Por: Juan José Orrego López
Soy un simple ciudadano que le debo mucho a mi nación, que a pesar de las dificultades como ser humano, disfrute unos padres que aunque ya no estén a nuestro lado por estar cerca de mi Dios, recibí de ellos una formación que me ha servido para no dejar de sentir el amor y respeto al país. Hoy extrañando esa Colombia que aunque viví situaciones confusas violentas o esas discusiones y riñas de compañeros amigos y familiares, me era imposible soñar, imaginar o esperar, que con el transcurso de los años y en el atardecer de la vida, mi patria fuera a caer en semejante tortura de agresividad, violencia, indiferencia y un desorden institucional, que pareciera como el camino predilecto de unos gobernantes o líderes, para hacer del país, lo que ellos quieren a su manera o escuela política o ideológica.
Que dolor y desilusión, que engaño y mentira, como juegan y siguen jugando, algunos líderes con el país, como si no conocieran la historia de esos años duros del pasado de Colombia.
Hoy el país cruza un camino espinoso rodeado de una incertidumbre sin rumbo, una justicia que no sabe si es o no justicia o al servicio de quien, unos organismos de control comprometidos sus jefes desde su elección, acompañado con otras instituciones que generaban en el pasado una especie o algo de confianza. Hoy todas o la mayoría de las instituciones públicas son un ponqué o torta que se disputan o reparten para disfrutar plenamente el poder transitorio, para estar tranquilos y seguir conquistando lo que más les fascina, gobernar sin control, para repetir lo que siempre hacen, política engañosa.
Cuanto no quisiéramos tener a ciudadanos visionando el país o su región auténticos defensores de lo público y conocedores de la débil y deficiente estructura y no de esos que ahora hay, simples pregoneros o voceros de la verdad, que, por sus rasgos físicos, atractivos u oratoria fascinante, enredan regiones y corazones, con resultados nefastos, errores que se pagan con el tiempo. Ese es el precio por no tener lideres verdaderos con valores claros e identificados, que ante semejante vacío intelectual de líderes lo único que se ve, brotan y que florece en cantidades, son los oportunistas o inmaculados salvadores, eso si todos luchadores y dispuestos a combatir la corrupción, siendo muchos de ellos, al final o en su mandató acusados por mal uso de los recursos, donde al final, terminan cuestionados. Ejemplos sobran.
Solo se escuchan expresiones y conjeturas de culpa de todos los sectores u otros con intenciones de lavarse las manos, que, en el medio de esa verdad o culpa escondida, continúan robos a los dineros públicos, lideres deshonestos y lo más lamentable, muertes violentas que merece todo repudio. Como católico, solo pido a mi Dios su poder de salvación y mano salvadora a Colombia.
Víctor Herrera M., en uno de sus artículo expresa, “La primera baja en la guerra, es la Verdad”. ¿Entonces, Quien dice la verdad?
Me duele mi país
