razonpublica.com/, marzo 30, 2020
Escrito por César
Ferrari Y Jorge Ivan González
De dónde sacar dinero para pasar la tormenta.
Colombia tiene más espacio de lo que suele creerse, y el gobierno tiene los
instrumentos para hacerlo de inmediato*
César Ferrari** – Jorge Iván González***
Atender
lo prioritario
Los recursos no alcanzan para
hacer todo lo que el país necesita en medio de esta crisis.
Por eso hay que definir con toda
claridad cuáles son las prioridades:
§ Contener
el virus,
§ Proveer
alimentos a los necesitados,
§ Mantener
la vinculación laboral, y
§ Garantizar
la producción de bienes y servicios de primera necesidad.
Las demás cosas pueden esperar.
Por ejemplo, la inversión en vías o en infraestructura, porque ahora no es
preciso estimular el empleo (la gente no puede salir de casa) sino apenas no
perder los empleos existentes.
Una vez detenida la epidemia, la
economía necesitará estímulos para compensar la caída del gasto privado y
afrontar la crisis estructural que puso al descubierto la caída de los precios
del petróleo y el carbón.
Con un gobierno endeudado y tasas
de interés muy bajas será muy difícil financiar la recuperación, pero aun así
será más fácil levantar al país si en este momento hacemos todo lo necesario.
Echar
mano de todos los recursos
Por ahora necesitamos financiar
los gastos privados fundamentales, a cargo de las familias y las empresas, así
como los gastos públicos para afrontar la pandemia y los subsidios a cargo de
los gobiernos nacional y territoriales.
Todos tenemos que aportar a la
solución de la crisis con todo tipo de recursos, porque no bastan los del
sector público (Banco de la República, gobierno nacional, gobiernos locales y
empresas públicas).
Por eso es bueno que los
empleados tengan acceso inmediato a sus cesantías para mitigar la crisis. El
financiamiento de las empresas puede provenir de los bancos o de recursos
propios en el caso de algunas con liquidez acumulada, y también del Banco
Central. El momento amerita medidas extraordinarias.
El financiamiento de los
gobiernos nacional y territoriales puede provenir de los fondos existentes, de
bonos públicos, de créditos comerciales o preferenciales, internos o externos,
y también del banco central mediante emisión monetaria si es el caso.
Puede
leer: La COVID-19: un impulsor de la transformación
económica
El
decreto 444
La primera medida significativa
del gobierno al respecto fue el decreto 444 que crea el Fondo para la
Mitigación de Emergencias (Fome). El fondo se alimentará con:
§ Las
regalías asignadas a los departamentos y municipios, no utilizadas y acumuladas
en el Fondo de Ahorro y Estabilización (FAE), y
§ Las
pensiones de los trabajadores de los gobiernos territoriales acumuladas en el
Fondo Nacional de Pensiones de la Entidades Territoriales (Fonpet).
Al margen del origen de los recursos,
es acertado aprovechar todos los fondos públicos, que en este caso serían unos
14 billones de pesos.
Otra discusión es quien debe
administrarlos: el gobierno nacional, que tiene la potestad legal para tomarlos
en préstamo (supuestamente de manera transitoria), o los gobiernos
territoriales, que son sus propietarios y tienen igualmente la capacidad de
administrarlos si se lo hubieran permitido.
Por eso la protesta de algunos
gobernantes locales ante lo que consideran una acción arbitraria que no les fue
consultada, y que afecta sobre todo a los departamentos que dependen de las
regalías.
Protestaron, también, por la
falta de claridad sobre el destino de los recursos: temen que el Fome acabe
apalancando a los bancos y a las grandes empresas en vez de financiar los
subsidios sociales o a las pequeñas empresas, o el diferimiento de las facturas
de las empresas públicas, o la postergación del cobro de los impuestos locales.
De pronto es importante que el
gobierno nacional consulte las decisiones sobre el uso del Fome con los
departamentos y municipios.
Otra cuestión compleja es
ponderar la necesidad de atender las urgencias y la conveniencia de financiar
proyectos estratégicos, con una perspectiva de mediano plazo. La prioridad es
el control de la pandemia y de sus consecuencias, pero la sensatez es la única
regla a este respecto.
Lea en Razón Pública: Los dineros
del Estado en emergencia: ¿cómo se están manejando?
Aumentar
la deuda externa
El Estado debe buscar un
financiamiento urgente de los organismos internacionales, llámense Fondo
Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial, Banco Interamericano de
Desarrollo o Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).
Aunque el saldo de la deuda
pública externa es alto (alrededor del 50% del PIB) es inferior a la de otros
países. La de Estados Unidos, por ejemplo, es superior al 100% del PIB. En
vista de la emergencia, Colombia puede y debe recurrir al préstamo externo. La
puerta está abierta porque el país ha sido juicioso.
En cambio, no parece sensato
tratar de financiarse en la banca comercial internacional o emitir bonos
externos. Los primeros, seguramente, prestarían recursos a tasas elevadas
frente a lo que se puede conseguir en los organismos internacionales. Lo
segundo encontraría un mercado internacional en condiciones precarias dada la
pandemia y el financiamiento que podría obtenerse, si fuera posible, resultaría
carísimo.
Reservas
internacionales, contabilidad pública y gasto del Estado
De otra parte, durante los años
de las bonanzas del petróleo y del carbón se acumularon reservas
internacionales que, en su gran mayoría, hoy están en bonos del Tesoro de
Estados Unidos. El monto de las reservas es cercano a los 53 mil millones de
dólares. Es posible utilizar una parte de estas reservas para pagar deuda
externa más cara.
Y desde el punto de vista
estrictamente contable, es posible incluir dentro de los ingresos del Gobierno
el mayor valor en pesos que han adquirido las reservas gracias a la
devaluación. No tiene sentido que aumente el valor en pesos de la deuda en
dólares, presionando el gasto público, pero no aumenten también las utilidades
de la banca central por esa misma devaluación para que sean transferidas al
gobierno nacional.
En síntesis, el Gobierno y el
Banco de la República tienen un amplio margen de acción que no han utilizado.
Llegó la hora de buscar fórmulas distintas de las tradicionales.
Es importante confiar en la
capacidad contracíclica del gasto y de la inversión pública. Durante los
últimos cuarenta años se construyó un discurso muy favorable al mercado, y
profundamente sospechoso de las bondades de la intervención del Estado. Es hora
de desmontar ese discurso.
Créditos
y subsidios
La emergencia obliga a garantizar
liquidez a tasas de interés reducidas y plazos largos a las familias y a las
empresas.
También urge asegurar la
solvencia de las instituciones financieras, si estas acceden a otorgar sus
créditos a tasas reducidas y a largo plazo. No tendría sentido financiarlas a
tasas reducidas para que presten el dinero a tasas elevadas.
Por eso el Banco de la República
debe reducir su tasa de interés y establecer líneas de crédito a tasas
preferenciales para que las empresas, grandes, medianas y pequeñas, puedan
pagar sus costos fijos y mantener su nómina, y las que deben operar lo hagan a
un ritmo natural.
Estos préstamos se pueden
canalizar a través de la banca comercial, pero si estos no reducen sus tasas,
mejor sería canalizarlos exclusivamente a través de la banca gubernamental, que
así probará su pertinencia.
En algunos casos las empresas no
estarán en condiciones de asumir más créditos, por baratos que sean; en
particular, las que no están operando, como los restaurantes o las sastrerías
de barrio. En este caso tendrán que recibir subsidios, los cuales a su vez
deberán provenir del gobierno nacional y los territoriales. Los municipios
parecen ser los más calificados para otorgar esos subsidios, en la medida en
que son los que más cerca están y mejor conocen a la gente; los entes de
control deberán estar atentos para que no se desvíen los recursos.
Emisión
de moneda
Pero hay otras maneras de
financiar el gasto público e incluso el gasto privado si fuera necesario.
Los bancos centrales de los
países desarrollados, como la Reserva Federal y el Central Europeo, están
emitiendo enormes cantidades de dinero para compensar los estragos de la
crisis. De igual manera, el Banco de la República debe utilizar los amplios márgenes
de maniobra que todavía tiene. Ha llegado el momento de abandonar las
ortodoxias monetarias, que han hecho mucho daño, y volverse racionales.
El mecanismo más directo es
prestarle al Gobierno. Desde la Constitución del 91 se prohibió que el Banco de
la República le preste al Gobierno, a no ser que esta decisión la aprueben
todos los miembros de la Junta del Banco. Puesto que la situación actual es muy
difícil, el endeudamiento del gobierno con el Banco de la República es
razonable.
Entre las modalidades del
endeudamiento se pueden mencionar: comprar directamente TES, que implica
aumentar los activos financieros del banco, u otorgarle crédito directo y
aumentar los activos crediticios del banco.
¿Cuánto
emitir?
Hay que emitir todo lo que se
necesite para financiar al gobierno nacional y a los gobiernos locales.
Recordemos que sus ingresos disminuirán sustancialmente:
§ En el
caso del gobierno nacional, porque la contención de la pandemia reduce
notablemente las ventas, la producción y también las utilidades de las
empresas, lo cual reducirá el recaudo de los impuestos al valor agregado (IVA)
y a la renta – al mismo tiempo que recibe menos regalías petroleras-.
§ Los
gobiernos territoriales tendrán menos ingresos por la misma razón y la
postergación de los impuestos locales.
Y, al mismo tiempo, aumentarán su
gasto corriente por los subsidios adicionales que tienen que ejecutar.
Postergar las inversiones
públicas, anualmente casi un 1,5% del PIB, no será suficiente para financiar
los subsidios: estamos hablando de subsidios, digamos durante dos meses, para
pagar la nómina de, supongamos, las empresas que producen el 40% del PIB, y
esto equivale al 2% del PIB, si los salarios son a su vez el 30% del valor
agregado generado en esas empresas.
Ante la destrucción del gasto
privado, ese monto representaría una cantidad adicional del gasto público
necesario para sostener el gasto agregado total.
Reforma
tributaria
La situación no sería tan difícil
si las finanzas del Estado colombiano fueran más adecuadas: el recaudo de
impuestos no alcanza para financiar un gasto público capaz de sostener el
Estado de derecho, garantizar los bienes y servicios fundamentales para todos,
e invertir lo suficiente para que aumente la productividad y se acelere el
desarrollo.
Este es el resultado de la
desconfianza en el gasto público que, repetimos, se fue asentando durante los
últimos 40 años. El último episodio de esta desconfianza es la llamada “Ley de
Crecimiento”, que le apuesta a las exenciones y rebajas del recaudo sin
resolver la insuficiencia e inequidad del sistema tributario.
Aprovechando los poderes de la
emergencia debería proponerse una reforma verdaderamente estructural con un
sentido claramente progresivo. Es urgente aumentar las tarifas del impuesto al
patrimonio y a la renta de las personas naturales, incluyendo sus dividendos.
Le
recomendamos: Medidas de política económica
frente a la crisis
Fe
en el futuro y en la razón
Es tiempo de urgencias, de
desafíos, y de racionalidad. Con seguridad saldremos de la pandemia. Pero
tenemos que salir de la mejor manera sin destruir el aparato productivo.
Las máquinas seguirán allí.
Debemos evitar a toda costa la destrucción de la fuerza laboral, no solo por
razones humanitarias. También por razones económicas: si no se dispersa y se
mantiene, la recuperación de la actividad económica será inmediata y el futuro
será mejor.
*
Agradecemos la colaboración de Rolando Escobar. Ph.D. en Economía, profesor
asistente de la Universidad Javeriana en el Departamento de Economía.
**Ph.D.
en Economía, profesor titular de la Universidad Javeriana en el Departamento de
Economía.
**
Cofundador de razón Pública, Ph.D. en Economía, profesor titular de la Universidad
Externado de Colombia en la Facultad de Economía.
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