puedan hacerse autopréstamos con los recursos que los colombianos [depositan] en los Fondos de Pensiones… siempre y cuando el ... crédito sea para las obras 4G”. Decreto ideado por y para Grupo Aval, otorgado por Juan Manuel Santos.
De manera que el millonario #85 ha sido financiado dos veces: con el producido de Isagen y vía ahorro pensional de los colombianos que depositamos en la AFP Porvenir.
Si se habla de corrupción en Brookfield, la que se presenta en Colombia es peor. Corrupción es también la de Juan Manuel Santos y Luis Carlos Sarmiento, que intercambian favores en especie.
Con anuencia del Presidente, Luis Carlos Sarmiento se financia con dinero de particulares y del Estado cuando no los necesita. Le otorgan concesiones para 4G y construcción de vivienda gratis.
Otro medio para pagar favores son las condecoraciones que Memel (así le decían de chiquito) le ha regalado a Sarmiento. En 2012 lo condecoró como Empresario del Año y en junio de 2015 le dio el premio “Vida y obra en el Sistema Financiero”, promovido por Asobancaria.
Luis Carlos devuelve atenciones con la babosada y más abyecta lambonería en que se ha convertido El Tiempo, desde la compra por el primero. Es corrupción un intercambio en especie entre un particular y un funcionario gubernamental. Eso en inglés se dice brown nosing. Adivinen por qué.
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